LA LUCHA POR EL FUTURO HUMANO
"Las nuevas normas
sociales, determinadas por la tecnología que nos invade, nos impiden que
prestemos atención a la persona que está nuestro lado. Es sólo el principio de
lo que nos espera".
'La lucha por el futuro
humano' de Jeremy Naydler
MONTERO GLEZ
Los ingleses son muy dados a generar lenguaje, a crear palabrejas que pasan a ser de uso común en todos los países de occidente.
Un de las palabras acuñadas por los ingleses ha sido "phubbing", una combinación de "phone" -teléfono- y "snubbing" -menosprecio- , y que en castellano se traduce como ningufoneo. De esta manera, se viene a bautizar lo que sucede cuando hacemos más caso al teléfono móvil que a la persona que está con nosotros.
Resulta curioso
comprobar cómo el desarrollo de las comunicaciones a larga distancia ha
conseguido hacernos partícipes de la incomunicación a corta distancia. Por eso
es muy típico encontrar a la gente reunida dándole al dedo sobre la pantallita,
ignorando a la persona que tienen a su lado. Según Jeremy Naydler, esto sucede
porque desconectarse es una descortesía.
Las nuevas normas
sociales, determinadas por la tecnología que nos invade, nos impiden que
prestemos atención a la persona que está nuestro lado, y esa atención la
dedicamos a la persona que está lejos y que aparece en la pantalla del
cacharrito. Necesitamos la prótesis tecnológica como si fuera algo vital, algo
sin lo cual no podemos sentirnos en el mundo.
Así lo expone
Naydler en un trabajo crítico que acaba de ser publicado en castellano por
Atalanta con el título 'La lucha por el futuro humano'; un libro donde el
filósofo británico nos advierte de la pérdida de nuestra consciencia en
beneficio de la máquina.
El exceso de
maquinismo no sólo nos lleva a la incomunicación, sino también a la destrucción
del planeta debido a los residuos electrónicos que aceleran el proceso
devastador. Como no pongamos remedio desde ya mismo, el mundo se va a convertir
en un lugar hostil para nuestra esencia, cada vez más deteriorada. No es broma.
Lo que estamos
viviendo es sólo el principio de lo que nos espera, cuando salgamos a la calle
ataviados con gafas cibernéticas y los cuerpos se muevan por los resortes de un
circuito articulado en nuestra médula. Estamos más cerca de la distopía que de
la utopía que una vez soñaron los humanistas de épocas pasadas, cuando el mundo
aún no estaba contaminado por metales pesados y la capa de ozono protegía de
los rayos perniciosos de nuestra estrella dominante. Estamos forzando al límite
la capacidad de nuestro planeta.
Luego aparecen las
pandemias, como la que estamos viviendo, y nos echamos las manos a la cabeza.
Son avisos, señales que no advertimos, pues andamos muy ocupados con el dedo en
el cacharrito, mientras lo más importante pasa por nuestro lado. Pero ni puto
caso a lo que en realidad merece nuestra atención.
Por todo esto es
fundamental la lectura del libro de Naydler; un libro que nos pega una bofetada
para que tomemos la ética como un fin en sí mismo, y nunca como un medio. Y con
la ética tomada como fin, caminemos por esta posibilidad tan hermosa que es
nuestro planeta, cuyo futuro resultará tan negro como el nuestro si no
remediamos nuestro presente.
La lectura del
libro de Jeremy Naydler nos obliga a prestar atención a lo más próximo, a
cerrar los ojos y escuchar nuestro propio silencio para encontrar el latido de
la verdadera esencia, un encuentro que no sé si tiene su correspondiente
palabra en inglés.
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