LLAMARLOS "FASCISTAS" NO SIRVE
MARTA NEBO
Almeida y Ortega Smith en un acto del Ayuntamiento de Madrid.
Quevienenlosfascistas es un grito que ya no asusta a España. Creímos que sí por nuestro pasado, pero los resultados de las autonómicas de Madrid lo dejaron clarísimo. Los madrileños no lo creyeron aunque lo enarbolara un vicepresidente del Gobierno que había recibido unas balas de cetme por correo. La ultraderecha de Vox no parece fascista al electorado porque son cachorros del mismo PP que nunca condenó del todo el franquismo y que ha gobernado España, a pachas con el PSOE, toda esta democracia, sin más inconvenientes que sus políticas.
Si es difícil que
se crea el apelativo facha superlativo en los ultras, más difícil aún resulta
cuando se aplica, por ejemplo, a políticos como José Luis Martínez-Almeida,
como siguen haciendo algunos estrategas. En este caso resulta hasta ridículo.
Con esa pinta de niño bueno que acaba de salir de la catequesis, el alcalde de
Madrid no da ningún miedo.
Con lo que se debería
meter miedo en serio es con la posibilidad cada vez más posible de que los
derechones lleguen a los gobiernos. Lo que asusta y es concreto y tangible, un
hecho, es que Vox sigue convenciendo e influyendo, poniendo en peligro otras
alternativas más constructivas.
Una amiga de
Carabanchel, que ha vivido allí toda su vida, me explicaba muy clarito porque
se vota a Vox en barrios como el suyo. Barrios, en donde si esta opción sigue
creciendo, ganarán la partida. "¿Por qué tengo que aguantar que un marroquí
todos los días se lave los huevos en la fuente de mi plaza?", me
preguntaba sin esperar respuesta. "Y yo no soy racista, ni xenófoba, ni
nada", afirmaba y le creo. "Es que deterioran más todavía mi
barrio", reconocía perpleja por la mezquindad que entrañaban sus palabras.
Vox les promete
menos exclusión social por las malas. El único contraataque posible es menos
exclusión social por las buenas. Es así de sencillo: los ultras alimentan
peleas monstruosas de precarios contra más precarios, de pobreza contra más
pobreza. O se mejora su situación o comprarán la otra salida.
Así que pelear en
serio la amenaza ultra no es llamar "fascista" a todo el que la
utiliza para sostenerse en el poder, a los que le están bailando el agua aunque
sea de puntillas. Lo que hacen unos y otros, nos guste o no, es política y, de
momento, la extrema derecha, en su juego de malabares al límite, no se ha
pasado de la delgada línea que la separa de las ilegalidades, según los
tribunales que tenemos.
Así que el reto
pasa por convertir este enorme limón en limonada porque también está claro ya
que el PP no va a poner ningún cordón sanitario a la bestia que nació de sus
entrañas. Es su criatura, su peor yo, y lo va a utilizar y a tratar de
domesticar, y lo conseguirá o morirá en el intento. Seguir llamándolos
fascistas, cuando eso ha dejado de dar miedo, no les va a hacer cambiar de
idea.
La mejor limonada
con las cartas dadas es acabar con incongruencias tan manifiestas como que
tutelemos menores no acompañados, los formemos y tratemos de prepararlos para
la inclusión para luego, cuando cumplen la mayoría de edad, abandonarlos en las
calles en un limbo de papeleo que les condena a la irregularidad, a la economía
sumergida –en el mejor de los casos– o a la delincuencia lógica de la única
salida.
Dicen los
mentideros que el señor Escrivá y el señor Marlaska, dos ministros socialistas,
se están peleando: el primer señor quiere sacar adelante ya una reforma para
estos jóvenes, que está lista desde el verano y que es, además de necesaria y
justa, imperiosa. El segundo quiere retrasarla.
Los de Escrivá
están filtrando una obviedad: que el exceso de dificultades que tienen estos
jóvenes para conseguir papeles para trabajar es "una vía rápida hacia la
marginalidad". Afirman que el decreto pendiente de aprobación es una
oportunidad para que entren en el mercado laboral y, más específicamente, en
los sectores en los que falta mano de obra. Ponen como ejemplo las
autorizaciones de trabajo concedidas a jóvenes extutelados que quisieron trabajar
en el campo para recoger las cosechas que estaban perdiéndose por falta de mano
de obra, durante lo peor del confinamiento. El 70% de ellos ha encadenado
contratos y sigue trabajando.
Señor Marlaska,
señor presidente del Gobierno, reaccionen. No me puedo creer que solo estén
esperando a terminar de deshacerse de esos menores que entraron a Ceuta. Aprueben este decreto insoslayable aunque
solo sea por no condenar a muchos de nuestros menores no acompañados a convertirse
en los que Vox utiliza contra el sistema. No se ganará a esta derecha solo con
consignas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario