LOS MIL MILLONES DE MUERTOS
DEL CRISTIANISMO
"No
se discute de historia con revisionistas. La historia está contada, lo de
Cayetana Álvarez de Toledo es revisionismo y agit-prop".
ANTONIO MAESTRE
Cayetana
Álvarez de Toledo | EFE
Estudiar historia en La Sorbona y acabar haciendo el ridículo usando panfletos ultras revisionistas para formular una pregunta en el Congreso de los Diputados sobre los 100 millones de muertos del comunismo porque Yolanda Díaz ha escrito el prólogo a una edición del Manifiesto comunista. La intelectual orgánica del PP ha llevado al Parlamento el que puede ser el argumento del que la izquierda informada más años lleva riéndose con sorna. La decadencia de Occidente no se mide por la huida de EEUU de Afganistán, sino por el peripatético proceder de Cayetana de Álvarez de Toledo llevando la estrategia de los trolls ágrafos a la disputa política seria. Hay que agradecer a la marquesa de aguafuerte que lo haya hecho, porque permite que se pueda hablar del tema en el debate público sin necesidad de acudir a un bot de la extrema derecha.
No se discute de
historia con revisionistas, igual que no se discute de la evolución con un
creacionista. El ejemplo que pone Ece Temelkuran en 'Cómo perder un país' para
explicar lo absurdo de perder el tiempo debatiendo con estos especímenes es el
de jugar al ajedrez con una paloma: "La paloma derribará todas las piezas,
se cagará en el tablero, y luego saldrá volando, atribuyéndose orgullosa la
victoria y dejándote a ti la tarea de tener que limpiar la mierda". La
refutación de los argumentos chuscos del libelo 'El libro negro del comunismo'
ya fue expuesta por Gilles Perrault, Jean Ziegler y muchos otros autores en 'El
libro negro del capitalismo', y también por Daniel Bensaïd. Así que si alguien
tiene interés en conocer los hechos que desmontan el texto de cabecera de la
cuñadía patria que se compre el libro o lea a Bensaïd. Además, si quiere
conocer la realidad de las purgas estalinistas sin elevar el número de muertes
a fantasía pueden leer la magnífica obra de Arch Getty y Oleg Naumov 'The Road
to Terror: Stalin and the Self-Destruction of the Bolsheviks', 1932-1939, que
explica de manera detallada y rigurosa las matanzas y la represión en la época
más negra de Stalin. Por cierto, la inmensa mayoría de las víctimas fueron
comunistas y marxistas. También leían y seguían a Marx y a Lenin. La historia
está contada, lo de Cayetana Álvarez de Toledo es revisionismo y agit-prop.
El argumento de
culpar al Karl Marx y Friedrich Engels por escribir en 1848 el Manifiesto
comunista de cualquier tipo de violencia causada en el siglo XX se desacredita
solo. Vendría a ser lo mismo que culpar a Jesucristo de las torturas de la
Inquisición o de las guerras santas y de todos los muertos que los fanáticos
han provocado a lo largo de la historia enseñando una Biblia como baluarte. La
argumentación de la caverna que considera a todo marxista responsable de
cualquier crimen y asesinato de aquellos que siendo comunistas lo hicieran es
lo mismo que responsabilizar a quien lee la Biblia y asiste a misa de hacer
apología de los crímenes de Torquemada.
Si esa es la línea
argumentativa reaccionaria, será la que seguiremos para no perder tiempo ni
molestarnos demasiado en contestar al próximo necio. De ahora en adelante el
argumento esgrimido para rebatir tal falacia será culpabilizar a todo aquel que
exprese sus ideas católicas o profese la religión cristiana de defender los
crímenes que se han cometido en nombre de una cruz. Porque hay bastante donde
elegir. En 'Historia criminal del cristianismo', el historiador alemán Karl
Heinrich Leopold Deschner analiza en 10 volúmenes todos los crímenes y matanzas
cometidos en nombre de la religión católica. Sería interminable detallar solo
algunos ejemplos entre las más de 6.000 páginas que abarcan solo hasta el siglo
IX porque el autor no tuvo tiempo de más. Muchos de esos crímenes especialmente
terribles de los que harían apología todos aquellos que leen el Deuteronomio o
el Viejo Testamento fueron cometidos por las dictaduras del 'Fascismo clerical'
del siglo XX. Regímenes sangrientos y crueles como el nacionalcatolicismo de
Franco, la Guardia de Hierro rumana, la dictadura eslovaca de Josef Tiso o los
terribles ustachas de Ante Pavelic, unos fascistas y católicos croatas que
fueron uno de los grupos más brutales y salvajes de la Segunda Guerra Mundial y
que se manchaban de sangre matando en nombre de dios.
'Pero' era el
sobrenombre del franciscano croata Petar Brzica, que tras ordenarse en el
monasterio de Shiroki Brijeg acabó como párroco en el campo de concentración de
Jasenovac. Petar Brzica fue, además de sacerdote, uno de los criminales más
sanguinarios en una época en la que sobresalir en ese cometido no era nada
fácil. Sin embargo, 'Pero' se ganó el calificativo a pulso. El franciscano fue
uno de los máximos responsables del genocidio de los ortodoxos serbios por
parte de los católicos croatas durante la contienda. El 29 de agosto de 1942
Petar Brzica se apostó con otros ustacha como Mile Friganovic ver quién era
capaz de asesinar más serbios en una sola noche. El cura utilizaba un arma
llamada 'srbosjek' (mataserbios) para el cometido, una especie de muñequera con
una cuchilla integrada muy eficiente para degollar a los serbios en nombre del
señor. Según el propio Mile Friganovic, el franciscano 'Pero' asesinó esa noche
a más de 1.300 serbios con sus propias manos. Mile se quedó en los 1.000 y otro
sacerdote franciscano llamado Ante Zrinusich cortó el cuello de 600. Dos
católicos asesinaron en nombre de dios a 1.900 serbios por el hecho de profesar
una religión diferente.
Entendemos entonces
con la lógica Cayetana que asistir a misa cada día y leer la Biblia es loar la
matanza de los franciscanos ustacha, al igual que leer el Manifiesto comunista
es hacer apología de los crímenes del reino sangriento de los jemeres rojos.
Los argumentos tienen que ser defendidos con coherencia. Si no, asuman los
muertos del cristianismo como propios por ser católicos y después atrévanse a
pedir a quien lee filosofía del siglo XIX que pida perdón por crímenes ajenos.
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