AYUSO EN NUEVA YORK
DAVID TORRES
Seguramente habría que remontarse al concierto que dio Lola Flores en 1979 en el Madison Square Garden para encontrar titulares semejantes a los de la visita de Díaz Ayuso a Nueva York, al menos en la prensa española. A Ayuso podían haberle endilgado una crítica similar a la que supuestamente dedicaron a la Faraona en The New York Times ("No sabe hablar, no sabe gobernar: no se la pierdan"), si no fuese porque, al igual que la mayoría de las frases de y sobre la presidenta, aquella crítica era falsa de cabo a rabo y no se publicó en The New York Times ni en ningún sitio. Antes de que los demás lo repitieran como loros, el primer periodista que inventó aquello de "No sabe cantar, no sabe bailar: no se la pierdan" era el Miguel Ángel Rodríguez de Lola Flores, un demiurgo que prefirió mantenerse en la sombra, como el doctor Frankenstein con su invento.
Entre las
exageraciones, patrañas y paparruchas con que algunos medios españoles han
adornado el aterrizaje de la presidenta en la ciudad de los rascacielos está su
desenvoltura con el inglés, un idioma del que ella mismo confesó, en una
entrevista a la bayeta calada con Bertín Osborne, que no pasa del "How are
you?" Con un desnivel idiomático parecido al de Anne Bottle, Ayuso se
limitó a tomar a relaxing cup of café con leche, a sonreír mucho, a atender a
los subtítulos y a posar durante sus reuniones con los redactores del Financial
Times, el patronato de la Hispanic Society y Michael Bloomberg. Otra cosa no,
pero Ayuso posa de lujo.
Uno de los vistosos
titulares que dejó, sin que nadie tuviera el detalle de recogerlo y depositarlo
luego en una papelera, fue su ataque al presidente mexicano -"El
indigenismo es el nuevo comunismo"-, un concepto que, aparte de la ida de
olla resumida en seis palabras, supondrá una gran ayuda para las empresas y los
trabajadores españoles residentes en México, ya que López Obrador se habrá
quedado encantado con esta salida de pata de banco. No importa, porque los
inversores que perdamos en México los vamos a recuperar con creces en Estados
Unidos, eso seguro.
A cada minuto que
pasaba, Ayuso en Nueva York se parecía más y más a Paco Martínez Soria en La
ciudad no es para mí, un aldeano con una cesta en un brazo y un lienzo en el
otro -si se fijan bien, el lienzo bien podría ser un retrato de Díaz Ayuso. Por
lo demás, ir a Nueva York a vender Madrid resulta un verdadero alarde de
nacionalismo paleto: sólo le faltó explicarles a los neoyorquinos lo que es
realmente la libertad debajo de la estatua homónima, en la desembocadura del
Hudson, y promocionar el cocido al estilo de Joan Puig, que en su diario de
viaje por Nueva York no dejaba de quejarse de lo mal que hacían allí la
escalivada.
Uno de los momentos
más incómodos de su visita fue cuando un periodista sin domesticar le preguntó,
ante su encendida defensa de la hispanidad, qué pensaba hacer con sus socios de
Vox en Madrid, un partido que criminaliza a los inmigrantes en general,
hispanos y de donde sean. Ayuso puso una de esas caras suyas de estar pensando
algo y dijo que cada uno debe defender sus políticas. La verdad es que pocos
partidos han hecho más por la integración en España que el PP, que ha integrado
a Vox entre sus filas (el mismo lugar, por otra parte, del que salieron) cuando
en cualquier país civilizado vete a saber dónde lo tendrían.
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