jueves, 14 de enero de 2021

NIEVE EN MADRID, CADENAS EN LA GOMERA

 

NIEVE EN MADRID, CADENAS EN LA GOMERA

El clima madrileño seguirá azotándonos. De nada importará que en la periferia sea otro. No cuajará que, lejos de la capital, políticos de distinto signo hayan entendido que la gestión de una nevada o un virus es motivo de colaboración

GERARDO TECÉ

Cuando nieva en la Gran Vía nieva en España. Esta frase, tan recurrente en la periferia para señalar el centralismo informativo de los medios teóricamente estatales, ha dejado estos días de ser metáfora para cuajar en caso práctico. Desde Vigo a Barcelona, de Sevilla a La Gomera, algunos hemos asistido a la nevada de nuestras vidas sin pisar ni un centímetro de nieve cuando bajábamos a por el pan. Fue increíble, les contaremos a nuestros nietos con pelos y señales cada preciosa estampa, cada molesto inconveniente, cada problema logístico que no vivimos y que el paso del temporal Filomena provocó en Madrid. Es decir, en España.

 

Cuando el centralismo informativo no es un temporal de paso, sino el clima habitual, la nevada madrileña acaba afectándole a uno de lleno, aunque viva a una distancia prudente de la capital. En La Gomera, la madre de un amigo le recomendaba poner cadenas si iba a usar el coche el pasado domingo. “Mamá, apaga un rato la tele”, le respondió mi amigo con ese típico acento canario, frío como la chepa de un bisonte en la estepa rusa. Mientras mi amigo me contaba la anécdota, un tipo me increpaba en redes sociales por poner en duda la efectividad de las maniobras de Pablo Casado convertido en soldado de la UME. El líder del PP, grabado en vídeo por un empleado del partido, movía la nieve de un sitio a otro, pala en mano. “Deja de criticar a Casado y baja a la calle con una pala como ha hecho él”, me dijo el tipo por redes sociales, una lección de vida que nunca olvidaré. Como tampoco hubiesen olvidado la escena mis vecinos de Sevilla si me hubiera dado por hacerle caso al tipo. Bajar a la calle a rascar con una pala las aceras grises de mi barrio hubiera dado que hablar. Además de por lo exótico, por el riesgo de que apareciese la policía local para multar al loco que intenta abrir una zanja sin licencia de obra.

 

Aunque la nieve siga causando problemas los próximos días en lugares que no son Madrid, la gran nevada desaparecerá de los medios y el clima de la Gran Vía seguirá siendo el clima de España. Como la madre canaria, seguiremos sufriendo el temporal de crispación, producto fabricado, envasado y distribuido con gran éxito en estanterías de todo el país por la derecha madrileña. De un tiempo a esta parte sabemos que todo es susceptible de ser crispado. Incluso las cosas que parecían difíciles de crispar: desde una pandemia mundial por virus respiratorio hasta un temporal de nieve. El clima madrileño seguirá azotándonos, sin importar que la realidad andaluza, catalana, gallega o asturiana funcionen de un modo distinto. Volveremos a repetir aquello de que el temporal político es insoportable, que ya no pongo ni el telediario porque la crispación me puede, que la irritación alcanza cotas nunca antes vistas en España. De nada importará que el clima real en la periferia sea otro. No será noticia ni cuajará que, lejos de la capital, políticos de distinto signo hayan entendido generalizadamente que la gestión de una nevada o un virus es motivo de colaboración y apoyo crítico a quien está al mando. Ya gobierne el PP en Andalucía, el PSOE en Asturias o el PNV en Euskadi. No importará que, más allá de Ayuso, los presidentes del resto del país acudan con normalidad a sus reuniones de tomas de decisión sin cambiar estas citas por sesiones de fotos. El insulto, el grito, el vídeo con la pala, la anécdota de la pegatina en el avión… Cada nuevo show de la derecha madrileña seguirá dejándonos helados y atrapados en medio del temporal sea cual sea nuestra latitud. Quizá, además de Madrid por la nevada, estaría bien declarar zona catastrófica una España cuajada de centralismo.


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