NIEVE EN MADRID, CADENAS EN LA GOMERA
El clima madrileño seguirá azotándonos. De nada importará que en
la periferia sea otro. No cuajará que, lejos de la capital, políticos de
distinto signo hayan entendido que la gestión de una nevada o un virus es motivo
de colaboración
GERARDO TECÉ
Cuando nieva en la Gran Vía nieva en España. Esta frase, tan recurrente en la periferia para señalar el centralismo informativo de los medios teóricamente estatales, ha dejado estos días de ser metáfora para cuajar en caso práctico. Desde Vigo a Barcelona, de Sevilla a La Gomera, algunos hemos asistido a la nevada de nuestras vidas sin pisar ni un centímetro de nieve cuando bajábamos a por el pan. Fue increíble, les contaremos a nuestros nietos con pelos y señales cada preciosa estampa, cada molesto inconveniente, cada problema logístico que no vivimos y que el paso del temporal Filomena provocó en Madrid. Es decir, en España.
Cuando el centralismo informativo
no es un temporal de paso, sino el clima habitual, la nevada madrileña acaba
afectándole a uno de lleno, aunque viva a una distancia prudente de la capital.
En La Gomera, la madre de un amigo le recomendaba poner cadenas si iba a usar
el coche el pasado domingo. “Mamá, apaga un rato la tele”, le respondió mi amigo
con ese típico acento canario, frío como la chepa de un bisonte en la estepa
rusa. Mientras mi amigo me contaba la anécdota, un tipo me increpaba en redes
sociales por poner en duda la efectividad de las maniobras de Pablo Casado
convertido en soldado de la UME. El líder del PP, grabado en vídeo por un
empleado del partido, movía la nieve de un sitio a otro, pala en mano. “Deja de
criticar a Casado y baja a la calle con una pala como ha hecho él”, me dijo el
tipo por redes sociales, una lección de vida que nunca olvidaré. Como tampoco
hubiesen olvidado la escena mis vecinos de Sevilla si me hubiera dado por
hacerle caso al tipo. Bajar a la calle a rascar con una pala las aceras grises
de mi barrio hubiera dado que hablar. Además de por lo exótico, por el riesgo
de que apareciese la policía local para multar al loco que intenta abrir una
zanja sin licencia de obra.
Aunque la nieve siga causando
problemas los próximos días en lugares que no son Madrid, la gran nevada
desaparecerá de los medios y el clima de la Gran Vía seguirá siendo el clima de
España. Como la madre canaria, seguiremos sufriendo el temporal de crispación,
producto fabricado, envasado y distribuido con gran éxito en estanterías de
todo el país por la derecha madrileña. De un tiempo a esta parte sabemos que
todo es susceptible de ser crispado. Incluso las cosas que parecían difíciles
de crispar: desde una pandemia mundial por virus respiratorio hasta un temporal
de nieve. El clima madrileño seguirá azotándonos, sin importar que la realidad
andaluza, catalana, gallega o asturiana funcionen de un modo distinto.
Volveremos a repetir aquello de que el temporal político es insoportable, que
ya no pongo ni el telediario porque la crispación me puede, que la irritación
alcanza cotas nunca antes vistas en España. De nada importará que el clima real
en la periferia sea otro. No será noticia ni cuajará que, lejos de la capital,
políticos de distinto signo hayan entendido generalizadamente que la gestión de
una nevada o un virus es motivo de colaboración y apoyo crítico a quien está al
mando. Ya gobierne el PP en Andalucía, el PSOE en Asturias o el PNV en Euskadi.
No importará que, más allá de Ayuso, los presidentes del resto del país acudan
con normalidad a sus reuniones de tomas de decisión sin cambiar estas citas por
sesiones de fotos. El insulto, el grito, el vídeo con la pala, la anécdota de
la pegatina en el avión… Cada nuevo show de la derecha madrileña seguirá
dejándonos helados y atrapados en medio del temporal sea cual sea nuestra
latitud. Quizá, además de Madrid por la nevada, estaría bien declarar zona
catastrófica una España cuajada de centralismo.
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