EL RACISMO, LA COVID-19 Y
EL GOLPE DE ESTADO
La
violenta insurrección de los defensores de la supremacía blanca en el Capitolio
del 6 de enero desnudó la cruel realidad del racismo y la desigualdad en
Estados Unidos
AMY
GOODMAN Y DENIS MOYNIHAN
El proceso para llevar a cabo un segundo juicio político contra el presidente Donald Trump fue rápido y enérgico. Se produjo solo una semana después de que Trump incitara un violento ataque de supremacistas blancos contra el Capitolio de Estados Unidos, que dejó cinco muertos, incluido un oficial de policía del Capitolio. Los relatos de varias congresistas de color reflejan el caos del momento y los muchos peligros que enfrentaron. Norma Torres, representante demócrata por el distrito sur de Los Ángeles, brindó su testimonio en una reunión del Comité de Reglas de la Cámara de Representantes esta semana: “Yo fui una de las doce personas que quedaron atrapadas en la galería de la Cámara de Representantes. Escuché el disparo. Vi el humo del gas lacrimógeno que había sido lanzado y a un oficial sin equipo de protección enfrentarse a una multitud furiosa justo afuera de la Cámara. Respondí la llamada telefónica de mi hijo, Christopher. La llamada duró 27 segundos. Todo lo que pude decirle fue: ‘Cariño, estoy bien; estoy tratando de salvar mi vida’. Y colgué”.
También atrapada en
la galería superior de la Cámara de Representantes estaba Pramila Jayapal,
congresista demócrata por el estado de Washington, que escribió en un
comunicado: “Los insurrectos eran terroristas domésticos. Muchos estaban
armados y muchos estaban relacionados con grupos nacionalistas blancos. La
policía lanzó gas lacrimógeno y tuvimos que arrojarnos al suelo para cubrirnos.
Los oficiales de policía del Capitolio bloquearon las puertas con muebles y
desenfundaron sus armas”.
La congresista
Alexandria Ocasio-Cortéz, quien ocupa un escaño en la Cámara de Representantes
por el estado de Nueva York, dijo en una transmisión en vivo la noche previa a
la votación que dio inicio al proceso de destitución: “Pensé que iba a morir.
Ni siquiera me sentí segura cuando me refugié en una habitación junto a otros
congresistas para protegernos de la turba, porque, para ser honesta, también en
ese lugar se refugiaban colegas que son partidarios de QAnon y de la supremacía
blanca, miembros del Congreso que son defensores de la supremacía blanca, a
quienes conozco y quienes yo sentía que podrían revelar mi ubicación o que
podrían crear oportunidades para que me hirieran o me secuestraran”.
Ayanna Pressley es
la primera congresista afroestadounidense en representación del estado de
Massachusetts. Pressley se refugió inicialmente en una habitación segura junto
a otras personas, donde estaban todos aglomerados. El martes publicó en
Twitter: “Salí de esa ‘habitación segura’ que supuestamente nos protegía de la
turba supremacista blanca tan pronto como me di cuenta de que en esa habitación
también se encontraban miembros del Congreso traidores, que son supremacistas
blancos y negacionistas de las mascarillas, y que fueron los que incitaron la
insurrección en primer lugar”. Y agregó en su publicación: “Estoy furiosa
porque muchos de mis colegas están dando positivo por COVID-19”. El esposo de
Pressley, que estaba con ella en el Capitolio, también contrajo la enfermedad.
La congresista
demócrata Pramila Jayapal también contrajo coronavirus, probablemente por
permanecer encerrada durante varias de las horas que duró el asedio en ese
mismo cuarto abarrotado junto a congresistas republicanos que no usan
mascarilla. En su comunicado, Jayapal manifestó: “Solo horas después de que el
presidente Trump incitara a que se lleve a cabo un asalto mortal contra nuestro
Congreso, nuestro país y nuestra democracia, muchos republicanos aún se negaban
a tomar precauciones mínimas contra la COVID-19 y usar una simple mascarilla en
una habitación abarrotada en medio de una pandemia. Esto provocó un evento
supercontagiador en medio del ataque terrorista doméstico”. Su esposo, que no
estaba en el Capitolio, también dio positivo.
El Dr. Brian Monahan,
médico del Congreso, dijo en un correo electrónico cuatro días después del
ataque, sobre esa habitación segura: “El tiempo en esa habitación fue de varias
horas para algunos y más breve para otros. […] Las personas que allí se
resguardaron pueden haber estado expuestas a otras ya contagiadas con la
enfermedad”.
La congresista
demócrata por el estado de Nueva Jersey Bonnie Watson Coleman, también estaba
en la habitación segura y luego dio positivo por COVID-19. Watson Coleman es
una afroestadounidense de 75 años que recién acaba de superar un cáncer. Esta
semana, en un artículo de opinión en el periódico The Washington Post escribió:
“Estoy enojada porque después de ser muy cuidadosa y pasar meses aislada, un
solo día caótico provocó probablemente mi contagio. Me enoja que el ataque al
Capitolio y mi enfermedad posterior tengan la misma causa: la incapacidad de
mis colegas republicanos para aceptar los hechos”. Su caso muestra los riesgos
potencialmente letales que los negacionistas de las mascarillas plantean en
forma egoísta a quienes los rodean.
La congresista
demócrata Rashida Tlaib, quien ocupa un escaño de la Cámara de Representantes
en representación de la ciudad de Detroit, no estaba en las instalaciones del
Capitolio durante el asalto, ya que acababa de recibir su primera dosis de la
vacuna contra la COVID-19 y no se sentía muy bien. Luego de que se
implementaran nuevas medidas de seguridad en el Capitolio, la congresista Tlaib
publicó en Twitter: “Tuve que pasar por un detector de metales antes de
ingresar al hemiciclo de la Cámara de Representantes. Algunos colegas están
molestos (adivinen quiénes) por este requisito. Ahora saben cómo se sienten los
estudiantes de secundaria de mi distrito. Lo tienen merecido. Ustedes
provocaron todo esto”. La presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy
Pelosi, ha establecido multas de hasta 10.000 dólares para los congresistas que
se nieguen a pasar por los detectores de metales.
Las personas de
color en Estados Unidos tienen más probabilidades de morir a causa de la
violencia con armas de fuego. También son más propensas a contraer la COVID-19
y, cuando se contagian, tienen más probabilidades de sufrir consecuencias más
graves, incluida la muerte. La violenta insurrección de los defensores de la
supremacía blanca en el Capitolio del 6 de enero desnudó la cruel realidad del
racismo y la desigualdad en Estados Unidos. Asumir esa realidad y luchar contra
ella sigue siendo uno de los desafíos más urgentes de nuestro tiempo. La salida
de Trump del Despacho Oval es solo el primer paso.
© 2021 Amy Goodman
Traducción al
español de la columna original en inglés. Edición: Democracy Now! en español,
spanish@democracynow.org
Amy Goodman es la
conductora de Democracy Now!, un noticiero internacional que se emite
diariamente en más de 800 emisoras de radio y televisión en inglés y en más de
450 en español. Es co-autora del libro “Los que luchan contra el sistema:
Héroes ordinarios en tiempos extraordinarios en Estados Unidos”, editado por Le
Monde Diplomatique Cono Sur.
democracynow.org/es/2021/1/15/el_racismo_la_covid_19_y
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