LA OLA DE LA DEPRESIÓN
ANITA BOTWIN
La doctora psiquiatra tenía toda su consulta llena de relojes que sonaban sin parar. Era imposible concentrarse en las preguntas que me hacía, y tiempo después he imaginado que quizá esa era su intención oculta entre tanto cuco.
- Tienes depresión, y la tendrás toda tu vida-. Sentenció.
Mi madre y yo no entendimos nada, porque entonces no había mucho que entender. La depresión era y es un tabú y hablar de ello era y sigue siendo algo escondido, algo de lo que no hablar demasiado, no vayan a pensar de ti que estás loca.
Y entonces me fui a
casa a seguir llorando, hasta que un mes después la mágica pastilla Prozac hizo
su efecto y ya pude ser alguien productiva, normal y feliz, como se esperaba de
mí. (Feliz=drogada). Para entonces no podía permitirme pagar una terapia como
la mayor parte de la población e ir a la sanidad pública a recibirla era misión
imposible. Algo que sigue ocurriendo, por otro lado. Por ello, lejos de atajar
el problema, sus causas o de tratarlo con especialistas, se soluciona
medicalizando, algo que a la larga puede tener consecuencias dañinas y efectos
adversos.
El 13 de enero se
celebró el Día Mundial contra la Depresión. La depresión es un problema de
salud mental frecuente y es distinta de las variaciones habituales del estado
de ánimo y de las respuestas emocionales breves a los problemas de la vida
cotidiana, según señala la Organización Mundial de la Salud.
Las sanitarias que
han hecho frente a esta horrible pandemia, haciendo turnos extenuantes, no
están recibiendo tratamiento psicológico. Nadie les está ayudando. Se da por
hecho que tienen que estar ahí, en primera fila, porque "para eso se les
paga". Pero hay sacrificios que no están pagados ni por todo el oro del
mundo. A ello además, súmale que ni de lejos reciben el salario y una jornada
laboral digna y acorde a sus sacrificios personales.
Y es que después de
la primera oleada de la pandemia, un 28,1% de los sanitarios de España
sufrieron depresión; un 22,5%, trastorno de ansiedad; casi uno de cada cuatro,
pánico; el 22,2%, estrés postraumático; y un poco más del 6%, abuso de
sustancias. La realidad es que el
trastorno más frecuente es la depresión mayor. La padecen un 28% de los
sanitarios, cifra seis veces mayor que la de la población general antes de la
pandemia.
Además, muchos de
ellos tuvieron que ser atendidos por estrés agudo, agotamiento y ansiedad. El
resto de la población no nos quedamos lejos, tal y como han alertado ya
expertos del Centro de Neurología Avanzada (CNA) sobre el incremento
exponencial de casos de depresión crónica entre la población andaluza. Los
neurólogos han subrayado que la falta de sueño como consecuencia de la ruptura
de los hábitos diarios y el aislamiento provocado por la pandemia de Covid "han
amplificado diversas patologías neurológicas subyacentes que se han traducido,
desgraciadamente, en la irrupción de nuevos enfermos neuronales".
La ansiedad es,
junto con la depresión, el problema de salud mental más común y la epidemia de
nuestro siglo. Aún más en las mujeres; el doble, según la Organización Mundial
de la Salud.
Que la depresión
entiende de género es un hecho, pero no necesariamente porque las mujeres
suframos más dicha patología, sino porque somos más diagnosticadas que los
hombres. Tal y como relata Carme Valls
Llobet en su libro Mujeres Invisibles para la Medicina, es más probable que en
"primera visita se diagnostiquen trastornos psicosomáticos como ansiedad y
depresión a mujeres que a hombres, pero este hecho no quiere decir que haya una
diferencia real, porque muchas veces el diagnóstico se hace solo por medio de
atribución a través de los síntomas". En lo que sí existe una brecha de
género, es en la medicalización, ya que "el 85% de los psicofármacos se
administran a mujeres", lo que manifiesta una tremenda desigualdad de
género.
Todo ello hace que
sea difícil saber cuál es el origen real de esos males. "La doble jornada
y la invisibilidad e inferiorización de lo que hacen, desean o piensan ha
empeorado su autoestima y las ha hecho más proclives a la depresión",
explica Carme Valls.
Por ello es
necesario introducir estudios con perspectiva de género en las ciencias de la
salud, y se debe mejorar la calidad, el tiempo y los recursos de los
profesionales que se dedican a atención primaria y especializada. Y añade que
es fundamental fomentar recursos informativos y formativos para empoderar a las
mujeres, además de animarlas a que se unan y formen grupos de apoyo mutuo
"para adquirir nuevos hábitos saludables y no se fíen de que una pastilla
les puede resolver todos los problemas".
La pandemia, unida
al temporal que hemos vivido y los confinamientos intermitentes, la
incertidumbre y la precariedad nos está sumiendo en una atmósfera gris, en la
que a veces cuesta ver la luz. Cada vez conozco más gente con problemas de
sueño, ansiedad y depresión, con una mayor necesidad de tomar algún tipo de
calmante. Es necesario que se tenga en cuenta este problema de salud y se dé
respuesta desde los servicios públicos, que
llevan desmantelados tras más de una década de recortes. Y que nadie más
tenga que ir a una consulta de psiquiatría con una frase lapidaria que pueda
condicionar una parte de su vida.
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