¿A QUÉ ‘BATALLA CULTURAL’ NOS REFERIMOS?
LUCINIANO
RODRÍGUEZ
Asumimos la cultura norteamericana sin demasiados filtros. De esta forma, vemos cómo en nuestra sociedad se copian sus propuestas con los mismos términos. Sin embargo, por más que el mercado nos unifique y standarice, tenemos diferentes historias y diferentes referentes sociales y culturales.
La “batalla cultural” es una de esas imposturas que debe ser mirada con lupa y hasta ser traducida.
Su origen está en cómo la Norteamérica conservadora vivió de forma traumática los años 60 y 70. Es pura reacción contra la conmoción provocada por el asesinato de JFK, la derrota en Vietnam, la guerra racial, la introducción de la heroína en los barrios pobres y el aumento de la delincuencia, Nixon y el Watergate.
La Norteamérica más
conservadora entiende que en ese momento se produce un consenso progresista:
integración racial, feminismo, rechazo a la guerra y necesidad de una política
exterior diferente o la preocupación por el medio ambiente.
La “derecha
acomplejada” (“derechita cobarde”, en nuestra versión castiza) es la que
comparte este consenso y ajusta sus mensajes. La “derecha sin complejos” es la
que rechaza este consenso y muestra con dureza su verdadera ideología: el
capitalismo es salvaje ¿y qué? Lo “políticamente correcto” lo conformaría este
grupo de ideas progresistas, a cuyo dictamen habría que ajustar cada mensaje.
No hay concesiones
morales y cualquier postura a favor de l@s negr@s, l@s inmigrantes o l@s
trabajador@s en huelga es ridiculizada con la etiqueta de “buenismo” y
contraria a los intereses de la acumulación capitalista.
Cuando en Europa
nos movilizábamos masivamente contra la guerra de Irak, el gobernador de
Florida, Jeb Bush, agradecía el apoyo del gobierno de Aznar a la invasión y nos
decía a l@s español@s que nos tranquilizáramos, que la invasión “va a dar
beneficios que no se pueden imaginar”. Nada sobre las cuestiones éticas que nos
planteábamos en las calles. Se trataba de beneficio, se acabó.
La “derecha
acomplejada” hubiera cubierto la sed de petróleo entre algodones de
“intervenciones humanitarias”, “restablecimiento de la democracia” o algo por
el estilo. La derecha sin complejos nos decía “vamos a por el petróleo de Irak,
¿te apuntas?”.
CAYETANA
Dice que su fuente
de inspiración es la Ilustración. No la Revolución Francesa sino la
Ilustración. Sólo se puede entender desde el análisis de la teoría crítica de
la Escuela de Franckfurt que identificaba a la Ilustración con el dominio
burgués. Del racionalismo identificado con la tecnología necesaria para la
Revolución Industrial. No el racionalismo liberador de algunos autores de la
Ilustración.
Cayetana (me salto
apellidos y títulos) es la primera que ha planteado claramente la necesidad que
tiene la derecha de desarrollar su “batalla cultural” para conformar el país.
Su problema es que no hay base en España para dar su batalla desde el
liberalismo conservador y elitista. Algo que ya existió en la Restauración
Borbónica y que, tras su fracaso, se transformó en conservadurismo a secas.
He leído a unos de
sus mentores y defensores que esta “batalla cultural” descansa sobre el
concepto de hegemonía de Gramsci. La hegemonía se la concede a la izquierda,
que domina los medios de comunicación, la judicatura, la universidad y otras
instituciones.
Y un victimismo que
provoca risa: es una rebelión contra esa hegemonía progre que domina la
política.
Cualquiera que
conozca la judicatura sabrá que la mayoría de los jueces y fiscales pertenecen
a asociaciones conservadoras, siendo Jueces por la Democracia una asociación
minoritaria. Sobre los medios de comunicación (dicen que son de izquierda) sólo
hay que ver quiénes son los dueños. Y, aunque haya alguna facultad o incluso
alguna universidad con tendencias izquierdistas, la universidad española es
bastante conservadora.
La ridícula idea
del dominio de las instituciones por la izquierda se propaga con esa carga de
victimismo que encuentra en este dominio la causa de todos los males.
EL FRANQUISMO
SOCIOLÓGICO
La guerra se está
dando en otro campo, que sí que está bien abonado. La “batalla cultural” en
España significa la vuelta al franquismo.
Durante toda la
Transición se nos intentó convencer de que se trataba de una superación del
franquismo, de un dejarlo atrás. La llegada del PSOE se presentó como la
normalización democrática. Necesariamente, que Felipe González llegara al
gobierno debía significar que se había superado el franquismo. Aún en los 90,
la socialdemocracia negaba que existieran ni siquiera restos de lo anterior.
Pero cuarenta años
de represión y, sobre todo, de educación franquista, no es imaginable que
desaparecieran por el mero resultado de las urnas. Y en los gobiernos de
González se alimentó la existencia de una educación concertada, en manos de la
religión y el negocio, donde se ha seguido educando en la mayoría de los casos
con los mismos principios. A la vez, no se ha favorecido el cumplimiento de
unos de los objetivos fundamentales de la educación: la formación de una
conciencia crítica, de hábitos democráticos, del valor de lo público, de un
pueblo capaz de agarrar su realidad con las manos.
En la conciencia
colectiva, España sigue siendo lo que era: la enemiga del catalanismo, del
vasquismo, y l@s roj@s somos los principales enemig@s de España.
La democracia es un
juego de una élite que domina así al pueblo. Los sindicatos de clase son
ladrones que deben desaparecer…
España es católica.
España es un país hundido por intereses extranjeros. España para los españoles.
El Ejército es el
garante de la dignidad y de la patria (cuidado con el Título 8 de la
Constitución).
Todas estas ideas
no se han sostenido por sí solas. El intenso adoctrinamiento de la escuela
franquista y la represión, tortura y asesinato del disidente han modelado
muchas conciencias. Y la falta de experiencia directa de varias generaciones de
lo que significó el genocidio y la prolongada dictadura hace permeable a
sectores jóvenes que asumen este nuevo franquismo sin complejos.
La desmemoria nos
ha hecho mucho daño como nación. No sólo por no impugnar los dogmas franquistas
sino por continuar silenciando la barbarie.
Se puede discutir
académicamente que el franquismo, el fascismo y el nazismo no fueron la misma
cosa. Y, efectivamente, existen rasgos diferentes. El nazi y el meapilas
franquista poco tenían que ver en el ámbito religioso. El movimiento futurista
de la Italia de Mussolini nada tiene que ver con el tradicionalismo franquista.
Pero todos estos movimientos tienen profundas coincidencias y constituyen una
doctrina común. En especial les une la solución política a los problemas de la
sociedad: la eliminación de una parte de la población. Es una derecha
“quirúrgica”.
De esta forma, en
España, España y su bandera se utilizan como un puño que quiere partirte la
cara. Por eso, como comunista vuelvo a aguantar en cada conversación aquello
tan franquista de “si no quieres a España, vete”.
El franquismo ha
pasado su propia travesía del desierto. El rostro asesino de Fuerza Nueva y de
los Guerrilleros de Cristo Rey se fue diluyendo. El franquismo se refugió en
Alianza Popular, que inició un proceso de blanqueamiento hasta convertirse en
el Partido Popular. Esta derecha quiso ser europea y asumió una serie de
principios democráticos impensables anteriormente.
Creíamos que la
extrema derecha en Europa se estaba disfrazando de respetabilidad, de imagen de
gente del sistema. Trump en Estados Unidos y
Vox en España
rompen con la respetabilidad. La mirada agria, la difamación, la tontería más
gorda defendida con el rostro amenazante…
No hay disimulo, lo
que han lanzado es una “batalla cultural” destructora de cualquier consenso
institucional, social o religioso. Es uno de esos movimientos de “ganar o morir
en el intento”. Que no es revolucionario, sino profundamente reaccionario.
Es una reacción
profunda contra cualquier avance social. Destaco que en la aparición electoral
de Vox pesó mucho el éxito de la movilización feminista en España. Hemos visto
en las calles el movimiento feminista más masivo, más claro y vibrante, el más
liberador para mujeres y hombres, el más ilusionante. Un profundo movimiento
“macho” se ha levantado contra estos excesos, odiando tanto como teme,
intuyendo que lo suyo es una lucha en la que van perdiendo. Es mi opinión pero
constato la reacción contra el feminismo en España más honda, más diaria y
constante que el problema de la independencia catalana. Por ello, nadie de la
izquierda debería dar un solo paso que favorezca la división del feminismo.
Y la religión: más
que el ya habitual Opus Dei, contemplamos el despliegue de recursos de El
Yunque, secta católica secreta y fascista, favorable al golpe de Estado y la
represión.
Y DESPUÉS DE TRUMP…
Como la poética
aristotélica le concedía al coro la capacidad de representar al pueblo tal y
como es, mejor de lo que es o aún peor de lo que es, la política se puede
definir según el modo en que concibe y se dirige al pueblo.
Existe un
pensamiento utópico, el de la gente de izquierda, que concibe al pueblo mejor
de lo que en este momento puede observarse, y su confianza en el pueblo es la
confianza en que puede existir una humanidad mejor. También, y
mayoritariamente, nos encontramos con la “real politik”, las cosas como son y
como están.
Pero también se
puede acudir a lo peor del ser humano, al miedo, al odio, a la eliminación de
lo que sea “otro”. En nuestra época, la principal aportación de Trump (por
tanto, de Vox) a la política es recurrir descaradamente, sin complejos, a lo
más miserable. No se puede entender lo que dice y hace esta gente sin estar
prevenido de que están apuntando a la hiel, al hombre de las cavernas (aunque
sospecho que los trogloditas eran mejores). No, no están locos. Son salvajes.
Estos movimientos
tienen mucha capacidad de penetrar en la sociedad porque si en este momento hay
algo claro para el pueblo es que el capitalismo está destrozando y excluyendo a
grandes masas. La frustración y el odio son familiares.
La principal
aportación de Trump ha sido hacer mundial un movimiento que venía de lo
profundo de Estados Unidos. Tan de atrás que quizás venga de siempre, ya que
nunca se ha dejado de ejercer la violencia contra la población negra.
Lo de Trump no es
el final sino el principio de un nuevo tiempo, el tiempo en el que a los
intereses del capital les sobra la formalidad democrático liberal. En este
momento, a punto de ser nombrado presidente su rival demócrata, se dará un
cierto reflujo, la necesaria recomposición después de una gran derrota. Pero ya
está planteada su continuidad sin este personaje, con otros que nos
sorprenderán.
¿Y la izquierda?
Mal o regular, que no es lo mismo pero es igual. Gozo del privilegio de llevar
militando treinta años en la “crisis de la izquierda”. En los 90 combatíamos
por no desaparecer, porque el hundimiento del bloque soviético no significara
el final de la izquierda como en Italia. Un capitalismo triunfante, único, sin
alternativa, nos convertía en resistentes.
Pero no se
corresponde nuestra situación anímica con la realidad actual. Para la población
mundial es evidente que el capitalismo no puede dar soluciones viables a la
vida concreta, a la familia real, a la trabajadora en precario, al parado… No
es la crisis del capitalismo, ya que en cada crisis sale reforzado. Es la
crisis del pueblo que no ve esperanzas.
¿Vamos a permitir
que la extrema derecha se alimente de la trituradora que es el sistema
capitalista?
Excede de la
intención de este artículo plantear la revitalización de la izquierda. Pero es
seguro que o afrontamos urgentemente nuestros problemas, no aplazamos más las
soluciones, alimentamos el intelectual colectivo que son nuestras
organizaciones o nos comen, a nosotr@s, personas de izquierda, y transforman la
sociedad en un horror.
*Secretario
Político del Núcleo Centro de Sevilla del PCE.
Fuente:
https://www.mundoobrero.es/pl.php?id=10298
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