viernes, 29 de enero de 2021

NI SALUD, NI ECONOMÍA: SILLONES

 

NI SALUD, NI ECONOMÍA: SILLONES

Mientras la vacuna se suministra a cuentagotas, la tercera ola de la pandemia nos devora de nuevo. Centenares de muertes cada día y un debate falso. Se trataba de salvar sus cargos

GERARDO TECÉ

Es cansado. Son muchos meses ya, casi un año de una vida que no queremos. En occidente, al contrario que en otros lugares, solemos poder elegir más o menos la vida que queremos. No es esta. No es una vida de distancia social, de toques de queda, de restricciones en la movilidad. Es cansado.

Entrevista en la radio. Recién terminadas las fiestas de Navidad, el consejero de Salud de Extremadura se justifica al colocarse su comunidad en la cabeza del ranking nacional de la resaca post navideña. No lo vimos venir, se explica. Antes de las navidades los datos en Extremadura eran buenos, dice, los mejores de España: 145 casos por cada 100.000 habitantes. El dato que el consejero califica como “bueno” situaba a Extremadura cerca de lo que la OMS llama, en lugar de “bueno”, “riesgo extremo”. El dato sólo era bueno si lo medías en función de otras comunidades autónomas que estaban peor. En España es raro ver que alguien mida los datos del virus en función del virus. Es cansado, es agotador. Antes de las fiestas navideñas, el vicepresidente de la Comunidad de Madrid protagonizaba un titular de prensa: quiero que las familias puedan juntarse en Navidad. Aplausos. Era lo que queríamos escuchar en diciembre. Después de las navidades, el vicepresidente de la Comunidad de Madrid advierte: hay que distanciarse, muchas familias tienen a casi todos sus miembros contagiados tras las fiestas. Aplausos. Es lo que queremos escuchar en enero. Es cansado. Es agotador. Es irritante. La Junta de Andalucía exige que el Gobierno central decrete el encierro domiciliario. Sin embargo, la Junta mantiene abiertos los bares y comercios no esenciales. También permite la movilidad entre provincias si el motivo es que los cazadores vayan a disparar contra ciervos. Es cansado. Es agotador. Es insultante a veces. Salvador Illa anuncia que dimite. Se centrará ahora en las elecciones catalanas. Deja la dirección del Ministerio de Sanidad en mitad de la tercera ola, en lo que podemos llamar peor momento de toda la pandemia, no de forma figurada, sino con los datos en la mano. Que un ministro de Sanidad decida abandonar el cargo no debe suponer un problema real de salud pública. Que en su partido confíen en el “efecto revulsivo e ilusionante” que generará en el votante quien ha abandonado sus funciones en plena crisis, sí es un problema. Es cansado. Es agotador. Es decepcionante.

 

Una luz de esperanza aparece entre lo cansado, lo agotador, lo decepcionante y lo insultante a veces. Llegan las vacunas. ¿Alegría? A medias. Una dura polémica estalla en el minuto uno por una pegatina del Gobierno de España colocada en el palé en el que llegan las primeras dosis. El presidente de Extremadura y jefe del consejero de salud de los “buenos datos” siembra dudas en torno a la vacuna. Lo hace para maquillar la incompetencia del suministro en su comunidad. Las estamos inyectando despacio porque no nos fiamos, la investigación de esta vacuna ha sido demasiado rápida, explica el científico de prestigio mundial y presidente extremeño. Queremos esperar a ver cómo le sientan las dosis a uno de Huelva o de Salamanca y luego nos las ponemos. Mañana mismo, el presidente de Extremadura mandará un mensaje contra el independentismo: son unos insolidarios con el resto de españoles. Es cansado. Es agotador. Es ridículo. La campaña de descrédito contra las vacunas encuentra en España la mejor campaña de promoción posible: decenas de alcaldes, concejales, altos cargos militares y listos de turno deciden que les toca vacunarse antes que a la población de riesgo. No se me ocurre campaña pro vacuna mejor que ver a los más egoístas haciendo trampas para inmunizarse los primeros.

 

Mientras la vacuna se suministra a cuentagotas, la tercera ola de la pandemia nos devora de nuevo la salud y la economía. Centenares de muertes cada día. También hoy, cuando Oxfam publica su informe económico: el riesgo de sufrir pobreza extrema se ha disparado en España. El debate, como suele pasar en este país, era falso: no se trataba de salvar la economía o de salvar la salud, se trataba de salvar los sillones. Es cansado. Es desesperante. Es lo de siempre, con o sin pandemia.


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