CUTREZ BORBÓNICA
ANÍBAL MALVAR
Vamos a ver si nos aclaramos. Felipe VI le ha quitado la paguita a su padre, pero eso no significa que el actual monarca renuncie a recibir tal dinero del erario público, sino que se lo queda quizá para sus elefantes, sus balandros, sus corinnas y sus distracciones borbónicas en general. Sin embargo, Patrimonio Nacional y varios ministerios siguen manteniendo a Juancar a cuerpo de rey en Abu-Dhabi, con sus sirvientes cobrando una pasta cada vez que agitan el abanico, con el joyero que da lustre a la corona emérita cada mañana, con su médico personal (supongo) para las disfunciones eréctiles, con su probador rifeño de alimentos envenenados, con sus guardaespaldas para que cante tranquilo el I will always love you en la ducha, y con otros inimaginables lujos que no le hagan avergonzarse por pobre ante sus homólogos sátrapas saudíes. No me digáis que no es de tontos no ser monárquico, sobre todo si eres monarca.
En todo caso, no os
preocupéis. El asunto no tiene la menor importancia. De hecho, esta información
sobre los sustentos públicos que aun recibe nuestro exiliado emérito, y que
revelaron nuestros compiyoguis de eldiario.es para romper España y desatar en
hordas a la turbamulta mugrienta contra el orden establecido, no ha merecido ni
una sola línea en los cuatro grandes periódicos papeleros de España.
Y eso que hoy lo
tenían fácil, pues todos se vieron obligados a llevar a las rotativas el juicio
por calumnias y denuncias falsas contra el ex comisario José Manuel Villarejo
celebrado ayer en el juzgado de lo penal número 8 de Madrid. En la vista
comparecía Corinna Larsen (no sé si os suena), así que la ocasión pintaba
calva, como decían los tebeos de antaño, para meter un parrafito sobre el
delicado asunto de los erarios públicos que siguen tintineando en los bolsillos
del Emérito, a pesar de todas las evidencias sobre sus actividades delictivas y
sus paradisíacos millones extrafiscales.
Además de este
silencio mediático sobre los dispendios de nuestro gobierno hacia Juan Carlos
I, no acaba uno de comprender que un señor con pasta suficiente como para
regalar 65 millones de euracos a una novia se exponga a más escarnio público
para ahorrarse el sueldillo de tres camareros, ni que su hijo, El Preparao, se
lo permita. Nuestro presidente del Gobierno, el republicano monarquista Pedro
Sánchez, tampoco cayó en la cuenta de que era un poco arriesgado soltarle la
pasta al viejo rey a través del transparente Patrimonio Nacional, como si fuera
la Dama de Elche. Ni que Sánchez y sus peleonas ministras mantengan en la ignorancia
de estos manejos al vicepresidente Pablo Iglesias, como si fuera un simple
súbdito más, como nosotros.
Yo creo que incluso
los pirómanos republicanos más recalcitrantes aprobaríamos que Juan Carlos I
tuviera una escolta permanente, por seguridad, a costa de los fondos públicos.
Sobre todo conociendo su amistad con algunos de los mafiosos más reputados de
la reciente historia del planeta. Por poner un ejemplo, Abdul Rahman El Assir
Kassar, conocido traficante de armas, supuesto habitual compañero de cacerías
del Emérito hasta su caída en desgracia y fuga, y también presunto gran amigo
de la dinastía Aznar: fue uno de los invitados más perseguidos por las cámaras
del cuore en la boda entre Alejandro Agag y Ana Aznar en El Escorial. Ya os
digo. Con estas amistades, nuestro Juancar necesita protección, y si me
sujetáis un momento el cubata yo se la pago con el erario público, coño. Pero
que le sufraguemos un séquito para que le ate los cordones de los zapatos,
cargue en el zurrón los elefantes cazados y le enfríe los dry martinis, ya me
parece excesivo.
La conclusión que
uno saca de esto es que, seguramente, nuestros borbones son un poco cutres. Les
cuesta rascarse el bolsillo. Y eso de pagarse ellos mismos la servidumbre no
les entra en la cabeza, quizá a causa de la falta de riego por la onerosa
presión de una corona, que, paradójicamente, cada día les queda más grande.
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