EL ESPERANZADO
Cuento
José Rivero Vivas
Del libro:
EL EUNUCO
José Rivero Vivas
Obra: C.07 (a.07)
(ISBN: 978-84-9941-057-9)
D.L.
2348 – 2009:
Ediciones IDEA,
Islas Canarias.
Diciembre de2009
__________
Tenerife
Islas Canarias
Junio de 2020
_______
José Rivero Vivas
EL ESPERANZADO
_______
Su impotencia
recrudece y amengua su pasión de vida.
“¿Qué puedo hacer
para salir a flote?”.
Olvidó en la isla aquel tesoro hallado cerca del monte y carece de recursos para paliar su ruina. Así pasa las horas embebecido en la persecución de método ideal que le permita circular libremente por entre un mundo de dificultades y obstáculos. Su pensamiento rueda a distinta época de su historia anhelando descubrir en lontananza vestigios de quienes un día lucharon a su lado. Pero fue tan cruel la reprimenda que dio a los muchachos, que no confía en avenencia posible, aunque se produzca el reencuentro fortuito. Perdió hilo en lo que hacía y ordenó el castigo, Desde ese instante se ve desposeído de armonía y concentración, y lo siente de verdad. En fin, no consideraba llegada la ocasión de recordar zarandajas ocurridas una vez como si fueran pensamientos dignos de tenerse en cuenta para la posteridad.
Su mente es un
torbellino donde naufragan sus ansias de entender cuanto acaece en torno. Su
fantasía se ha esfumado junto con su sentido de la realidad. Vive fuera del
tiempo y se encuentra inmerso en él cual si fuera barco y pez y anduviera en la
mar.
Sin embargo, se
acabó en sí mismo el hombre que otras veces solía soñar. Ahora, con la realidad
frente a frente, al costado y por detrás, es imposible que sueñe. Dormir
quisiera profundamente, aunque no obtiene el descanso por más que lo desee y se
tumbe en la cama tratando de cerrar los ojos cuanto precisa. Pero soñar, no
sueña: ni despierto ni cansado ni acostado ni durmiendo. Ni aun andando sueña,
cosa que antes solía. Iba de paseo a lo largo de aquella tétrica avenida y su
pensamiento le saltaba delante mismo, yendo de piedra en piedra cual si cruzara
un arroyo, un torrente o franqueara un manantial. Hoy, en cambio, va sentado en
su poltrona y no intenta moverse por temor a desvarío, a extraviarse en el
camino o descarriar el sendero.
“Qué falta me hacen
mis sueños. ¿De qué vivir, si no encuentro pie ni cabeza en este desbarajuste
que me rodea?”.
*
No quisiera verse
incluido en párrafos clandestinos de revista humorada, y piensa ¿cuántos años
ya sin hablar de amor? Fue el decurso tan veloz que diluyó el encanto de las
mujeres amadas lo mismo que el de aquellas a quienes adoró a cambio de una
sonrisa nunca a él dirigida, quizá por no representar valor alguno para ellas
ni tampoco para quienes figuraron entre los mejores y aun los peores
ejemplares, sin saber a qué atenerse ni poder desdoblar el encanto aquel que
prodigaron las voces elocuentes de las sirenas cuando embrujaron con su son al
osado navegante de la antigüedad.
“Vengan las voces a
mí, y calle ese trino canoro de ave alegre en el portal.
“Ya oigo la voz,
Qué bien canta. Me entristece la melodía que entona; no obstante, persevero
junto al aparato oyendo el aria ensoñador.
“¿Me gusta la
música? No sé. Escucho porque me hace sentir. Nada más. Me importa un comino si
hago bien o no en escuchar siendo profano.
“La voz es formidable.
Canta divinamente. Conste que no aguardo a que el crítico de turno diga mañana
si la soprano posee voz cálida, timbre nacarado y amplia tesitura. Me gusta, y
la escucho. Si canta Norma, Don Carlos o Manon, es algo que no me inquieta.
Sigo su canto y en breve trataré de familiarizarme con la obra que esta noche
interpreta. Eso, si no me canso antes y me voy a la cama dejando la radio
encendida para coger mejor el sueño.
“Ay. No va a ser
posible. Ahora mismo estallan los aplausos. Qué éxito”.
Continúa pues en la
brecha de afianzar leyes y argumentos donde apenas existe un mamotreto rocoso
sobre el que apoyar el brazo encima del hacedor enigmático de todo ambiente
terreno ubicado más acá del enjuiciamiento espontáneo desarrollado antes de la
conquista del reino abrupto por huestes de Menelao el Asombroso, único rey
existente en los anales de la Historia.
*
Vuelve a sentir
fiebre en la avenida maloliente por donde transita y pasea el capitán de barco
llegado de más allá del horizonte.
Se halla hundido en
la monotonía que marca el ruido de esa máquina torturadora, funcionando día y
noche, sin parar, junto a la cabecera de su cama. No basta para subvenir a sus
necesidades que se zambulla en mitad del océano nostálgico que anega su
espíritu. Tiene que pechar con la adversidad. Salir fuera es su deber inexcusable
y su obligación urgente. Ha de ir más allá de sí mismo para convertirse en
individuo práctico y eficaz, de manera que puede ir adelante en esa singladura
arriesgada y sin alivio. Tendrá que vivir sufridamente y abnegado aguantar para
que no lo aplaste la pobreza ni lo sepulten las aguas procelosas del océano que
admira.
Perdió noción de
las cosas reales para encontrar el enfrascamiento idóneo de la imaginación y la
fábula. Todo en vano. Transcurren los años y aún permanece en la claridad
medianera que le proporciona el bajo dintel de la puerta que da acceso a la
muralla levantada para impedimento brutal de quien ambiciona ir más allá de los
límites que establece el juego.
“Si pudiera
quedarme quieto pensando en cuanto añoro... Pero no va a ser posible. Pude
hacerlo antes, cuando apenas tenía veinte años, o tal vez cumplía cuarenta.
Quién sabe. Vivo sin edad, y no alcanzo a distinguir las diferentes etapas de
mi existir. Hasta cierto punto soy capaz de adaptarme y soportar mi destino sin
apartarme en mi línea ni abandonar mi quehacer”.
Hoy, al cabo del
tiempo, se sienta en ese muro y contempla el transcurso del día sin participar
en andadura alguna que merezca ser contada cuando el presente sea historia y
los hombres se afanen en averiguar su incógnita por cauce de investigación y
tertulia.
*
¿Para qué le valen
esas reflexiones que de palabra vierte frente a la inmensidad marina, que
parece escucharlo, aun cuando nunca conteste, como no sea con el estallido de
las olas batiendo constantes contra el tajamar?
Son incontables los
meses de desasosiego. El furor le come. Precisa calmar sus ímpetus si quiere
evitar un descalabro en su norma y conducta. Y es que su comportamiento le
duele a menudo. Pero hubo de mostrarse inflexible y duro para no caer bajo la
tenaza de la tiranía que a su alrededor se implantaba. Sabe que actuó excedido
en su celo y se echó fuera de sus lindes, que sus dominios eran otros y su
acción debía constreñirse al reducido campo que la ley le otorgaba como morada
a miembro desheredado de afanes puros. Por eso hoy su encierro es más encierro,
pese al dilatado espacio que de continuo trilla. Tres carceleros vigilan su
permanencia en las celdas del castillo. Aun sin salir de entre rejas, alguien
advierte su desplazamiento y grita exigiendo su presencia. Todavía no ha
logrado moverse cuando ya el segundo reivindica lo que el primero y suena la
voz del tercero entonando parecida cantilena.
Necesita mejorar, y
le será difícil. La situación empeora por momentos. Tiene que buscar remedio si
no quiere verse arrastrado a la miseria abominable. Son muchos los años que
cuelgan de su aventura y aún no ha tropezado el filón de oro con que llenar sus
arcas y enriquecer su solar. Por ello tiembla ante la idea de caer más abajo
sin tener un ochavo para sufragar expensas de cobijo y manutención. ¿Cómo
conseguir dinero con que satisfacer gastos mínimos de viejo caduco sin retiro
ni refugio que le permitan sobrellevar los años restantes de vida y enfermedad?
“No tengo ya ganas
de continuar pensando. Mis problemas son tantos que sobrepasan mi entereza. No
puedo dedicarme a lo que siempre he sido dado porque mis energías acaban. Tengo
además el espíritu magullado. Todas las fuerzas actúan contra mí y no hallo
manera de imponer mi criterio frente a esta muralla altísima que amenaza ruina,
pero no se resquebraja y nunca cae por más que sus piedras estén corroídas por
el agua salada y el musgo que daña su superficie pulida durante infinitos
años”.
Perdida la
facilidad de invención, nada le resta por hacer en este mundo. La mente se le
ha fugado detrás de su última quimera y está empecinado, sin fantasía ni
imaginación ni facultad ninguna que le inspire trama para su cuento ni
argumento para su novela ni mucho menos le proporcione episodios para su
historia. Hundido va consigo en una barcaza sin remos, sin velas y sin motor
que la impulse sobre las olas para embarrancar en cualquier playa, estrellarse
contra el acantilado o quedar encallada sobre las rocas.
*
Una tenue columna
de humo fue la señal de llegada. Luego surgió el velamen, el puente, el casco,
las aguas... El barco estaba ya en la bahía, y los marineros sin faenar el
atraque.
¿Qué pasaba?
Motín a bordo.
Y la máquina en marcha.
*
“Mi espacio ha sido
siempre invadido por ruidos extraños capaces de desequilibrar mi natural ya de
por sí precario y quebradizo”.
De nada vale que se
ponga triste y lloricón. Se vive con ansias, o se abandona la vida. Estar
siempre sobre el lamento es cualidad de poca altura. Si no se tiene raigambre,
vale más callar, recoger llanto y amargura y no llenar el vacío de quejumbre y
desolación. Partirse el alma no procede. Es preferible dejarla entera y que
more en su rescoldo tibio antes que lanzarla al espacio rogándole que no
vuelva.
“Seguiré pues
rodando pendiente abajo hasta perderme en la oscuridad mayor”.
Está asfixiado.
Imposible continuar en pareja situación. Lo vence la grima. Ya nada le es dable
en este estado de cosas que en torno suyo acaecen.
Pero sus años más
felices no han venido todavía, y tiene la esperanza de que un día lleguen, aun
cuando exista opuesta voluntad, lista para interferir en su proceso.
“Han de arribar una
vez, y entonces cantaré, como nunca, mi mejor canción de amor”.
*
Entrado que hubo en
el puerto, el buque quedó varado frente al dique sur, exactamente en la
explanada que da acceso al muelle de ribera.
“vivo en un barco
encallado
en el fondo de una
cesta
navegar es imposible
pues no hay agua en
derredor
el río no es tributario
ni es afluente mayor
el lago es sólo un
estanque
de mínima dimensión
mis sueños de marinero
perecen en el olvido
que no hay forma de
hacer rumbo
si no me lleva mi nave
cuesta arriba de la mar
pero aun estando varado
el barco funciona a
tope
y ruge su maquinaria
de la mañana a la noche
loco estoy
ensordecido
y al contramaestre
imploro
silencio
silencio sólo
para poder
descansar
para dormir
y soñar
para reposar tranquilo
y vivir sin miedo
alguno
de enfermedad
desvarío
ensoñación y dilema
las máquinas se
enfurecen
cuando el gas las
acelera
y humea negro carbón
la gigante chimenea
nadie me pregunte si
vivo mejor o peor
todos suponen morar
en terrenal paraíso
pese a que ruido y
sordera
conjuntan un laberinto
que no se oye ni se
siente
pues no hay quien emita
un grito
y mi barco en la ribera
se mueve a ritmo y
compás
de un rumbo disparatado
que no acierto a
definir
por más estudio que
intento
sobre la carta marina
un vendaval lo sacude
sin abandonar la costa
los bandazos son
extremos
los mástiles se
estremecen
silban arriba las
jarcias
las velas desmanteladas
hinchan sus fondos
vacíos
y el bergantín se
desplaza
por sobre piedras y
barro
acunándose garboso
majestuoso y erguido
navego
no estoy soñando
me encasqueto la visera
y me afianzo en el
timón
renazco
vibro presa de emoción
vuelvo a ser lobo
marino
mas ay
poco dura la ilusión
una ráfaga de viento
llena mis ojos de arena
y mi cerebro oscurece
al abrirlos nuevamente
advierto que mi quimera
lánguida se desvanece”
*
Un silencio no
habitual se produjo en un momento. La expectación cundió en los curiosos, y
todas las miradas convergieron en el puente. Mas, el capitán no asomaba. Su
presencia no existía, y pese a ser reclamado, el hombre no acudía a cumplir con
su deber.
El silencio tomó
cuerpo otra vez, y el tiempo discurrió pausado y lento.
De pronto surgió el
tropel. Un nutrido grupo de marineros irrumpió en cubierta. Arrastraban con
ellos a la oficialidad.
Cuando estuvieron
arriba, uno de ellos, erigiéndose en representante de los demás, tomó la
palabra para explicar los acontecimientos y coordinar la acción. Luego, tras
breve arenga, buscando animar a la tripulación sublevada, ordenó que los mandos
fueran depositados en tierra sin dilación.
El barco zarpó en
seguida rumbo a puerto desconocido. Su silueta quedó un instante confundida en el
horizonte, y ya nunca más se supo de su rebelión ni de sus distintas travesías.
Los oficiales se
apresuraron a desaparecer del contorno sin aguardar orden escrita que les
dictase norma a seguir. Y nada más se hubiese sabido de aquella gesta de no
quedar el capitán como testimonio absoluto del atropello cometido contra su
persona, suceso imperdonable ocurrido un día aciago que oscureció su memoria.
*
“Mi espíritu estaba
abocado a ser algo más que barruntos de un alma errante. ¿Qué soy? Nada. Ni
siquiera hombre como debiera. Me azoto yo mismo por no haber roto la cabeza de
quien más tarde me arrebató la nave de mi ensoñación. Ecos lejanos de la mar me
llaman a destiempo en esta callada melancolía que de continuo se me adueña. Tal
vez la tristeza que me proporciona esta visión sea causa de que no olvide en
conciencia hechos odiosos acaecidos para mi mal.
“Mas, ¿cómo olvidar
si es permanente el recuerdo? Imposible. Mi mente está anquilosada, sin
porosidad ni entendimiento. No consigo evadir ese punto fijo que absorbe mi
interés y descompone mi tino. Esta situación se prolonga demasiado, con lo que
aumenta su vigencia ante mí y al final trastorna mi compostura.”
No puede el hombre
hilar cosa con cosa, pero siente ganas irreprimibles de hablar aunque su
pensamiento se disperse entre las brumas de su agotado cerebro. Qué importa si
su charla es monólogo y éste resulta discurso majadero de ególatra empedernido.
Lo importante es que mientras habla, desahoga y mata el desconcierto que está
acabando su vida. Pero no tiene tema que alegar y se encierra el santo día en
declarado mutismo sin apenas reflejar cuanto abriga en su interior, cual si
temiera que hicieran irrupción inesperadamente los sucesos acontecidos
entonces.
“Temer, ¿por qué?
Si he de enfrentarme a quién sea, ahí están los hechos”.
De esta manera va
empujando fuera de sí la poca inclinación que siente de ponerse a contemplar la
marea desatada, que nunca le infundió pavor y ahora lo mantiene arrumbado en
perenne varadura.
“Si no me cayeran
encima los enredos que confunden mi aparejo, fuerzas tendría para desechar
males que me baldan; pero la traición desguazó mi atuendo, y desnudo fue
imposible alcanzar la meta prevista para antes del amanecer. Luego...”
Tiempos penosos
atraviesa. Si no logra afianzar los pies en la tierra, la caída será tremenda.
Unas horas de sueño no suponen descanso suficiente para llevar a cabo una tarea
que incrementa su peso ostensiblemente, y él no cuenta con fuerzas para
emprender vuelo hacia el origen del viento... Su debilidad le obliga a quedarse
quieto en el mismo sitio aunque deje pasar la gran oportunidad de su vida.
“Me importa lo
mismo si no avanzo que si vienen a buscarme y me niegan navegar”.
*
Hoy, pasados los
años, todavía pasea el capitán por horrorosa avenida, atisbando el horizonte,
en espera de que un día aparezca su barco, reclamando su presencia, el aporte
de su sabiduría y su experiencia para surcar los océanos y terminar su deriva.
____
José Rivero Vivas
EL ESPERANZADO
Del libro:
EL EUNUCO
José Rivero Vivas
Obra: C.07 (a.07)
(ISBN:
978-84-9941-057-9)
D.L. 2348 – 2009
Ediciones IDEA
Islas Canarias.
Diciembre de2009
__________
Tenerife
Islas Canarias
Junio de 2020
_______
No hay comentarios:
Publicar un comentario