TELÉFONO ROJO, ARRIMADAS AL APARATO
JUAN CARLOS ESCUDIER
Como sabrán, la
última esperanza de impedir la subasta de España, la liquidación de la
soberanía nacional, el fin de la igualdad y otras calamidades cósmicas se llama
Inés Arrimadas. Tras confirmar que Pedro Sánchez vuela hacia la Moncloa con las
bombas atómicas de sus pactos de investidura, la futura lideresa de Ciudadanos
ha descolgado el teléfono rojo y a estas horas debe de seguir al aparato. Seis,
siete, cero, nueve… ¿Está Emiliano? Que se ponga.
El de Arrimadas es
un loable intento de salvar a la patria que no debería caer en saco roto. En
vez de crear un grupo de whatsapp, que muchos podrían abandonar al descuido o
no leer sus mensajes porque usan Telegram, la dama de los liberales ha preferido
el contacto directo con sus interlocutores que, en un primer momento, iban a
ser los barones socialistas pero que luego ha ampliado a los dirigentes de
partidos regionales que tenía en su agenda. Una llamada puede ser la diferencia
entre una nación de ciudadanos libres e iguales y una federación ibérica de
naciones o algo peor.
Según cuentan
algunas crónicas, lo que pretende Arrimadas desde su call center improvisado es
que el viejo PSOE, representado ahora por un puñado de sus más vistosos
dinosaurios y por varios líderes territoriales aquejados de urticaria por los
acuerdos de investidura, ejecute un tamayazo a lo bestia, de manera que un
puñado de diputados del partido con sentido de Estado voten no a la investidura
de Sánchez y desbaraten sus planes de trocear España como un roscón de Reyes.
Traición contra traición. Esa es la sorpresa del dulce.
Ante lo desesperado
de la situación y conocida la querencia sanchista a las felonías para
mantenerse en el poder, no acaba de entenderse por qué los propios diputados de
Ciudadanos no hacen el sacrificio de votar a favor de la investidura para
sortear así la trampa del independentismo y poner a salvo al país y a su
vajilla. Eso es justamente lo que le han reprochado por twitter los dirigentes
socialistas a los que iba a telefonear y que siguen resignados a que en algún
momento entre hoy y el día 7 les suene el móvil y sea el implorante spam de
Arrimadas.
O estamos en
peligro o no lo estamos, que diría Shakespeare. O no debemos preocuparnos
porque, tal y como nos ha explicado Teodoro García Egea muy claramente y sin
huesos de aceituna en la boca, no habrá ni referéndum ni independencia porque
el PP siempre estará ahí como un muro de contención y no permitirá que se
cambie ni una coma de la Constitución, o nos espera un abismo insondable. En
este último caso, no cabría mayor gloria que facilitar a Sánchez la formación
de un Gobierno que no dependiera de los enemigos declarados de la patria, un
sacrificio que, a buen seguro cantarían trovadores y juglares, muy necesitados
de nuevas hazañas a las que poner música con sus flautas, címbalos y chirimías.
Tan incomprensible
como lo anterior es que, ante la legitimación del separatismo y la consiguiente
humillación nacional, que en buena lógica debería haber sido recibida con
alborozo al norte del Ebro, el bloque independentista esté a punto de hacerse
añicos. Si el pacto entre el PSOE y ERC, con su mesa de Gobiernos y su
consulta, rompe España, ¿por qué a Torra le sale humo por las orejas? A ver si
Arrimadas hace alguna llamada más y nos lo explica.
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