SIN VASELINA, POR SUPUESTO
JORGE BEZARES
Pareciera que el
testamento de Franco, que pretendía dejar un país atado y bien atado, no estaba
ni tan muerto ni tan enterrado, y eso que a su autor le han dado cristiana (¿?)
sepultura hasta dos veces.
Y digo esto por la
virulenta reacción que las derechas españolas y el quintacolumnismo socialista
han tenido tras el acuerdo de Gobierno alcanzado entre el PSOE y Unidas
Podemos, y las negociaciones en curso de los chicos de Ferraz con ERC para
lograr la investidura de Pedro Sánchez.
Ya se sabía que las
derechas no iban a bajar el nivel de mala leche: Aznar repite y repite sus
burradas neoliberales como beben y vuelven a beber los peces en el río, y sin
mover el labio superior. Puro funambulismo facial: el circo siempre vuelve por
Navidad, dulce Navidad.
En las izquierdas,
como ya ocurrió en el pasado, Felipe González abrió las hostilidades con unas
declaraciones muy feas, donde, además de jurar en arameo contra el pacto de las
izquierdas, reconoció con muy mal estilo que ni siquiera había felicitado a
Pedro Sánchez por la pírrica victoria en las pasadas elecciones legislativas.
Al jarrón chino le
va a dar un día de estos un empachón de soberbia.
Le siguieron
Alfonso Guerra, Juan Carlos Rodríguez Ibarra y otros clásicos del
quintacolumnismo de 13TV como Joaquín Leguina, José Luis Corcuera o Nicolás
Redondo Terreros, así como los habituales puyazos del Cochero de Drácula Lambán
y del Curita Page, que son dos grandes especialistas en tocarle las pelotas y
en darle abrazos de oso a Pedro Sánchez, según soplen los vientos electorales.
Hasta un
manifiesto, que lleva el pretencioso título de La España que reúne, ha
congregado a exdirigentes socialistas, entre ellos a Pepote Rodríguez de la
Borbolla, algunos de los mencionados y algún novillero del socialismo
democrático de los años ochenta.
Pepote está tan
vinculado a la Junta –de hecho, fue presidente de la misma tras cargarse Felipe
y Guerra a Rafael Escuredo-, y ahora coincide menos con sus conmilitones que
con Juanma Moreno Bonilla, el actual inquilino de los billetes en Casa San
Telmo, que aboga en una entrevista de ‘me alegra que me haga esa pregunta’ por
un Gobierno de coalición entre el PSOE y el PP pero sin Pedro Sánchez. A su
juicio, no da la talla pese a medir casi dos metros.
Y me llevo 33;
mejor dicho, se lleva 33, claro. Ya nos entendemos sin necesidad de que medie
la buenaventura.
Aunque no dudo que
algunos de estos críticos, que añoran por lo visto que Eduardo Madina regrese a
la primera línea política para intentar que el PSOE se convierta en la cuarta
fuerza de las derechas o directamente en izquierda extraparlamentaria- estén en
contra del Gobierno de coalición por pura y profunda convicción.
Históricamente,
siempre ha existido un odio tibetano entre socialistas y comunistas, excepto
bajo el mandato de Negrín durante la Guerra Civil, cuando los comunistas fueron
los más leales con el presidente socialista del Gobierno de la II República en
los últimos años de la contienda.
Pero otros muchos,
quizás demasiados, responden a los intereses de la derecha económica, que está
en manos de los grandes bancos y otras empresas portaaviones del Ibex-35, que,
a su vez, controlan la mayoría de los grandes medios de comunicación, incluido
Radio-Taxi.
Los periódicos, con
más Trampas que el Virginiano, están entregaditos a esta campaña por
desacreditar la coalición de izquierdas antes de iniciar su andadura. A veces
se les va el ‘boli’ y la cabeza y se leen o escuchan verdaderos disparates.
El otro día un gachó,
en una tele que se baña con agua bendita, llegó a pedir un tamayazo contra
Pedro Sánchez. Toma ya: finura siciliana en el corazón de Madrid.
¿Y Cebrián? Sus
artículos parecen guiones de películas de terror territorial, con Pedro Sánchez
como William Munny.
Y no son pocos los
que, un día sí y otro también, calientan el ambiente entre el Rey y el
presidente del Gobierno en funciones a ver si explota de una vez el Borbón y se
marca un discurso en modo 1-O o peor. ¡A por ellos! ni más ni menos.
Aunque, como es
sabido, la política económica la marca y la remarca en lo más esencial la CE,
la presencia de podemitas les da para inventarse una ducha terrorífica de
economía bolivariana, con privatizaciones, comunas, alós presidente y gulags al
ajillo.
Como en la
administración vellones tienen el campo de la fake news reducido al más
absoluto de los ridículos por el marco europeo, pues ahora están más centrados
en inventar todo tipo de embustes sobre las negociaciones entre el PSOE y ERC
para la investidura de Pedro Sánchez.
Que si va a aceptar
la autodeterminación, que lo del referéndum está hecho, que la independencia es
el pago por la investidura, que los presos están ya en la calle, que el Barça
va a ganar la Champions League en virtud al pacto de Frankestein 3.0, que Messi
tiene garantizado el Balón de Oro por más de lo mismo…
Pero lo peor está
por llegar. Cuando empiece a tomar el Gobierno de coalición decisiones por
derecho para beneficiar a las clases medias y trabajadores y a los caninos más
caninos esta lluvia fina de inventivas, calumnias y gilipolleces crecerá
exponencialmente, y las discrepancias serán crisis de Gobierno en lo que tarde
en procesarlas un consejo de administración de un gran banco.
Un ruido continuo
para que la coalición muera por asfixia, para que la España progresista acabe
cautiva y desarmada y para que las derechas gobiernen de nuevo con Casado y
Abascal mandando y Arrimadas de jarrillo lata.
Eso sí, veremos a
ver si al final, como dijo Ken Follett, solo van a conseguir que Cataluña coja
antes de lo previsto un puerta y calle de España.
En fin, lo dicho,
un país atado y muy bien atado para que manden y manguen los de siempre.
Ojalá por una vez
un Gobierno de izquierdas funcione como un reloj de pared y se lo podamos meter
por el culo a estos sinvergüenzas que nos quieren robar la democracia para
convertirla en una mordida.
¿Cómo debería ser
la operación política-relojera? Sin vaselina, por supuesto.
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