A contracorriente
HISTORIA DE DOS MUJERES
Enrique
Arias Vega
Reto a los lectores a que me digan el
nombre de la nueva presidente de la Comisión Europea que asistirá a la
conferencia sobre el clima de Madrid. Muy pocos sabrán que se llama Ursula von der Leyen. En cambio, casi
todos conocen el nombre de Greta
Thunberg, la adolescente que ya es la absoluta protagonista de esta cumbre
mundial.
Sea cual fuere la ideología de cada
lector,
admitan que resulta paradójico que se ignore quién es la presidente de
la Europa comunitaria, una mujer con más de veinte años de importante carrera
política a sus espaldas, mientras se conozca y se admire a una niña de 16 años
sin más currículum público que su síndrome de Asperger, una variedad de
trastorno obsesivo compulsivo.
Se puede argüir que tampoco tenía en
su día demasiados méritos académicos la humanitaria madre Teresa de Calcuta para merecer la atención pública, pero es que la
trayectoria ejemplar de toda su larga y fructífera vida contrasta con el
brevísimo fogonazo de protagonismo absorbente del que está gozando la idolatrada
niña Greta.
No tiene por qué ser culpa suya, por
supuesto. Tampoco debe atribuirse en exclusiva a la hábil capacidad comunicadora
de sus padres, quienes ya están preparando a la hija menor, Beata, de 14 años, para que pronto tome
el relevo de su hermana.
De lo que se trata, en gran parte, es
de la creación de mitos espectaculares y mediáticos por parte de una sociedad
ávida de figuras a las que admirar. Y no me refiero sólo a la nueva santería
musical o deportiva, que al menos se lo curra con creaciones y capacidades que
se escapan al común de los mortales, sino a simples figurones de la telerrealidad, como las famosísimas y triviales
hermanas Kardashian, por ejemplo.
Es que esta sociedad extremadamente consumista,
de valores morales evanescentes, vertiginosa y mudable en su mitomanía, está
necesitada de ideologías reemplazables y en rápida obsolescencia. Por eso, para
ella Greta representa la frágil caducidad de un presente en mutación y la
imagen de ese futuro incierto y azaroso que se avecina.
De ahí el éxito sin paliativos de la
marca comercial Greta, más allá del previsor y loable mensaje que ella encarne.
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