DUNIA SANCHEZ
Las clases de la
rutina han terminado, es hora de pasear, de esbozar los pulmones con la madre
naturaleza con la condición de una hora de llegada. Agatta, Anne , Delfina
apartadas. Las compañeras no quieren relación con quien ha se ha saltado las
reglas, con quien el pecado es seña en sus rostros, no quieren ser atentadas
por sus familias. Los rumores corren y corren, da igual donde estés porque todo
llega con lengua de fuego, con lengua podrida exagerando cualquier suceso.
Anne, Agatta y Delfina separadas toman
la dirección del bosque. Ah, ese bosque atrayente, las imanta como fuerza
brutal en el interrogante quien es ese hombre.
Ahora, que la tarde no anda con prisas de ser capturadas por la
oscuridad, por sus sombras ambulante en el terror se adentran en el. No se
acuerdan donde está casa pero el lugar no es muy grande, tienen que
descubrirla. Hay algo que se balancea en sus vientres, no es limpio esa persona
aislada , estancada en el pasado. Algo esconde, algo muerte la conciencia de
estas muchachas que las lleva en su búsqueda ¡OH, el otoño¡ saltarín cuando el
sol toma y expulsa un cielo plomiza. Se respira una atmósfera cuidadosa, el
monte verde luce su esplendor , un esplendor que las cautiva ¡Oh, ese olor¡ a
humedad y hojas que caen en lo rara de esta estación. Sin conversación avanzan, tienen que
encontrar ese jardín desbaratado, amenazante. No, no tienen miedo. El encierro
que cayó sobre ellas las ha hecho jóvenes maduras, jóvenes agazapadas en una.
Sí, son una, no han comentado nada. Han podido de resurgir de la dureza de la
tortura. Se dejan ir, en alguna de ese boscaje ha de estar la casa, el jardín.
Se han fijado bien en el camino de vuelta y antes de la noche tienen que
hallarla. Hallar a ese anciano movido por la dejadez, por harapientas formas de
dialogar con otras gentes. Ellas saben que son mujercitas, apartadas de todo
círculo de la verdad ¿puede ser eso por ese trato de la noche anterior? Dudan, qué
buena es la duda, incrustarse desorientadas del porqué esos modos. Parece que
el bosquecillo se desaloja de grandes arboledas, un espacio encerrado en el
tiempo estático aparece antes ellas. El jardín, límite entre el misterio negro
y la verdad. Ellas presienten algo, algo no bueno sino nefasto. Parece que no
hay nadie y se van acercando a la casa. A medida que avanzan escuchan como un
llanto. Se paran, hacen una pausa y respiran hondo. Un llanto que no es
masculino. Un quejido como una fiera caída en una trampa ¡Oh, el otoño¡ que
guardas cariño en tu oscuridad, se luz que alegre a los corazones. Así, como el
día de hoy, soleado, cargado de estímulos superiores que nos lleven , que nos
traigan buenas noticias….CONTINUARÁ
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