ANA ROSA Y LA BIODRAMINA
GERARDO TECÉ
Cuando se conoció la fecha de la cita, alguien que no pudo estar más acertado lo describió como la última pantalla del videojuego en la que Sánchez tendría que enfrentarse al monstruo final. Tras su larga gira por medios de comunicación haciendo repaso de insultos y mentiras vertidas contra su persona, el presidente del Gobierno llegaba al cuartel general de la derecha española. El plató de Ana Rosa Quintana, la reina de las mañanas, se vestía de gala para la gran batalla que debería enfrentar a la cabeza de la lista del bloque de derechas contra su principal rival en lo que es ya, tras el de Pablo Motos, el segundo gran debate electoral entre candidatos para estas elecciones del 23J.
El formato,
diferente al de El Hormiguero, obliga al entrevistado a sentarse en un sillón
situado junto al de la presentadora y jefa de campaña de la derecha del que
solo le separa una mesita baja generando la sensación de saloncito donde
mantener una charla íntima. La charla, de todo menos íntima, ya que el objetivo
era batallar ante la audiencia, será una de las últimas que se celebrarán en
ese plató con Ana Rosa de protagonista. Una vez pasadas las elecciones, y ante
la previsión de que con un gobierno bifachito Telecinco pueda por fin
permitirle descanso matinal a Ana Rosa y pasarla a las tardes, ese espacio de
la mañana lo ocupará Ana Terradillos, que, como Ana Rosa, tiene el sello de
confianza que otorga haber participado de la cacería de las cloacas contra la
izquierda.
Las 9 de la mañana
no es buena hora para poner la tele. En los arranques de Podemos, allá por el
pleistoceno, un responsable de prensa de los morados me reconocía que habían
renunciado a la batalla por las mañanas. No se puede. Los programas de la
mañana son un estercolero en el que es imposible colocar un mensaje medio
serio, me decía. Lo que pasó a continuación te sorprenderá. Frente a ese
estercolero, obligado por el oficio, se sentó esta mañana quien escribe con un
zumo de naranja y una tostada en el cuerpo, que empezaron a revolverse al poco
de comenzar la supuesta entrevista y comprobar que no se trataba de eso, sino
de otra cosa. Ana Rosa había aprendido bien la lección de lo sucedido en El
Hormiguero, donde un presentador de entretenimiento se sintió con altura como
para enfrentarse mano a mano a un presidente del Gobierno con dramático
resultado. El error de Pablo Motos, descubrió Ana Rosa, fue dejarlo hablar. Fue
que la palabra ocupase de forma peligrosísima el espacio que, por el bien de
España, debe ocupar el ruido. Y de ruido ha ido esta pesadilla mañanera.
Con una habilidad
difícil de ver –por eso quienes poseen el don cobran los sueldos que
cobran–, Ana Rosa preguntaba y cuando
Sánchez comenzaba a responder Ana Rosa murmuraba, interrumpía o directamente
lanzaba otra pregunta que nada tenía que ver ni con la conversación ni con, en
general, la realidad. Hola don Pepito. Hola don José. ¿Pasó usted por mi casa,
que está llena de okupas? Bueno, la okupación en España… ¿Está en riesgo España
por culpa de Bildu? Si me deja que termine con su pregunta sobre la
okupación... Hablando de terminar, ¿qué hará cuando termine su mandato? Ahora
le respondo, pero tengo que responderle antes por los okupas y por Bildu. ¿Es
Bildu el okupa de la nación española?
Tras largos minutos
de un presidente del Gobierno intentando responder preguntas recibidas y la
autora de las preguntas esforzándose porque no obtuvieran respuesta –esto en
las facultades de periodismo no se lo vieron venir–, el zumo y la tostada
comienzan un baile parecido al que sucede en el estómago tras un viaje en
montaña rusa. Un viaje de sensaciones que acaba conectando estómago y cabeza,
provocando una sensación de mareo y fatiga que no tienen tanto que ver con lo
ideológico como con lo sensorial. Ver a una periodista saboteando su propia
entrevista hizo que, aquí el que escribe, tuviese que levantarse a echarse agua
a la cara y coger fuerzas para volver a sentarse frente a escenas que, como en
La Naranja Mecánica de Kubrick, requieren de pinzas en los ojos para doblegar
la natural inercia de cerrar los ojos, apagar la tele y lanzarla por la
ventana.
La crónica más
honesta de esta entrevista es que no existió tal cosa, sino una serie de
estrategias baratas por parte de la presentadora que explicarían por qué hasta
los más fieles consumidores de montañas rusas van abandonando su fidelidad para
colocar al espacio estrella de Telecinco en mínimos históricos de audiencia. En
algunas de las escasas opciones en las que Ana Rosa, agotada de sí misma,
descansaba unos segundos, el presidente del Gobierno que debió ir en ayunas en
vista de que no acabó vomitando y con los pies en alto en aquel saloncito
íntimo, aprovechaba para colar sus mensajes, que no eran diferentes a los de
toda su gira mediática llamada “arregla en un mes lo que abandonaste cuatro
años”. Se ha generado una burbuja del sanchismo atribuyéndome todo tipo de
males y acusaciones infundadas, se me ha dicho de todo, se me ha deshumanizado,
etc. En una de estas, tras hacerse eco Ana Rosa del bulo –perdón por la
redundancia– que asegura que el cambio de postura de Sánchez con Marruecos tuvo
que ver con el contenido de su teléfono móvil espiado por Pegasus, el
presidente se tomó una biodramina y fue capaz de articular una respuesta que
podríamos considerar titular de la mañana en la que le espetó a la presentadora
y candidata de la derecha que él no es perfecto, pero que sí es limpio, cosa
que explica que para criticar su gestión haya que recurrir a bulos.
Tras más de una
hora de montaña rusa, gestos, murmullos, interrupciones, preguntas en medio de
la pregunta y cambios de tema cuando el presidente comenzaba a responder la
pregunta anterior, la pesadilla acabó y lo hizo de la mejor manera posible para
los intereses de la derecha: tablas por desaparición de la palabra, entendida
esta como la posibilidad de hilar una reflexión adulta sin interrupciones. Haber
invitado al presidente al plató de Telecinco y poner a todo volumen una sesión
de El Pulpo, DJ de cabecera de las fiestas del PP, hubiera sido más honesto y,
sobre todo, más humano para quienes hemos estado esta mañana delante de la
televisión. Si no me creen a mí, lean a Jorge Bustos, subdirector de El Mundo,
que durante años defendió la autoría del 11M a manos de ETA, que asegura que
Ana Rosa ha dado una lección de periodismo no dejando que el presidente
colocase sus consignas. Lo dicho, ¿dónde está DJ Pulpo cuando se le necesita?
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