LOS PERUANOS EXIGEN LA RENUNCIA DE LA «ASESINA» BOLUARTE Y PRONTAS
ELECCIONES
MARIANA ÁLVAREZ ORELLANA
El grito “Dina asesina, renuncia” se volvió a escuchar con fuerza en las calles del Perú: decenas de miles de peruanos participaron en las manifestaciones en todo el país; cerraron escuelas y universidades en varias regiones, y las plazas y calles fueron tomadas por manifestantes antigubernamentales.
Pero la protesta no es sólo contra Dina Boluarte. El Congreso, controlado por una derecha que ha puesto en marcha una ofensiva autoritaria para controlar las instituciones democráticas, también es blanco de la ira popular. Boluarte tiene un rechazo del 80 por ciento y el Congreso del 91 por ciento de la población.
El adelanto de elecciones para cambiar a la presidenta Boluarte y al desacreditado Congreso, justicia por los muertos durante las protestas anteriores y un referéndum para una Asamblea Constituyente, son las principales demandas.
A pesar del repudio
mayoritario de la ciudadanía la ilegítima coalición Boluarte-Congreso se
sostiene con el apoyo de las Fuerzas Armadas, las élites económicas y sus medios
de comunicación afines.
Por ello, la
consigna central y de consenso es la renuncia de Dina Boluarte, lo que forzaría
una transición que lleve a elecciones generales en el más breve plazo, antes de
que el Congreso tome control de los órganos electorales como lo hizo con el
Tribunal Constitucional, la Fiscalía de la Nación y la Defensoría del Pueblo,
advierte un editorial de Otra Mirada.
Desde el gobierno
-y por los medios de comunicación hegemónicos- se ha insistido en una narrativa
que homologa el derecho a la protesta social con actos delictivos, sediciosos
o terroristas, buscando restarle
legitimidad a la protesta ciudadana, e inducir en la población un clima de
miedo y zozobra que apunta a desmovilizarla.
Esto en un contexto
en el que la participación de dirigentes y líderes sociales viene siendo
restringida o amenazada, mediante el amedrentamiento judicial, mediático y en
las redes sociales.
El gobierno, que ha
respondido a las protestas con un amenazante discurso que criminaliza la
movilización popular, movilizó ocho mil policías en el centro de Lima y unos 25
mil en todo el país. Repitió el discurso que avaló la brutal represión contra
las protestas que se dieron entre diciembre y marzo, en las cuales murieron 67
personas, 49 de ellas por disparos de las fuerzas de seguridad, tratando de
sepultar en el olvido las masacres de Ayacucho y Juliaca.
La profundidad de
la crisis requiere de cambios estructurales, relacionados con una renovación
del sistema político y de la representación política de la sociedad, reformas
profundas en el sistema de justicia y cambios en el modelo económico de corte
neoliberal, generador de persistentes desigualdades económicas y sociales. Pero
cualquier cambio estará bloqueado si continúa en el gobierno la coalición de
poder que encarna Boluarte.
Ella, cooptada por
quienes perdieron las elecciones y conspiraron para asaltar el poder, bajo el
liderazgo del fujimorismo, las demás fuerzas de ultraderecha y en los últimos
meses, en complicidad con Perú Libre, el Bloque Magisterial y otras
agrupaciones que no han tenido escrúpulos para copar instituciones del Estado,
quebrar el equilibrio de poderes constitucional y perforar el Estado de
derecho.
Las protestas
Cerraron escuelas y
universidades en todo el país. En Lima, la capital, se dieron enfrentamientos
cuando un cordón policial impedía que manifestantes que querían llegar al
Congreso avancen. Un grupo pasó la barrera policial y avanzó por la avenida que
lleva al Congreso. Llegaron hasta la plaza que está frente al Legislativo, la
que estaba enrejada y con fuerte presencia policial. Una gran cantidad de
policías salió de la plaza del Congreso para alejarlos de esa zona. La
movilización quedó partida.
En las pancartas se
leía “en democracia no se mata a los que protestan” y los campesinos
manifestantes mostraban caricaturas de Boluarte con casco, empuñando un fusil
sobre un tanque militar con la frase “me quedo hasta 2026”. También portaron
réplicas de lápidas negras con letras y cruces blancas con los nombres de las
decenas de fallecidos de las protestas. Se agitaban banderas peruanas, algunas
con el color negro reemplazando al rojo en señal de duelo, y la wiphala
indígena.
En la plaza mayor
de la región de Huancavelica, en los Andes, la policía dispersó con gas
lacrimógeno a unos tres mil manifestantes, luego de que la puerta de la oficina
local del Ministerio del Interior fue consumida por el fuego, confirmó el
primer ministro peruano, Alberto Otárola, en conferencia de prensa. Las
televisoras locales mostraron a
albañiles, universitarios y campesinos que coreaban: “esta democracia, ya no es
democracia” y “Dina, asesina, el pueblo te repudia”.
La Defensoría del
Pueblo reportó otras situación de violencia en la toma de instalaciones de la
Universidad Nacional de Cajamarca, así como bloqueos en 58 provincias. Según el
Ministerio de Transportes, ocho puntos de carreteras en las regiones de Cusco,
Arequipa, Ayacucho y Loreto fueron bloqueados, pese a que hace una semana el
gobierno extendió por un mes la suspensión de la libertad de tránsito y de
reunión en varias autopistas claves del país, con el fin de evitar los cortes
viales.
En Juliaca, ciudad
de la altiplánica región de Puno, donde el paro fue contundente, familiares de
las víctimas de la represión ocuparon lugar central en las movilizaciones de
protesta. El 9 de enero, 18 personas murieron en esta ciudad cuando la policía
disparó contra los pobladores que se habían movilizado ese día exigiendo la renuncia
de Boluarte. Los retratos de la víctimas fueron colocados en la Plaza de Armas.
“Exigimos justicia”, coreaba la población.
En la andina
Ayacucho, donde la represión dejó diez
muertos en diciembre, el paro también fue general. Contundencia que se repitió
en otras regiones. En Cajamarca, región natal del expresidente Pedro Castillo,
ahora preso, fue tomada la universidad. Algunas carreteras fueron bloqueadas.
La policía lanzó gases lacrimógenos para despejarlas.
En Lima, el
epicentro de la movilización, los edificios públicos, incluidas las sedes del
palacio de gobierno y del Congreso, fueron protegidos con rejas metálicas,
mientras los manifestantes desfilaban por las principales calles del centro.En
la sureña Arequipa, la segunda región en importancia, las autoridades
suspendieron las clases presenciales. La misma medida se anunció para la región
turística de Cusco y la de Tacna, en la frontera con Chile.
Aunque el gobierno
de Boluarte ha acusado a los inconformes de violentos, cifras de la Defensoría
del Pueblo indican que entre diciembre y febrero, de un total de mil 327
protestas realizadas, apenas 11.5 por ciento fueron violentas. Boluarte se
abstuvo de hacer declaraciones durante la jornada, pero el día anterior
calificó las protestas contra su gobierno como “una amenaza a la democracia” y
volvió a atacar a los manifestantes acusándolos de “violentos”.
El discurso oficial
ha resucitado al derrotado grupo armado Sendero Luminoso para vincularlo con la
protesta y así pretender desacreditarla, atemorizar a la población y justificar
la represión. Boluarte llamó al diálogo a quienes exigen su renuncia, pero dijo
que sus demandas no podían ser atendidas por ser “políticas”, señaló que el
gobierno respetaba el derecho a la protesta, pero la criminalizó.
Boluarte llegó al
poder el 7 de diciembre de 2022, luego de que el Congreso destituyera al
entonces presidente Pedro Castillo, quien intentó disolver el Parlamento para
evitar una votación en su contra.Cinco días después de asumir el cargo, en medio
de las protestas, aseguró que había asumido la iniciativa de llegar a un
acuerdo con el Congreso para adelantar las elecciones generales al mes de abril
de 2024.
Pero en junio la
mandataria cambió de parecer y aseguró que se quedaría en el poder hasta 2026,
cuando culmina el periodo presidencial para el cual fue electo Castillo.
Mientras, la
Conferencia Episcopal Peruana la calificó como justa y constitucional. En un
comunicado indicó que “el gobierno tiene la imperiosa obligación de escuchar al
pueblo peruano y no ser ajeno a sus urgentes necesidades y justos
reclamos”.
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