SANTIAGO ABASCAL HA COMPRENDIDO
A JUDITH BUTLER
ANTONIO MAESTRE
Santiago Abascal dando
un mitin en el barrio de la
Barceloneta. DAVIDE
BONALDO
El posfacismo lee a nuestras autoras y aplica a nuestros autores. Es fácil despreciar culturalmente la capacidad de las mentes pensantes ultras, pero es más inteligente dar por hecho que Abascal ha leído a Judith Butler y aplica a Antonio Gramsci. La vida de las personas y sus derechos no son una batalla cultural, por eso jugar con los derechos humanos como si fueran un relato más con el que ganar el poder es, en sí mismo, un desprecio a sus vidas. Nadie usa algo que de verdad le importa en un juego político haciendo de la existencia de personas un símbolo con el que conseguir notoriedad. Los derechos de los colectivos oprimidos no pueden ser parte de la disputa partidista a no ser que se desprecien, por eso para la extrema derecha el género es un concepto en disputa con el que hacer retroceder a las mujeres en los espacios avanzados.
La extrema derecha
basa su línea de ataque a los derechos fundamentales dando un rodeo a través
del relato, la semántica y los términos en disputa porque son conscientes de
que para realizar lo que quisieran (reprimir y eliminar físicamente) se
encuentran en una fase demasiado temprana. Su anhelo criminal con los
colectivos que desprecian y deshumanizan precisa de un proceso de reeducación,
propaganda y transformación cultural que haga sus soluciones finales
tolerables. No hay que perder de vista su objetivo; los posfascistas creen que
las personas trans son una aberración que no merece derechos, pero no lo van a
expresar de esa manera tan directa hasta que identifiquen que la sociedad está madura
para dar ese paso. El modo de ataque, de momento, es ir contra las políticas de
género.
La izquierda no ha
sabido leer todavía la carga tremenda de las declaraciones de Abascal un día
después de que José María Llanos, portavoz de VOX en las Corts Valencianes,
expresara que la violencia de género no existía. “El género es un concepto
ideológico que nosotros no compartimos”, dijo Santiago Abascal en el plató de
Ana Rosa. Àngels Barceló y Bob Pop, adjunto a la dirección de La Marea,
comentaron después la frase con un error analítico de fondo que, aunque
entendible, no atiende a la realidad del ideario posfascista. Bob Pop explicó
que Abascal y la ultraderecha anclan en la fe y en las creencias todo aquello
que no entienden, pero que el problema fundamental que tienen con el género es
que no lo comprenden. Pienso justo lo contrario: lo entienden perfectamente y
por eso lo ponen en el centro de su reacción. Lo entienden mejor que la
izquierda.
«La mejor manera de
preservar una posición de desigualdad es hacer creer a quien se beneficia de
los cambios que la clase o el género son concepciones ideológicas etéreas»
La madre, la
familia y la estructura patriarcal son la base fundamental de las políticas
públicas ultras y del ideario conservador. Todo su mundo gira en torno a un
orden que ellos consideran “natural” y que está basado en los roles
estructurales, culturales, sociales, laborales y sexuales asociados a la mujer
por su concepción del mundo. Precisamente por eso, porque todo su mundo se basa
en la perpetuación de los roles de género, comprenden perfectamente lo que
implica ponerlo en el centro de las políticas públicas para desestructurar esos
roles que aseguran los privilegios del hombre. No hay nadie, aparte del
movimiento feminista, que haya comprendido de manera más profunda las
implicaciones de hacer políticas basadas en la puesta en cuestión del género y
sus roles que la extrema derecha; ni siquiera la izquierda, que sigue viendo el
feminismo como un elemento accesorio a las políticas materiales y no como el
elemento transformador que es.
La negación del
género como concepción ideológica, que lo es, no se basa en la incomprensión,
sino en la estrategia política que opera con la misma dinámica que funciona en
la negación de las clases sociales y de la lucha de clases. Quien los niega no
lo hace porque no comprenda el funcionamiento de la estratificación social,
sino porque forma parte del grupo que mejor comprende su existencia y sabe que
perpetuarla es la manera de asegurar que sus privilegios sigan intactos. Negar
el conflicto es la base fundamental para que no haya ningún cambio
transformador. La mejor manera de preservar una posición de desigualdad es
hacer creer a quien se beneficia de los cambios y el progreso que la clase o el
género son concepciones ideológicas etéreas sin una aplicación concreta en las
políticas públicas. Da rabia, pero a veces la extrema derecha comprende a
nuestros intelectuales mejor que nosotros.
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