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miércoles, 5 de julio de 2023

ANA ROSA Y LA BIODRAMINA

 

ANA ROSA Y LA BIODRAMINA

GERARDO TECÉ

Cuando se conoció la fecha de la cita, alguien que no pudo estar más acertado lo describió como la última pantalla del videojuego en la que Sánchez tendría que enfrentarse al monstruo final. Tras su larga gira por medios de comunicación haciendo repaso de insultos y mentiras vertidas contra su persona, el presidente del Gobierno llegaba al cuartel general de la derecha española. El plató de Ana Rosa Quintana, la reina de las mañanas, se vestía de gala para la gran batalla que debería enfrentar a la cabeza de la lista del bloque de derechas contra su principal rival en lo que es ya, tras el de Pablo Motos, el segundo gran debate electoral entre candidatos para estas elecciones del 23J.

 

El formato, diferente al de El Hormiguero, obliga al entrevistado a sentarse en un sillón situado junto al de la presentadora y jefa de campaña de la derecha del que solo le separa una mesita baja generando la sensación de saloncito donde mantener una charla íntima. La charla, de todo menos íntima, ya que el objetivo era batallar ante la audiencia, será una de las últimas que se celebrarán en ese plató con Ana Rosa de protagonista. Una vez pasadas las elecciones, y ante la previsión de que con un gobierno bifachito Telecinco pueda por fin permitirle descanso matinal a Ana Rosa y pasarla a las tardes, ese espacio de la mañana lo ocupará Ana Terradillos, que, como Ana Rosa, tiene el sello de confianza que otorga haber participado de la cacería de las cloacas contra la izquierda.

 

Las 9 de la mañana no es buena hora para poner la tele. En los arranques de Podemos, allá por el pleistoceno, un responsable de prensa de los morados me reconocía que habían renunciado a la batalla por las mañanas. No se puede. Los programas de la mañana son un estercolero en el que es imposible colocar un mensaje medio serio, me decía. Lo que pasó a continuación te sorprenderá. Frente a ese estercolero, obligado por el oficio, se sentó esta mañana quien escribe con un zumo de naranja y una tostada en el cuerpo, que empezaron a revolverse al poco de comenzar la supuesta entrevista y comprobar que no se trataba de eso, sino de otra cosa. Ana Rosa había aprendido bien la lección de lo sucedido en El Hormiguero, donde un presentador de entretenimiento se sintió con altura como para enfrentarse mano a mano a un presidente del Gobierno con dramático resultado. El error de Pablo Motos, descubrió Ana Rosa, fue dejarlo hablar. Fue que la palabra ocupase de forma peligrosísima el espacio que, por el bien de España, debe ocupar el ruido. Y de ruido ha ido esta pesadilla mañanera.

 

Con una habilidad difícil de ver –por eso quienes poseen el don cobran los sueldos que cobran–,  Ana Rosa preguntaba y cuando Sánchez comenzaba a responder Ana Rosa murmuraba, interrumpía o directamente lanzaba otra pregunta que nada tenía que ver ni con la conversación ni con, en general, la realidad. Hola don Pepito. Hola don José. ¿Pasó usted por mi casa, que está llena de okupas? Bueno, la okupación en España… ¿Está en riesgo España por culpa de Bildu? Si me deja que termine con su pregunta sobre la okupación... Hablando de terminar, ¿qué hará cuando termine su mandato? Ahora le respondo, pero tengo que responderle antes por los okupas y por Bildu. ¿Es Bildu el okupa de la nación española?

 

Tras largos minutos de un presidente del Gobierno intentando responder preguntas recibidas y la autora de las preguntas esforzándose porque no obtuvieran respuesta –esto en las facultades de periodismo no se lo vieron venir–, el zumo y la tostada comienzan un baile parecido al que sucede en el estómago tras un viaje en montaña rusa. Un viaje de sensaciones que acaba conectando estómago y cabeza, provocando una sensación de mareo y fatiga que no tienen tanto que ver con lo ideológico como con lo sensorial. Ver a una periodista saboteando su propia entrevista hizo que, aquí el que escribe, tuviese que levantarse a echarse agua a la cara y coger fuerzas para volver a sentarse frente a escenas que, como en La Naranja Mecánica de Kubrick, requieren de pinzas en los ojos para doblegar la natural inercia de cerrar los ojos, apagar la tele y lanzarla por la ventana.

 

La crónica más honesta de esta entrevista es que no existió tal cosa, sino una serie de estrategias baratas por parte de la presentadora que explicarían por qué hasta los más fieles consumidores de montañas rusas van abandonando su fidelidad para colocar al espacio estrella de Telecinco en mínimos históricos de audiencia. En algunas de las escasas opciones en las que Ana Rosa, agotada de sí misma, descansaba unos segundos, el presidente del Gobierno que debió ir en ayunas en vista de que no acabó vomitando y con los pies en alto en aquel saloncito íntimo, aprovechaba para colar sus mensajes, que no eran diferentes a los de toda su gira mediática llamada “arregla en un mes lo que abandonaste cuatro años”. Se ha generado una burbuja del sanchismo atribuyéndome todo tipo de males y acusaciones infundadas, se me ha dicho de todo, se me ha deshumanizado, etc. En una de estas, tras hacerse eco Ana Rosa del bulo –perdón por la redundancia– que asegura que el cambio de postura de Sánchez con Marruecos tuvo que ver con el contenido de su teléfono móvil espiado por Pegasus, el presidente se tomó una biodramina y fue capaz de articular una respuesta que podríamos considerar titular de la mañana en la que le espetó a la presentadora y candidata de la derecha que él no es perfecto, pero que sí es limpio, cosa que explica que para criticar su gestión haya que recurrir a bulos.

 

Tras más de una hora de montaña rusa, gestos, murmullos, interrupciones, preguntas en medio de la pregunta y cambios de tema cuando el presidente comenzaba a responder la pregunta anterior, la pesadilla acabó y lo hizo de la mejor manera posible para los intereses de la derecha: tablas por desaparición de la palabra, entendida esta como la posibilidad de hilar una reflexión adulta sin interrupciones. Haber invitado al presidente al plató de Telecinco y poner a todo volumen una sesión de El Pulpo, DJ de cabecera de las fiestas del PP, hubiera sido más honesto y, sobre todo, más humano para quienes hemos estado esta mañana delante de la televisión. Si no me creen a mí, lean a Jorge Bustos, subdirector de El Mundo, que durante años defendió la autoría del 11M a manos de ETA, que asegura que Ana Rosa ha dado una lección de periodismo no dejando que el presidente colocase sus consignas. Lo dicho, ¿dónde está DJ Pulpo cuando se le necesita?

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