ESTE 23J, NO SEAMOS IDIOTAS
VANESA
MARTÍN
Dos personas ejercen su
derecho a voto en un colegio electoral de Madrid. – Eduardo Parra / Europa
Press
En estos días de precampaña, muchas conversaciones giran en torno a las personas que no se sienten apeladas por cuestiones políticas, que se definen como apolíticas o que, simplemente, no quieren involucrarse en el proceso de votación.
Por mi parte, hubo varias elecciones en las que no ejercí mi derecho al voto por rechazo al sistema mismo, y otras muchas en las que tras dudar durante mucho tiempo, acudí para evitar un mal mayor. Con un sistema que apenas representa a unas pocas y que ha sembrado cuidadosamente en nosotras valores como el individualismo, la competitividad o la insaciable ambición, entre otros tantos, es difícil no ser una idiota.
Y si, uso este
término porque la palabra idiota viene del griego idiṓtēs. Está
formado por ídios, que indica lo particular de la persona, y que en la Grecia democrática hacía
referencia a las cuestiones políticas o de carácter público; y el sufijo tes
"el que lo hace, el agente". Por tanto un idiota sería
etimológicamente "el que se preocupa solo de uno mismo". Aquí
@linguriosa lo explica maravillosamente:
A día de hoy sigo
moviéndome entre fuertes contradicciones. Por un lado, tengo un entorno cercano
de personas que nos queremos y nos cuidamos. Que entendemos la interdependencia
las unas de las otras, que asumimos el compromiso y también lo disfrutamos.
Porque sí, el disfrute es esencial y
necesario para crear estos nuevos marcos de relación y convivencia. Lejos de la
hostilidad y autoexplotación, tenemos que defender el goce y la diversión como
eje de la convivencia.
Del otro lado
siento una creciente crispación. Aparecen los discursos de odio y aumentan los
índices de intolerancia, especialmente entre las personas más jóvenes. El
partido de ultraderecha ha conseguido aunar la insatisfacción de una parte de
la sociedad, que han encontrado en el rechazo y el odio la razón para creer y
para unirse generando una "falsa comunidad".
Frente a esto,
desde porCausa planteamos la inevitabilidad de construirnos colectivamente,
porque no somos nada sin la otra. Hace unos días leía a Juanpe Sánchez López en
su libro Super-emocional, que lo tiene muy claro: "Necesitamos de los
otros para existir y el amor se nos plantea como una forma (quizás como la
mejor de las formas) para establecer esta necesidad de los demás". Cada
vez somos más hablando de lo importante.
Llevo tiempo
tratando de incorporar torpemente este marco en mi cotidianeidad. A veces me
sale mejor y otras no del todo, pero siempre tengo una comunidad que me
contiene y me reconforta. Creo que estamos en el camino y quiero que esta
situación de privilegio se extienda a muchas personas, a todas. Sí, es mucho pedir.
Pero ya de pedir, pidamos imposibles y también -si me permiten el atrevimiento-
vayan el domingo a votar. Luego, si quieren, podemos tomar juntas el vermut.
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