EL GOBIERNO DE LOS PEORES HOMBRES
OTI
CORONA
A la izquierda, el
actor y político Arnold Schwarzenegger; a la derecha, el candidato a la
presidencia del Gobierno del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo. Las
imágenes son de Europa Press
En un impactante vídeo, Arnold Schwarzenegger cuenta que creció rodeado de hombres a los que su participación activa en la Segunda Guerra Mundial había destrozado emocionalmente. Deshila cómo su padre bebía y agredía a su familia, un maltrato que él había normalizado porque sus vecinos, que también tomaron parte en la contienda, se portaban igual con sus esposas e hijos. En nuestro país existió una generación igualmente traumatizada por la guerra, en este caso la Guerra Civil. Al trauma se unió, además, la llegada de cuatro décadas de una dictadura que potenció la superioridad incuestionable del cabeza de familia y que excusó las conductas abusivas que el actor y político republicano denuncia en su vídeo: el varón se presentaba como un ser superior al que la mujer debía obedecer y apaciguar, y era ella la culpable si él se excedía en el ejercicio del poder.
Es probable que el Generalísimo
ni siquiera se parase a pensar en la herencia en forma de validación del hombre
violento que nos dejaba cuando promulgó su «atado y bien atado». Sin embargo,
se trata de uno de los más venenosos tentáculos franquistas. Esa figura
paterna, que a su vez sirvió de ejemplo a sus vástagos, fue la de un individuo
con potestad para actuar a su antojo en el seno del hogar, para ejercer la
autoridad –bien o mal–, arropado por las leyes y las normas sociales.
Con el tiempo, ese modelo de
hombre quedó en entredicho, sobre todo porque las mujeres, a medida que
conseguíamos la emancipación económica y el control de nuestras maternidades,
nos negamos a compartir nuestras vidas con ellos. Hoy en día el macho ibérico
es una caricatura con la que nadie quiere identificarse. Por eso los machistas
buscan estrategias para que no se les note demasiado; ninguno admitirá que
quiere a la mujer con la pata quebrada y en la cocina, que cree que una chica
merece que la violen si se emborracha o que considera adecuado que la esposa
reciba un escarmiento del marido de vez en cuando. Pero lo piensan y, para
desgracia de las personas decentes –y principalmente de las mujeres– los
partidos de derechas se adaptan como un guante a la reivindicación de esa
masculinidad tóxica y perniciosa, despojo de los últimos coletazos del
franquismo. En el caso de Vox, no es solo que se adapte; es que esos machistas
auparon y sostienen el partido con la intención de impregnar nuestra sociedad y
nuestras instituciones con su misoginia.
Ansían, por supuesto, la
supresión del Ministerio de Igualdad y de las leyes feministas, pero sus
exigencias se despliegan sobre todas las políticas. Por ejemplo, una medida que
se ha empezado a aplicar en ayuntamientos gobernados por el tándem PP-Vox es la
eliminación de carriles bici. Cuando el sentido común nos lleva a desear
ciudades más verdes –y por tanto más frescas–, ellos se niegan a perder un
espacio que consideran eminentemente masculino: el del coche, con su velocidad,
sus bocinazos, su potencia y su ocupación de la vía pública. Se burlan de
quienes apelan al cambio climático porque, según ellos, eso no existe. Como son
más listos que nadie y su hombría les hace invencibles, también negaron el
virus y la eficacia de las vacunas que nos sacaron del hoyo. ¿Los científicos?
Ni puta idea tienen. El que sabe es Manolo, que se informa en la web
creetemismierdaspuntocom. En la misma línea, se pitorrean del bienestar animal
y de cualquier iniciativa saludable que incluya reducir el consumo de carne.
Hasta ahí podíamos llegar, con lo que les gusta a ellos mandar la foto del
chuletón con sus buenos chorreones de sangre roja.
Sus demandas no responden a la
razón, sino a la burricie del cuñadismo del palillo en la boca y los cojones
encima de la mesa. Les va la mano dura. Por eso las políticas de PP y Vox,
especialmente durante la campaña electoral, se basan en el acoso, la burla, el
engaño y el matonismo. Basta con ver las lonas del odio, siempre contra el
débil, que cuelgan aquí y allá, o con observar cómo enturbian el escenario con
tantas mentiras por minuto que el diálogo resulta imposible. Nuestra derecha es
una imitación pachanguera del trumpismo en la que aún resuenan los ecos de
aquellos machotes con los que Franco nos castigó.
Por cierto, el mensaje de
Schwarzenegger se emitió como una llamada a la calma a raíz del asalto al
capitolio después de que Trump, al dar por perdida la presidencia, pusiese en
duda la fiabilidad del voto por correo. ¿Les suena? Claro. Feijóo ha calcado la
artimaña. Lo peor es que, si las papeletas no lo remedian, vamos de cabeza a un
gobierno cuya prioridad será satisfacer a estos hombres. A los peores hombres.
No hay comentarios:
Publicar un comentario