CUMBRE CELAC-UE: ¿IZANDO LAS VELAS
DE LAS CARABELAS?
POR IÑAKI ETAIO
La cumbre celebrada en Bruselas el 17 y 18 de julio entre las y los jefes de Estado y de Gobierno de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) y de la Unión Europea tiene lugar 8 años después de la anterior cumbre. Al buscar las imágenes de 2015 veremos a Evo, Correa, Rousseff, Santos, Merkel, Rajoy, Hollande, Tsipras… Muchos acontecimientos han tenido lugar en ese espacio de tiempo. La derecha y ultraderecha tomaron aliento en Abya Yala – Latinoamérica (Bolsonaro, golpe de Estado en Bolivia, auge del Grupo de Lima, autoproclamación del títere Guaidó y reconocimiento como representante legítimo de Venezuela por gran cantidad de Estados, especialmente europeos…). La CELAC, como elemento integrador de los Estados al sur del Río Bravo, quedó
seriamente
debilitada. A la recién finalizada cumbre se llegó con otra correlación de
fuerzas regional, bastante más escorada hacia la socialdemocracia, lo cual
permitió que dicha macrorregión se presentase con una voz algo más unificada y
desde una mayor fortaleza frente a la vieja Europa colonial e imperialista
(transformada las últimas décadas en una unión de Estados que intenta, sin
conseguirlo, no perder su influencia en el tablero mundial). La Unión Europea
llegó a esta cumbre lastrada por su imperiosa necesidad de fuentes de energía y
materias primas, agudizadas enormemente por la guerra en Ucrania.
Si leemos los
41 puntos de la pomposa declaración final firmada por todos los participantes
(con la excepción de Nicaragua por no compartir las referencias a la guerra de
Ucrania), encontramos los esperables lugares comunes (la palabra resiliente
tenía que aparecer… y apareció) que se quedarán en el papel, si bien algunos
puntos pueden considerarse relevantes, aunque solo sea desde un punto de vista
simbólico. El reconocimiento de que la trata de esclavos fue un crimen de lesa
humanidad es uno de esos ejemplos. No repara nada, pero pone encima de la mesa
uno de los elementos de la acumulación original de capital europeo. La expresa
oposición a las disposiciones extraterritoriales en relación al bloqueo a Cuba
es otro punto relevante; más si cabe ante la histórica sumisión y alineamiento
de la UE frente a los EEUU, intensificada en el actual escenario bélico en
Ucrania. La referencia a que la UE toma nota de la histórica posición de la
CELAC sobre las islas Malvinas también está teniendo cierta repercusión. En
cuanto al recurrente tema del respeto a los derechos humanos, la declaración,
además de recoger una definición amplia de los mismos que incluye los derechos
económicos, sociales, culturales y el derecho al desarrollo, cita expresamente
la necesidad de objetividad y no selectividad al abordar los DDHH, y de
eliminar el doble rasero y la politización. La pretendida superioridad moral de
la civilizada Europa debió quedar algo resentida…
No hubo condena a Rusia
Era uno de
los principales objetivos, pero no lo consiguieron. La UE ha fracasado en su
intento de implicar a la CELAC en apoyar al régimen ucraniano y legitimar su
estrategia de aislamiento contra Rusia. En efecto, el cierre de filas de los
Estados europeos tras una lectura de la historia y de los acontecimientos
actuales escrita mayormente en Washington (no olvidemos nunca el “Fuck the UE”
de Victoria Nuland, embajadora estadounidense para asuntos europeos), no tiene
traslación en la mayor parte del mundo, aunque así nos lo pretendan mostrar los
medios propaganda masiva. La CELAC hace tiempo que declaró América Latina y el
Caribe “zona de paz”, y no se ha dejado arrastrar a condenas hipócritas e interesadas.
En la declaración de la cumbre, tras modificaciones propuestas Cuba y
Venezuela, se expresa preocupación y se respaldan los esfuerzos diplomáticos
para lograr una paz justa y sostenible.
Tampoco cuajó
otro intento de instrumentalización de la cumbre que diera lugar a la foto
deseada por los guerreristas europeos y yanquis. El pretendido show de Zelensky
rodeado de autoridades europeas, latinoamericanas y caribeñas se topó con el
rechazo frontal de varios participantes. La vieja Europa, aunque preserva
cierta influencia en la región, no puede tratar como súbditos a sus antiguas
colonias, ni aun teniendo al presidente español presidiendo el Consejo de la
UE.
Energía y materias primas
Más allá de
declaraciones y fotos, la Cumbre refleja especialmente la necesidad de los
Estados de la UE por recuperar su influencia en áreas que otrora fueron sus
colonias, y por acceder a fuentes de energía y materias primas. La notable
disminución del suministro de petróleo y gas ruso, el elevado coste del gas
licuado de EEUU y el incierto futuro asociado al conflicto ucraniano y a otros
conflictos en otras partes del mundo, obliga a los Estados europeos a conseguir
fuentes de energía en otras zonas. La producción de energías renovables en
Europa y las nuevas tecnologías en desarrollo (hidrógeno…) no son, ni de lejos,
suficientes para suplir el gigantesco volumen de energía en que se sustenta el
desarrollo económico de las sociedades capitalistas europeas. La transición
hacia nuevas formas de energía con un componente tecnológico mucho mayor
requiere también de determinados elementos químicos escasos y localizados en
zonas del planeta muy concretas.
América
Latina tiene todo esto, y en grandes cantidades. Nadie lo resumió de forma tan
esclarecedora como Laura Richardson, comandante del Comando Sur de EE.UU., en
una intervención en enero de este año, al mencionar, entre otros, el triángulo
del litio (Argentina-Bolivia-Chile), el petróleo de Guyana y Venezuela, los
minerales y las tierras raras, el Amazonas y las reservas de agua dulce
latinoamericanas. Se calcula que este territorio posee alrededor del 63% de las
reservas de litio mundiales, 33% de las de cobre, 32% de las de níquel y plata,
y un gran potencial para producir hidrógeno verde. Una lapidaria frase de
Richardson corroboró la vigencia de la doctrina Monroe 200 años después:
“Tenemos mucho que hacer. Esta zona es importante. Está íntimamente ligada a la
seguridad nacional y debemos intensificar nuestro juego”. Sucesos como el golpe
en Bolivia de 2019 o la defenestración del gobierno de Castillo en Perú no se
pueden desligar de esta lucha por el control de minerales estratégicos.
La UE, en esa
competencia por energía y materias primas, también necesita de ese territorio
del que, a lo largo del siglo XIX, fueron expulsadas las potencias coloniales
europeas con la intervención, directa en algunos casos o solapada en otros
muchos, de EEUU. En el siglo XXI se escenifica de nuevo esa pugna por preservar
y/o recuperar esas áreas de influencia que están perdiendo frente a otras
potencias (re)emergentes: China, Rusia, Irán… Si bien, en esta ocasión, Europa
es el invitado menor, con una posición muy débil. Y ese debilitamiento de la UE
(e incluso de los EEUU) en ese espacio geográfico se debe en parte al proceso
de integración regional puesto en marcha por Chávez y Fidel y a que los países
latinoamericanos tienen como referencia un mundo multipolar, donde la
dependencia de Europa y EEUU tienen cada vez menos peso frente al grupo BRICS y
al incremento de las relaciones comerciales entre los propios Estados vecinos
(Mercosur sería el mejor ejemplo). Además de ello, la UE también tendría
especial interés invertir en determinados sectores económicos y en cerrar un acuerdo
de libre comercio con Mercosur y “modernizar” los que tiene con México y Chile.
Acuerdos con los que mejorar las condiciones para las empresas transnacionales
europeas, negociados a espaldas de los pueblos. Eso sí, adornados con cláusulas
relativas al respeto a los DDHH, a las minorías y a la naturaleza.
Sobre estas
pretensiones mercantilistas y con un evidente hedor neocolonial se asienta la
estrategia Global Gateway y los 45.000 millones de euros hasta 2027 que von der
Leyen indicó que la UE invertiría en programas relacionados con las energías
renovables, salud pública, educación, desarrollo de infraestructuras o
digitalización. El expolio histórico de materias primas y mano de obra no es
vendible en este momento y debe ser presentado como una colaboración para
beneficio mutuo. Y los miembros de la CELAC son muy conscientes de sus
carencias en cuanto a tecnologías para extraer y, sobre todo, transformar sus
materias primas. Es más que evidente que una economía que pivote mayormente
sobre el extractivismo no asegurará el futuro de ningún país. La oferta europea
busca desplazar a China en su progresiva expansión de la nueva Ruta de la seda.
Para ello, manifiesta querer ir más allá de la simple extracción de materias
primas, abordando también el desarrollo de la industria local y la capacitación
de trabajadoras/es para transformar allí mismo esas materias (Von der Leyen se
refirió a la fabricación de baterías de litio y fabricación de vehículos
eléctricos). La oferta europea se adereza ahora con un lenguaje paternalista:
“No vengo a comprar tus peces; vengo a enseñarte a fabricar la caña y a hacerlo
contigo”.
La pugna
entre potencias por su supervivencia y por la hegemonía mundial tiene a
Latinoamérica y el Caribe como escenario clave, y la CELAC lo sabe. Al igual
que es bien sabido que las disputas y divisiones entre Estados latinoamericanos
debidas mayormente a intereses particulares de sus oligarquías locales, han
sido y siguen siendo uno de los mayores obstáculos para un desarrollo endógeno
de la región.
Paralelamente, la Cumbre de los Pueblos
Mientras
autoridades y asesores discutían, la Cumbre de los pueblos latinoamericanos,
caribeños y europeos se desarrollaba en otra zona de Bruselas. El comunicado
final, como cabía esperar, resultó más incisivo, directo y, por qué no decirlo,
reflejo de los tiempos que corren. En el mismo se denuncia la ofensiva del
imperialismo y se aboga por un “mundo multipolar con relaciones multilaterales
que permita progresar en paz a la humanidad en armonía con la Madre Tierra”. No
parece vislumbrarse un horizonte socialista (al menos en la declaración), sino
un resignado mundo regido por las reglas capitalistas pero sobre unas
relaciones más equitativas entre los Estados, donde la multipolaridad
aminoraría en gran medida las brutales y totalmente desequilibradas relaciones
de poder impuestas por el imperialismo yanqui.
En la
declaración final también se “condenan las campañas mediáticas encaminadas a
desestabilizar gobiernos democráticamente elegidos por sus pueblos en América Latina
y el Caribe”, en un implícito señalamiento del papel injerencista del
imperialismo yanqui y sus colaboradores para derrocar gobiernos populares.
Además de condenar el bloqueo contra Cuba, se rechazan las medidas coercitivas
de EEUU contra Venezuela y Nicaragua y se repudia la política de la UE de
avalar las mismas. Igualmente, se muestra la solidaridad con la lucha de los
pueblos saharaui y palestino y se denuncia la represión contra los mismos, y se
defiende “la conservación, revitalización y promoción de las Lenguas Indígenas
a fin de preservar la identidad historia, cultura, conocimientos, costumbre y
tradiciones de nuestros pueblos”.
Esta Cumbre
paralela ha servido para poner el contrapunto y para complementar lo discutido
y declarado por jefes de Estado y de gobierno de tendencias políticas dispares.
Lo acontecido
esos días en Bruselas parece poner de manifiesto el reforzamiento de la CELAC
de cara al mundo, como entidad aglutinadora de una región diversa y
contradictoria. Sin duda, ese elemento integrador es positivo para los pueblos
que la integran. Las tensiones internas entre los múltiples actores de la
realidad latinoamericana, la injerencia imperialista, las relaciones con otras
potencias mundiales y la conquista de nuevos espacios de poder por la clase
trabajadora marcarán el rumbo de iniciativas como la CELAC y el propio futuro
de la región. La necesidad por relanzar las relaciones con Latinoamérica y el
Caribe y una declaración final bastante por debajo de sus pretensiones
corrobora la debilidad de las viejas metrópolis imperiales. Debilidad
acrecentada por una ofuscada y autoritaria huida hacia adelante al plegarse a
los intereses del imperio yanqui y los capitales armamentistas. Los pueblos
europeos, más allá de mundos multipolares de Estados capitalistas, tenemos la
imperiosa necesidad de construir relaciones de solidaridad con los demás
pueblos europeos y del mundo, y no vernos arrastrados por los mezquinos
intereses de las élites que gobiernan la UE.
* Iñaki
Etaio, militante de Askapena (Euskal Herria / País Vasco)
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