LOS AMORES COBARDES NO LLEGAN
ANÍBAL MALVAR
La líder de Sumar,
Yolanda Díaz, saluda a los simpatizantes del partido tras conocer los
resultados de la jornada electoral de los comicios generales 23J. -EDUARDO
PARRA / Europa Press
Se votaba entre susto y muerte y los españoles eligieron solo susto. Es la grandeza de las democracias plenas. Desde un punto de vista demoscópico y científico, está claro que a Alberto Núñez-Fakejóo le abandonaron sus posibles votantes onubenses del Mediterráneo y los sufraguistas andaluces de Cáceres. En cuanto a Santiago Abascal, le pasó como a esos macarras borrachos que entran amenazando en los bares, y se acaban llevando las hostias de un señor calladito y encogido que bebía zarzaparrilla en una esquina solitaria de la barra.
Respecto a Pedro y
Yolanda, Yolanda y Pedro, Barbie y Kent, cari y gordi, tampoco es que sus
resultados hayan llenado las urnas de primavera. No acabaron entonando
victoriosos el viejo A galopar, sino tarareando aquel bello óleo de Silvio
Rodríguez que dice que los amores cobardes no llegan a amores ni a historias,
se quedan allí.
Lo de cobarde no va
por el único ganador de estas elecciones, que ha sido Pedro Sánchez. Aunque
suene demasiado obvio, aquí podéis corear Resistiré. José Luis Rodríguez Zapatero
a la batería.
Cobarde ha sido la
izquierda a la izquierda del PSOE, y la España roja no vota cobardías: no haber
al menos igualado con los resultados del leproso mediático Podemos es un
fracaso para la telegénica Yolanda Díaz, para el canutero Íñigo Errejón (a
pesar de su insistente irrelevancia, radios y teles le ofrecen más canutazos
que al asesino de Kennedy), para el demasiado digno Joan Baldoví, que solo hace
revoluciones donde huele a pitiminí y donde su apellido rima.
Yolanda Díaz estaba
llamada a ser un ídolo callejero, sindical, obrero, gritón y mujer, que es lo
que necesitaba España. Pero le pusieron tantas pasarelas delante que le pilló
gusto al foco y a la excesiva higiene dental, y así no hay manera de parecer
comunista.
Yolanda Díaz, en
esta campaña, no solo ha sido cobarde con Irene Montero, que ya es dolor para
los justos. Ha sido, más que con nadie, cobarde y traidorzuela con la ministra
y vicepresidenta Yolanda Díaz, consigo misma, seguramente la ministra de
Trabajo más obrera y eficiente que ha visto nuestra lumbálgica democracia.
Sumar, a pesar de
los denuedos de Ferreras y otros mariachis por glamourizarlo mediáticamente, ha
fracasado de forma estrepitosa. Es como esos invitados que llegan demasiado
guapos a la fiesta y los garrulos lo tiran a la piscina. La piscina era la
democracia y los garrulos éramos lo votantes.
Sumar ha sido un
Podemos con el rímel corrido, un Podemos de fin de fiesta. Lo que no
desautoriza para nada la figura de Yolanda Díaz, porque los fascistas no han pasado,
pero sí castiga su puesta en escena.
El atractivo de
aquel primer Podemos era su carácter asilvestrado, impredecible, más feraz que
voraz. No ansiaba crecer, pero crecía. Para el sistema era una mala hierba, a
pesar de su belleza, y le echaron una barbaridad de pesticidas, pero
sobrevivió.
Os voy a dar un
dato. A Sumar lo han regado con fertilizantes y antiplaguicidas (o como se
llamen) de marca Atresmedia y Prisa, y mira tú que ha crecido menos que Podemos
en los secarrales. Milagros de la jardinería electoral.
Mi amiga Pepa y yo
tenemos los dos jardines más feos del universo-mundo porque amamos tanto la
naturaleza que la dejamos crecer en libertad. Es mucho más agotador cuidar un
jardín silvestre que uno domesticado, eso os lo aseguro.
Como fatal
jardinero, no me ha gustado ni me ha parecido efectivo electoralmente cambiar
el árbol de Podemos por los tiestos fashion de Sumar en los balcones. Y el
fracaso también memorable del ultraderechizado PP quizá, esperanza vana, abra
las puertas a un nuevo PP un poco más civilizado y con unos pocos conocimientos
más en geografía. Son sueños que uno tiene mientras mira brotar malas hierbas
en libertad sabiendo que no existen las malas hierbas. Que nada que aún esté
verde puede ser malo.
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