LA INFAME CAMPAÑA DEL PP
JUAN
TORTOSA
Una lona colgada por parte
del PP, a 14 de julio de 2023, en Madrid (España). Diego Radamés / Europa Press
El éxito del fútbol se debe, entre otras cosas, a que es una excelente parábola de la vida misma. Ya puedes estar excelentemente preparado, ser brillante, practicar un juego bonito y deslumbrar con tu habilidad... que siempre te vas a encontrar frente a ti en el rectángulo de juego con alguien dispuesto a romperte las piernas y mandarte largo tiempo a la enfermería. Por no hablar de la importancia de los árbitros si deciden no quitar ni poner rey, pero ayudar a su señor, poderoso caballero. Si además hay días en que sales a jugar sin estar inspirado, entonces ya ni hablamos.
Nadie recuerda con el paso del
tiempo a quien quedó en segundo lugar, suelen argumentar los amorales; lo
importante es el resultado y da igual cuáles sean los caminos para conseguirlo,
añaden. Así que como lo primordial es eso, el resultado, quienes son
respetuosos con las reglas del juego acaban encontrándose en inferioridad de
condiciones cuando, con el balón en los pies, han de driblar a quienes carecen
de prejuicios y no dudan en recurrir al juego sucio para impedirles el paso.
Como el fútbol, también la
política es la vida misma; claro que tal como anda el patio, quizás tanto el
fútbol como la política deberían estar prohibidos en horario infantil: en ambos
casos impera la máxima del sálvese quien pueda, nada que ver con la moral
judeocristiana (esa que predica que los malos acaban perdiendo y los buenos
ganando) que tanto perjudica a quien se la cree y la practica. Proliferan las
trampas, la corrupción, los negocios turbios: el peor ejemplo posible.
PP y Vox llevan varios años
encanallando la dinámica parlamentaria y contribuyendo con ello a empobrecer la
convivencia. Tres años y medio insultando sin parar entre bulos, lawfare y
cloacas infectas. Y por si nos faltaba algo, importan de Galicia a una mosquita
muerta llamada Núñez Feijóo, protagonista de la más infame primera semana de
campaña en unas elecciones generales desde que recuperamos la democracia. Con
las afrentas de Vox ya contábamos, incluso con las lonas canallas en las
fachadas de edificios apostando por el regreso del peor de los fascismos pero
la amoralidad, el desahogo con el que miente y el desprejuicio con el que actúa
el candidato popular nos ha pillado a muchos con el pie cambiado.
Sobre el debate del lunes 10 de
julio se ha dicho ya casi todo, pero se equivocan quienes piensan que lo perdió
solo Pedro Sánchez: lo perdimos todos aquellos que trabajamos para que en este
país no vuelva a instalarse ese fascismo al que el Partido Popular ha abierto
la puerta sin comedimiento alguno. Como los defensas-carniceros en los campos
de fútbol, Núñez Feijóo y los "insensatos sin escrúpulos" que le
rodean han apostado por una campaña en la que no dudan a la hora de romper
todas las piernas que consideren necesarias para ganar el partido.
Las sospechas contra el
funcionamiento de Correos es otra infamia intolerable. Como los ultrajantes
pactos en las Comunidades Autónomas, cediendo a las exigencias totalitarias de
la ultraderecha, que ya ha empezado a prohibir obras de teatro, películas,
canciones y según qué lecturas en las bibliotecas. La mayoría asistimos a este
siniestro espectáculo creyendo que somos solo público pero no, somos
protagonistas, porque el desastre que se está fraguando nos concierne muy
directamente.
El muñidor-jefe de todo esto, el
gallego con amigos narcotraficantes, no cesa de echar leña al fuego cada día
que pasa. Tanto él como su lugarteniente Gamarra son capaces de negar sin
inmutarse que su partido votó contra la revalorización de las pensiones
conforme al IPC, contra el matrimonio homosexual, el divorcio, el aborto, la
eutanasia, la subida del SMI, la ley rider. contra igualar permisos de
maternidad y paternidad... Mientras por un lado exigen que gobierne el más
votado, por otro convierten en presidente de Canarias al segundo. Demonizan a
Bildu al tiempo que organizan coaliciones con el fascismo en Valencia y Extremadura.
Si añadimos Castilla y León, Vox va a gobernar ya las vidas de uno de cada
cinco españoles. Ante lo espantoso del panorama, quizás no nos vendría mal
hacer estas cuentas con cierta frecuencia.
Para el PP de Núñez Feijóo, lo
primordial es el resultado; no importan los métodos, el que mata sigue vivo y
los muertos acaban olvidándose. Dinámica bélica pura donde lo que anda en juego
es el bienestar de todos, nuestro futuro, nuestra calidad democrática. Hemos
trabajado mucho para que esto no llegara a suceder, pero en muchos
ayuntamientos y autonomías ya ha ocurrido. Algo sin duda hemos hecho mal. Aún
nos quedan los penalties. Todavía nos queda el 23J para rectificar. Tenemos la
obligación de votar en defensa propia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario