23J: VOTAR EN CONTRA, VOTAR A FAVOR
PABLO BUSTINDUY
Díaz
protagoniza un acto de Sumar en Barcelona.
-DAVID
OLLER / Europa Press
En las últimas semanas ha habido una acumulación de noticias preocupantes. Héctor Tejero resumía lo esencial en este hilo de Twitter: récords globales de temperatura pulverizados un día detrás de otro, enormes anomalías térmicas en los océanos, incendios colosales, graves episodios de sequía, olas de calor como la que hemos padecido esta última semana.
La conclusión de los expertos es unánime: la emergencia climática ha entrado en una fase de aceleración descontrolada. La ventana de oportunidad para la prevención se cierra, y nos toca actuar con toda urgencia para mitigar sus efectos y adaptar la vida a un medio cada vez más hostil e impredecible. Nos toca hacerlo, además, en un contexto internacional extraordinariamente complejo que requiere de una audacia y una coordinación política sin precedentes.
En las elecciones
de este domingo no se vota solo qué partido sale victorioso o qué coalición
obtiene más escaños. Se vota quién va a estar a cargo de enfrentar este
gigantesco desafío, con arreglo a qué prioridades y con qué horizonte de
futuro.
¿Han escuchado
ustedes la propuesta de Feijóo en este sentido? No, pero a cambio conocemos
bien la de su socio. ¿El cambio climático? No existe. ¿Los avisos y
predicciones de la ciencia? Inventos y mentiras. ¿Las crisis globales, los
desafíos y problemas que nos acechan? Culpa de los pobres, de los migrantes, de
una conspiración de los enemigos de España.
Esta posición
podría ser risible si no tuviera efectos devastadores para nuestras vidas. El
negacionismo de la derecha no es solo irresponsable; hoy es directamente una
pulsión suicida. ¿Cómo puede decirse patriota quien mira hacia otro lado
mientras arde y agoniza su tierra? En esto pasa como en todo lo demás: la
ultraderecha dice defender España, pero lo único que defiende son los intereses
de una pequeña oligarquía rentista, dispuesta a que todo arda salvo su propio
privilegio.
Derrotar esta
pulsión en las urnas no es solo una responsabilidad política y moral: es
también una necesidad vital. Claro que no basta con ese impulso defensivo.
Necesitamos desplegar un horizonte paralelo, real, concreto, que nos permita
movilizar los recursos y las fuerzas necesarias para abordar la emergencia que
vivimos. Y necesitamos hacerlo, además, de forma que la democracia no solo no
se resienta por ello, sino que se profundice. En ausencia de ese horizonte,
cualquier camino conducirá de nuevo al punto de partida.
¿En qué consiste
ese horizonte? La transición ecológica -que no es otra cosa, tomada en serio,
que una revolución de la estructura económica de España- solo será democrática
si se apoya en una paralela revolución fiscal. Se trata de democratizar la
actividad económica desde su raíz: repartir la riqueza, el tiempo y el trabajo,
universalizar el derecho al bienestar, a la buena salud, al tiempo libre, a la
cultura y la formación. Se trata de darle la vuelta a la lógica reaccionaria
del tiempo en que vivimos: no adaptarse a la emergencia estrechando las
libertades públicas y los derechos económicos y sociales, sino ampliándolos,
dándoles más significado y más fuerza.
Este horizonte no
es sólo posible: es la única alternativa democrática al autoritarismo, la
desigualdad y el conflicto que se expande. Este es el razonamiento que inspira
mi voto a Sumar este 23 de julio. Quizás hoy el objetivo parezca muy lejano;
quizás nos cueste imaginar una alternativa a este sistema económico irracional,
injusto y peligroso. Pero la única manera de acercarnos a él, el único gesto
digno del tiempo en que vivimos, consiste en empezar a andar, en ir abriéndonos
camino.
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