EL JUEGO DEL MUNDO
Eduardo Sanguinetti, filósofo,
poeta y performer.
“¡Socorro!... ¿Dónde estás corazón?... Un rumor, una niebla. Un sueño. Cerré los ojos y el aire resbaló. La inquietud consumía inquietudes y caminos. Y es imperativo caminar. Hacer de la voz un espacio posible, para que caigan conceptos totalitarios y formas en proceso de eliminar el milagro de la aventura de vivir. (Fragmento de mi libro “Cu Cu – Do Do (Final en forma ordenada)” Editorial La Cifra, 2000).
Quién puede contener a los insectos, sin mancha de pecado original, son sumamente repetidos, ubicuos y oscuros en su mirada turbia. Dioses de batallas económicas, hoy, principio y fin de todas las cosas. Santo y seña sin mostrar el revés de sus sueños porno... Y ahí están los indispensables, los siempre amigos, reptando hacia la cima... Prostitutas enloquecidas, eunucos sin cabeza jugando anestesiados, legitimados por las nuevas deidades del Olimpo, sedimentos de deposiciones o mierdas recientes, como prefieran, es cuestión de detalles.
Es invierno y Popeye ya no come
espinacas. No existen referencias. Todo se igualó por decreto. Se ha vuelto una
rutina miserable que cuándo se observa a los hombres del milenio, la salud
mental baja la cabeza… Rutina “demasiado humana” que los hombres califiquen a
otros hombres, que a su vez construyen y destruyen existencias de pueblos
enteros. ¿Insana manía de la humanidad? ¿Y me hablan de democracias falaces,
igualdad, fraternidad y hermandad? ¿Ironía y sadismo? ¿Simulación de simulacro?
Puedo seguir intentando describir
el absurdo, entre analogías, metáforas siniestras, pero lo dejo ahí, mejor, más
sano, ¿no?... De todos modos, la muerte nos une, les agrade o no a las mafias y
su séquito de admiradores, víctimas del sin sentido de una vida mórbida, para
los explotados, esclavizados, obedientes, temerosos ciudadanos del mundo y a
quienes se lo reparten, incluyo sin dudas a los indiferentes estafadores y
vulgares criminales con sus crías, los herederos malditos, los que llevan
adelante en nombre de la santa contradicción una carrera infernal al
cementerio, donde el silencio impone criterio.
En un aparente gran caos
fundacional, se alumbró un nuevo orden mundial… Un orden establecido
multilateralmente que aspira a ejercer una hegemonía indiscutible, configurado
por fuerzas actuantes de origen y de identidad muy diversos (políticas,
culturales, económicas, étnicas, religiosas, nacionales e internacionales,
institucionales y sociales) que discuten esa hegemonía al modo de las grandes
producciones hollywoodenses, ejerciendo el control de una humanidad mansa y
manipulable, silenciosa y automatizada, en fin la eterna historia del mundo,
proyectada en el mundo virtual de la web y publicitada por los obscenos medios
planetarios.
No podemos perder de vista que el
movimiento emergente como antiglobalización y aglutinado por la idea de que
otro mundo es posible, es una respuesta a las peores consecuencias de largas
décadas de capitalismo salvaje, inauguradas por los gobiernos conservadores de
Ronald Reagan y Margaret Thatcher en 1980, y que como ha ocurrido en otros
casos, ha podido tener un origen casi anecdótico pero sorprendente en sus
efectos sociales.
La comuna de Berlín del 67, el
mayo francés del 68 y el otoño italiano del 69 señalan tres momentos del
colosal movimiento de insubordinación civil que recorrió -y transformó, a pesar
de su fracaso- la Europa occidental surgida de la II Guerra Mundial.
Pero la conmoción no se detuvo
ahí, ni se limitó a un continente -recordemos México, Estados Unidos, la
América Latina insurgente, Japón y los países de África en proceso de
liberación colonial- ni a un sistema económico y político (recordemos también
la primavera de Praga).
Hoy, como ayer, debería haber
surgido una generación en términos políticos asimilados a este milenio, una
cohorte generacional que comparta la cultura, aspiraciones y experiencias que
marcarían un período histórico determinante, resistiendo el poder de bestias
aculturales, retrasadas en tiempo y espacio.
La legitimidad está cuestionada
por la legítima inteligencia, eliminada del acontecer socio-político-cultural
del mundo, silenciado el discurso de estos seres, por los poderes fácticos, en
pleno auge de su accionar criminal.
Los íntimos y prohibidos deseos
de confrontación aparecen de modo permanente, en las formas más insospechadas y
escatológicas, después de todo son “actos humanos” ¿no?, pues los conflictos de
las diferencias son ya una guerra de fuegos cruzados. No existe sólo dualidad,
sino multiplicidad de ismos de la diferencia, extendidos en todos los rincones
del planeta, cada señal de una diferencia es la ocasión para un ismo. Y todos
esos fuegos cruzados afectan también al primer racismo, el de la diferencia
genérica del animal.
La razón ejercerá un racismo
contra la emoción, la emoción contra la percepción, la vista contra el olfato,
la intuición contra el pensamiento, los estilos mentales contra los
sentimentales, los estilos clásicos contra los barrocos... En sucesivas
batallas de la diferencia sin fin... Desde ella, la muerte del sentido no
conmueve, ni conduele. Ni tampoco el florecimiento esplendoroso de cenotafios y
sepelios, en una auténtica primavera de la muerte eterna.
En este juego de vida-muerte en
que estamos inmersos todos, ansío una transformación radical de nuestras
prácticas de vida-sobrevida, incluso la palabra revolución se ha vuelto demasiado
débil, demasiado repetida, demasiado unidimensional, en este tiempo, donde los
cambios deben ser aquí-ya-ahora, ¡inmediatos!
Se debe comprender, a pesar de la
cobardía que millones demuestran, que no somos inmortales y que revolucionar,
desarrollar, igualar, compartir, vivir, morir están ligados indisolublemente.
Lo han visionado, en advertencias apocalípticas, poetas, soñadores, hippies,
sabios. Y si el apocalipsis se equivoca, será porque ocurrirá algo improbable.
Y en tal sentido habrá tenido razón: nos preparamos para lo improbable.
(*) Filósofo, poeta y performer.
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