NUNCA CANTÓ EL “CARA AL SOL”
Hay muchos
factores que pudieron influir en que hubiera grietas por las que se colaron
algunas cosas impensables
MARÍA
GONZÁLEZ REYES
Valla electoral del PSOE para las
Elecciones Generales
en 2023. DAVID F. SABADELL
He estado unos días
con mi padre haciendo unas etapas del camino de Santiago. Levantándome y
acostándome con el ritmo del sol y llegando a los lugares usando solo la fuerza
de mis piernas. Se puede llegar muy lejos caminando.
Cuando más hablamos mi padre y yo es siempre caminando, por los alcornocales de nuestro pueblo, por los pinares de la sierra de Madrid. Estos días hemos tenido tiempo, también, de caminar en silencio.
En uno de los ratos
de charla me contó que él, a pesar de haber nacido en 1947 en un pueblo de
Extremadura, nunca tuvo que cantar el “Cara al sol”. Iba a un centro de monjas
franciscanas donde se impartía enseñanza Primaria y no se entonaba esa canción.
Las clases eran conjuntas entre niños y niñas. En un pueblo de Extremadura.
Durante la dictadura. Yendo a un colegio de monjas. Nunca cantó el himno de la
Falange.
Me contó también
que pudo seguir estudiando después de la Primaria porque un licenciado que
llegó al pueblo decidió montar una “Academia de enseñanza” para preparar el
ingreso al Bachillerato de los pocos que tenían acceso a esa posibilidad. Las
clases eran también mixtas. Tampoco se cantaba el “Cara al sol”. Ese director
de esa Academia había contratado a un maestro republicano al que habían
prohibido dar clase en la escuela pública del pueblo. Todo el mundo sabía que
trabajaba allí.
“Pasas más hambre
que un maestro de escuela”, era un dicho que decían mucho por entonces. La
Academia también servía para complementar los sueldos de los maestros y
maestras del pueblo. “Por eso la academia tenía unos horarios especiales —me
cuenta—, venían a dar clases antes y después de su jornada en la Escuela
nacional”.
Que en plena
dictadura ocurriera esto es una muestra de que hay grietas por donde colarse.
Grietas pequeñas, a veces diminutas. Grietas que no evitan que mi madre y todas
las que iban a la Escuela nacional pública sí tuvieran que cantar el “Cara al
sol” cada mañana. Había dos. Una para niñas. Otra para niños. Ni que mi abuelo
materno, maestro de la escuela masculina, hijo de un republicano que se escapó
para que no lo detuviesen, tuviera que vivir pensando en voz baja.
Hay muchos factores
que pudieron influir en que hubiera grietas por las que se colaron algunas
cosas impensables. “Una de ellas es que una cosa es que la gente dejara de
hablar en voz alta por el riesgo que suponía y otra muy diferente es que las
personas cambiasen su manera de pensar y sus convicciones por las ideas del
régimen”. Además, me cuenta mi padre, en el pueblo hubo una industria del
corcho donde trabajaban muchas mujeres (además del trabajo de la casa, me
aclara), y eso configuraba una forma de pensarse diferente para ellas.
Que las fábricas de
corcho contratasen a mujeres, que mi padre nunca cantase el “Cara al sol” en su
etapa escolar y que una academia (en la que trabajaba un maestro republicano)
impartiese clases mixtas para tratar de dar oportunidades educativas a un grupo
que tuvo ese privilegio no cambia todo lo que ocurrió. Pero sí modificó las
vidas de algunas niñas y niños que, en plena dictadura, vivieron que había
grietas por las que colarse.
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