VOTAR EN UN PAÍS VASALLO
PATROCINIO
NAVARRO VALERO
Todos somos conscientes de la relativa importancia que tienen las elecciones en España porque vivimos en un país vasallo, donde el pueblo ha retrocedido en derechos, libertades y bienestar a medida que aumentan las exigencias de vasallaje, igual que en la Edad Media.
Puede que algún lector piense que esta afirmación es exagerada, y en ese caso le invito a pensar quién decidió que estemos en guerra en Ucrania, quién decide la política bancaria, los desahucios indiscriminados, las reformas laborales y las privatizaciones, los recortes, las ayudas millonarias a la Iglesia y los privilegios de las instituciones religiosas, y aún podría alargarme con la política energética o los bajos salarios. ¿Quién decide la cuestión del Sahara y del pueblo saharaui? Citaré algunos responsables y que cada cual valore le asigne su papel decisorio: EEUU, Banco Central Europeo, Banco de España, Fondos Buitres con diversos nombres en inglés, burócratas de Bruselas, Marruecos, Ibex 35…G-7…Bilderberg… . Así que somos ciudadanos de un Estado vasallo sujetos a vasallaje que empobrece sin que haya habido referéndum ni otra posibilidad de ejercer la voluntad del pueblo trabajador, que por ser mayoría algo tiene que decir al respecto porque afecta a nuestras vidas directamente lo que esos macropoderes deciden sobre nosotros.
Claro está que se
nos argumentará que para eso están las
elecciones, y que no es lo mismo votar por políticos de derecha, siempre
mentirosos, desvergonzados, agresivos, inmorales, comúnmente corruptos y
ladrones, con sus inseparables amigos los fascistas de toda la vida, que
representan juntos por separado, a todos
aquellos poderes opresivos, que votar a
políticos de izquierda que intentan corregir su influencia sobre la ciudadanía, mejorando sus vidas teniendo que enfrentarse a los poderes
dominantes y al lavado de cerebro
colectivo de unos medios de comunicación que sirven con fidelidad perruna a
esos poderes citados, aunque lo conseguido, lo posible, ay, nunca es lo deseable.
Por qué lo posible
no es lo deseable se aprende enseguida: porque estos sistemas democráticos no
son democráticos y mira que lo decimos veces desde la izquierda; que no hay
democracia porque este es un país capitalista con una falsa democracia al servicio del capitalismo, no
una democracia obrera al servicio del pueblo trabajador. En esto hay una gran
diferencia. Y donde mejor se aprecia la diferencia es en el interior de cualquier empresa.
¿Dónde está la democracia en la empresa?
Anton Pannekoek, Karl Korsch y
Rosa Luxemburgo lo explicaban muy bien y deberían leerlos más nuestros
políticos que se dicen de izquierdas.
Aún dentro del
capitalismo habría una mejora social y política
si el pueblo tuviera el poder de corregir o revocar la acción del
gobierno y de sus ministros, o cundo un Jefe del Estado es elegido por los
ciudadanos. Pero en España, por
ejemplo, no ocurre todo eso ni se le
espera. Esto nos da una idea de los
peldaños que aún tenemos que subir hasta la libertad colectiva.
En estas
condiciones, un país vasallo como el nuestro puede convocar elecciones libres,
por supuesto. Y pueden concurrir a ellas todos esos partidos políticos que aspiran a ejercer el poder político, que
lamentablemente se traduce al final en cómo administrar el vasallaje. Y la tarea
no es sencilla, como pueden suponer. Por un lado nos encontramos con esos
Partidos ( nunca enteros, siempre fraccionados) que están del lado de esos
poderes que pugnan por ampliar su
influencia todo lo que puedan, aunque eso lleve a la ciudadanía al límite de lo
soportable en salarios, vivienda, asistencia, libertades, derechos, cultura, y
otras cuestiones que definen a un estado de bienestar.
En el lado
contrario, pero con sus más y sus menos en cuanto a radicalismo, se hallan los
Partidos (también fragmentados) que defienden ampliar derechos, libertades y
cuotas de bienestar social, político y
laboral que los poderes fácticos y sus representantes públicos intentan
recortar. Entre unos y otros, quedan islas de pequeños partidos registrados
legalmente, pero que carecen de visibilidad-
calculada, por supuesto- en los medios, de tal manera que solo se
encuentra su nombre en las papeletas a
la hora de votar, pero con pocas perspectivas de elección por ser desconocidos.
Ante esta
situación, uno puede decantarse por votar a unos u otros, sabiendo que al día siguiente de las elecciones
encontrarán al erario público con las
migajas disponibles tras el
saqueo del vasallaje para ser
administradas por quienes ganen. Y más nos vale, aun con todas esas
limitaciones estructurales, que ganen los partidos de izquierdas, y cuanto mas
a la izquierda mejor, porque una vuelta al franquismo al que aspiran estas
derechas sería la mayor segunda derrota
del pueblo español tras el éxito de la
canallada del levantamiento militar de sus abuelos en tal día como hoy de hace 80 años. Fecha
nefasta donde las haya. Nunca mais.
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