VILLAREJO CONTRA LA MAFIA
ANÍBAL MALVAR
De todos es sabido que soy muy fan irredento de nuestra santa transición, esa que nos llevó del fascismo autocrático de Franco al franquismo votocrático de ahora. Y, también lo tengo dicho, el personaje más fascinante y admirable que encuentro en estos últimos cuarenta años de felicidad, belleza y progreso de España es el comisario José Villarejo. No me vayáis a tomar por un heliogábalo que burla tradiciones y patrióticos relatos. Vale: tampoco tengo un póster de don Pelayo en la cabecera de la cama. Pero José Villarejo ha hecho por España lo que muchos de vosotros no conseguisteis durante cuarenta años pos y cuarenta años franquistas: cargarse a un borbón. Eso sí es poesía. Eso sí es patriotismo.
Ahora nos anuncian
que la jueza Belén Sánchez quiere imputar a Villarejo, nuestro Messi de las
cloacas policiales, por apuñalar en 2014, y delante de su hijo, a la
dermatóloga Elisa Pinto por orden de Javier López Madrid. "Hoy estarás
feliz. En la última puñalada habrías disfrutado. En la tripa y de veinte
centímetros. Su hijo pequeño chillando. Ella sangrando como una cerda",
decía un mensaje telefónico recibido por López Madrid y que obra en poder de la
jueza. En principio, el caso se sobreseyó. Pues ciertos policías aseguraron que
la dermatóloga se había apuñalado a sí misma delante de su hijo. Algo muy
típico entre feminazis y dermatólogas despechadas, como todo machirulo español
sabe. Pero ahora parece ser que unas juezas social-comunistas quieren reabrir
la causa obviando esta última evidencia sociológica.
Pongámonos en
antecedentes con este López Madrid. Es yerno de Juan Miguel Villar Mir, fugaz
ministro franquista bajo el palio agónico de Arias Navarro (el carnicerito de
Málaga, lo bautizaron sus admiradores franquistas en 1937 por hazañas y razones
obvias) y que recientemente compartió juzgado con su yerno en los casos Lezo y
Púnica. Confraternidad familiar. Villar Mir, amigo íntimo de Franco y después
de Juan Carlos I, nombró consiglieri a su apuesto yerno, hoy colega muy
especial (no en plan Corinna, válgame dios) de nuestros ejemplares monarcas
Letizia y Felipe Sextos: "Sabemos quién eres, sabes quiénes somos. Nos
conocemos, nos queremos, nos respetamos. Lo demás, merde. Un beso, compi yogui.
(I miss you!!!)", escribió nuestra reina, la de ahora, y ya siendo reina,
cuando su compañero de yoga López Madrid fue imputado por las tarjetas black.
¿La mafia española no existe? No me digáis que no os dan ganas de poner a esta
película una banda sonora de Nino Rota. Si se entera Mario Puzo, se levanta de
la tumba para denunciar a España por plagio. Y la culpa será de Pablo Iglesias.
Lo que cuenta es
que, a este paso, nuestro marveliano superhéroe garbancero Villarejo&Tal va
a acabar cargándose a dos generaciones de borbones. Él solo. Ante el peligro.
¿No os dan ganas de cantarle eso de cómo no te voy a queré?
Al margen del
affaire Villarejo; de que Miguel Blesa --ex presidente de Caja Madrid-- se
suicidara con una escopeta más grande que él; de la casi decena de muertes
extrañas relacionadas con la financiación ilegal del PP; de que un falso cura
disfrazado, con implicaciones con el Centro Nacional de Inteligencia, se colara
en el piso de Bárcenas y maniatara y amenazara de muerte a la esposa y los
hijos del magnate, o mangante, para llevarse documentación comprometedora; de
que el rey anduviera paseando maletines black por las cloacas bancarias
ginebrinas; de que el yerno de un ministro franquista y empresario encargara a
un policía el apuñalamiento de una ex novia compi yogui, a pesar de todo esto,
yo no creo que en España exista mafia. Lo que existe es régimen. Nuestro
régimen democrático consiste en ayunarnos democracia y beber de otros talentos.
Y nos va de puta madre, quod erat demonstrandum. La mafia tiene más glamour.
Pero nuestra podredumbre institucional pisa mejores moquetas.
Podría continuar
páginas y páginas, si hoy existieran las páginas, cantando poéticas loas a
nuestro comisario Villarejo y sus esfuerzos por narrarnos la reciente y
florinante historia de España. Pues también nos contó el caso Nicolás, lo del
ático impagable del impagable ex presidente madrileño Ignacio González, las
maniobras del ex ministro rajoyista
Jorge Fernández Díaz para inventar causas judiciales contra los
independentistas catalanes y Podemos, los encargos millonarios del BBVA por
servicios de espionaje a empresarios y banqueros, y otras muchas lindezas que
nos hacen sentir toreramemente orgullosos de ser muy españoles y mucho españoles.
Villarejo es nuestra esencia. Villarejo es más que un toro. Villarejo es
nuestra fiesta nacional. A Villarejo lo deberían juzgar en Las Ventas, con
todos los honores, tras sacarlo a hombros de la cárcel y meterlo en la Real
Academia de Nuestra Verdadera Historia.
Lo único que le
reprocho yo a mi admirado Villarejo, después de tantos años de servicio a
nuestra sacrosanta patria y su transparencia innegable, es que no haya
descubierto una mafia carpetovetónica. No importa si fuera una mafia pequeñita.
Es por el capricho de hacernos una peli. Aunque sea de Coppola y no del gran
Berlanga. Pero no ha habido suerte. Aquí solo disfrutamos de un régimen puro,
casto y democrático. No de una mafia. No valemos para nada. Ni para hacer una
peli. Ni una mafia. O sea.
PS a mis trolls:
Los presuntamente socialistas y republicanos Felipe González y José Luis
Rodríguez Zapatero acaban de firmar una carta para que Rodolfo Martín Villa no
sea juzgado en Argentina por sus crímenes fascistas durante el franquismo y la
transición. ¿No ves como no hay mafia, tonto l'haba? Eran tiempos plácidos,
donde a los y a las coletas, sencillamente, se les mataba. Qué bien se vivía
entonces. En nuestra santa transición. Vitoria. Sin ce. No es una errata.
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