LA EMBARAZADA PREHISPÁNICA
QUE RECOGÍA CARACOLAS
ANA SHARIFE
Hacía ocho siglos
que los restos óseos de una joven canaria prehispánica en avanzado estado de
gestación esperaban ser descubiertos. Bajo la cavidad pélvica de la madre, los
huesecillos de un bebé en posición oblicua y una distocia de hombro hacían
deducir lo peor. Un hallazgo triste y conmovedor, colmado de significados, que
además destacaba por su excepcionalidad, al tratarse de los restos de la única
mujer embarazada aborigen que se conoce hasta la fecha en Canarias.
¿Qué edad tenía la
joven?, ¿de qué murió?, ¿por qué su hijo no llegó a nacer?, y, sobre todo,
¿cómo eran los índices de mortandad femenina en edad fértil en tiempos
prehispánicos?, ¿cómo eran los roles de género?, ¿cómo sobrevivían?
Los huesos
reposaban en una finca de cultivo situada en Lomo de Juan Primo, en la costa de
Gáldar (Gran Canaria). Un área cementerial de apenas 100 metros cuadrados
integrada por otras 15 fosas simples excavadas, cuyos cuerpos estaban
extendidos y cuidadosamente envueltos en un sudario de piel o tejido vegetal.
La localización casual de estos vestigios óseos en el año 2007 se convertiría
en uno de los hallazgos más singulares que tenía reservado a los arqueólogos
del Servicio de Patrimonio Histórico del Cabildo grancanario.
El estudio
resultante acaba de ver la luz. Hoy sabemos que la aborigen canaria era muy
joven. Tenía unos 20 años. Los esqueletos de ambos (madre y feto) estaban bien
conservados, compatibles con un embarazo prematuro. También sabemos que pescaba
y recogía caracolas, y que madre e hijo murieron entre la semana 33 y 35 de
embarazo.
Los restos óseos de
la joven de la tumba número cuatro, enterrados en la necrópolis prehispánica de
la costa de Gáldar, fechados por métodos de radiocarbono entre 1270 y 1400, han
ido relatando minuciosamente a los investigadores cómo afrontaban las antiguas
canarias los nueve meses de una gestación y cómo se relacionaba en su contexto
vital.
El descubrimiento,
integrando arqueología y etnohistoria desde una perspectiva de género, ha
proporcionado a los arqueólogos una ventana abierta al embarazo y los partos en
la mujer aborigen de Gran Canaria. Un hecho que únicamente ha podido ser
documentado arqueológicamente en España en otros cinco casos, posiblemente
debido a la extrusión fetal post mortem.
Jonathan Santana
Cabrera, Martha Alamón Núñez, Verónica Alberto Barroso y Teresa Delgado Darias,
investigadores de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, el Museo
Canario y la empresa Tibicena acaban de publicar en la revista Homo: Journal of
Comparative Human Biology el resultado de su trabajo bajo el nombre Explorando
los riesgos que acompañan a la maternidad en la sociedad aborigen en Gran
Canaria.
Era mariscadora
A lo largo de la
costa de Gran Canaria, “la pesca y la recolección de mariscos fueron
fundamentales para la subsistencia de los antiguos canarios, una faena en la
que”, según fuentes etnohistóricas, “participaban en igual proporción hombres y
mujeres”.
La joven sufría
exostosis auricular en el canal auditivo izquierdo (“oído surfista”), revela la
investigación, “como respuesta al contacto diario y prolongado con el agua fría
del mar”, de lo cual se deduce que trabajaba pescando y recogiendo caracolas,
posiblemente a lo largo de todo el embarazo.
Cuando la joven
aborigen sonreía una hipoplasia del esmalte dental destacaba en su rostro.
También sufría una ligera osteoartritis en las vértebras lumbares que “nos
habla de la nutrición durante los años críticos de su desarrollo”. Ambas
“dolencias tienen su contexto histórico y cotidiano: se estima que el 20 por
ciento de la población de la Gran Canaria anterior a la Conquista sufría de
osteoporosis no senil, lo que varios estudios atribuyen a una dieta baja en
proteínas y sustentada, fundamentalmente, en la ingesta de carbohidratos de
cultivos agrícolas”.
Las antiguas
canarias también tejían, sembraban, cosechaban y procesaban lo producido con
molinos de mano. “Trabajos igual de importantes para la reproducción social”,
que “concuerdan con los marcadores esqueléticos de esfuerzo físico donde
destacan los movimientos de la flexión y pronosupinación del brazo, en
combinación con movimientos de la mano” y, además, “se distancian
significativamente del preservado para los hombres aborígenes”, cuyas labores
eran “de mayor envergadura y exigencia física”.
Mayor mortalidad
femenina
Se sabe que a la
joven le faltaba apenas un mes para dar a luz y que ambos (madre e hijo)
podrían haber muerto debido a complicaciones durante el último período de embarazo. “La disposición de los restos del feto en su
región abdominal apunta una posible mala colocación, la presentación de un
parto difícil (distocia) que puede deberse a muchos factores que alteran el
proceso normal, como el gran tamaño del feto, la presentación cefálica
desviada, nalgas, hombros, etc.”.
Aunque su
verificación en contextos arqueológicos es algo difícil, “su alta incidencia en
la población actual respalda considerarla una posible causa de muerte materna y
fetal en el pasado”. Sin embargo, en la investigación los expertos exploran
otras posibilidades. “Entre los síndromes que pueden causar la muerte en el
tercer trimestre del embarazo se encuentran pelvis contraída, senescencia
placentaria, desprendimiento placentario e infecciones agudas, o la eclampsia”.
A día de hoy, la
eclampsia “está detrás del 15% de la mortalidad materna en todo el mundo”,
según la Organización Mundial de la Salud (dato de 2012), y “en el 90 por
ciento de los casos ocurre en torno a la semana 34”. Lo que refuerza la idea de
que “la mortalidad materna es algo a lo que la humanidad se sigue enfrentando
en muchos puntos de la tierra”. La propia OMS indica que cada día mueren en
todo el mundo unas 830 mujeres por complicaciones relacionadas con el embarazo
o el parto.
La evidencia
osteoarqueológica ya indica que hubo una mayor mortalidad entre las antiguas
canarias de 20 y 35 años (edades reproductivas). Sin embargo, “estos datos por
sí solos no son suficientes para dilucidar el fenómeno en estudio”. Como sucede
en la actualidad, “las muertes durante el embarazo representan sólo una pequeña
fracción asociada con la reproducción; la mayoría son el resultado de
infecciones agudas y hemorragias posparto, como el 20% de los casos actuales se
pueden atribuir al exceso de trabajo de la madre gestante, la pobreza, el
aislamiento o la violencia”, señala la investigación.
Venerada fertilidad
Gran Canaria
disfrutó de “un aumento en la productividad agrícola excedente desde el siglo
X”, con una proporción notable de recursos marinos y carne y productos lácteos
de su ganado, “que se observa, especialmente en la aparición de grandes
graneros colectivos fortificados para conservar alimentos, y un aumento en el
número de aldeas en toda la isla”.
Esto se debe a “que
las comunidades se vuelven menos sensibles a las condiciones externas y pueden
mejorar la disponibilidad de recursos”. A pesar de que “la evidencia
osteoarqueológica y etnohistórica sugiere que las mujeres tenían un estatus
social más bajo en comparación con los hombres, lo que se manifiesta, por
ejemplo, en el acceso desigual a los alimentos”, esto no impidió “que las
capacidades reproductivas de las mujeres fueran veneradas, con una mayor
asignación de alimentos durante el período previo al matrimonio y el embarazo”,
para así proveer a las madres y a sus hijos de más opciones de supervivencia
durante la gestación y primera crianza.
“Esta estrategia
habría resultado efectiva para asegurar la reproducción biológica del grupo”.
De hecho, “la fertilidad de las mujeres como un aspecto preeminente de las
costumbres rituales de los antiguos canarios es evidente en sus
representaciones simbólicas, lo que sugiere que desarrollaron todo tipo de
estrategias sociales para garantizar su éxito reproductivo”.
“Las relaciones
sociales de los antiguos canarios estaban sustentadas en un sistema de género
asimétrico dominado por los hombres”. Por tanto, subraya la investigación, “la
división sexual del trabajo, un acceso asimétrico a lo producido, la gestión de
las relaciones de parentesco y la capacidad reproductora de las mujeres, así
como su papel en el mundo religioso y funerario son considerados con el
objetivo de alcanzar una visión generalista sobre las condiciones de vida de
las mujeres prehispánicas”.
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