domingo, 3 de junio de 2018

EPITAFIOS A RAJOY


EPITAFIOS A RAJOY
ANÍBAL MALVAR
Se ha marchado como por ensalmo Mariano Rajoy y es hora de glosar los epitafios y oraciones fúnebres que nuestros periódicos de papel le han dedicado. El editorial de hoy mismo de La Razón podría enmarcarse en el género hagiográfico, y no es difícil imaginarse a Francisco Marhuenda gimiendo por las esquinas de la redacción del periódico cual Roncero tras la espantada de Zidane. No hay que olvidar que Marhuenda trabajó años ha para el presidente censurado, con lo cual el texto deja un regusto par a lágrimas y almíbar que haría las delicias de cualquier guionista de telenovela. Al loro: “Es sintomático y merecedor de estudio por qué esta animadversión hacia uno de los políticos más centrados, moderados, tolerantes y, también, con más calidad humana que ha habido en nuestra arena política […]. Ha habido un ensañamiento sobre su figura, al límite de una demagogia insoportable y de una inquina ideológica que puede que refleje el signo de los nuevos tiempos: del sentimentalismo sobre la razón política […]. Un gran político, un buen español y un hombre honrado”. Al “honrado” M. Rajoy de los papeles de Bárcenas, nos viene a decir el periódico de Planeta, se le ha desahuciado de la Moncloa porque anteponemos el sentimentalismo a la razón política. O sea, que hemos leído la sentencia de la Gürtel como si hubiéramos deglutido una novela larga de Corín Tellado. Todo sentimiento y miel.


En el mismo diario, unas páginas más adelante, David del Cura no solo nos pinta al presidente como un alma cándida de nimbado resplandor histórico, sino que se atreve, casi, a sumarlo a la lista de las víctimas de ETA: “El jefe [Ortuzar] le ha dicho a Aitor Esteban eso de ‘baja del tractor y le pegas los cinco tiros’. El sí del PNV retumbó…”.

No sé lo que dirán los nuevos jueces de esto, pues supongo que el Consejo General del Poder Judicial va a ser reformado en breve y a sus miembros los va a elegir Nicolás Maduro, como todo el mundo sabe. Pero esa imagen de Aitor Esteban bajándose del tractor con la parabellum para descerrajarle cinco tiros a Rajoy es metáfora algo arriesgada. Si la cantara un rapero, quizá sería delito. Con eso os digo todo.

Desde ABC, el director Bieito Rubido compite noblemente a ver quién es la mejor plañidera de la prensa española. Titula su sección El astrolabio con un escueto Inmerecido, y nos dice así. “Mariano Rajoy no se merecía terminar su etapa como presidente del Gobierno de esta manera. Su figura se agrandará a medida que pasen los meses”. Yo también creo que la figura de Rajoy se agrandará en pocos meses. Dejará de caminar rápido para los telediarios por los montes de Galicia y engordará. Es ley de vida.


El columnista Ignacio Camacho tiene en el mismo periódico una sección bajo el nombre Una raya en el agua, aunque leyéndolo a veces da la impresión de que se ha puesto la raya en otro sitio. Es el caso de este Elogio de la retirada a tiempo que nos viene a decir que Rajoy se va, que no lo echan: “Sin duda no merece lo que ha tenido, vilipendiado con injusto desprecio a su cabal compromiso con la nación y su formidable hoja de servicios”. Repaso la hoja de servicios del finado y me encuentro el Prestige, 11-M, Gürtel, Púnica, Lezo, Bárcenas… Si es que este hombre no ha parado de acumular méritos.

En El País hay menos hagiografía, como corresponde a un periódico casi aconfesional. Se insiste, eso sí, en la inoportunidad de la moción de censura, de la que surgirá un gobierno imposible por la escasa reprentatividad parlamentaria del futuro partido de poder. El diario de Prisa, como todos los demás, niega la realidad. Hay que acostumbrarse a gobernar con 84 diputados. Son cuatro partidos a repartirse 350 quesitos casi en igualdad de condiciones. Dejemos 50 a nacionalistas y minoritarios, salvo que la cifra crezca con una sensata reforma electoral. Quedan 300. En estos tiempos de empate técnico, los cuatro grandes tocan a 75 cada uno. El fin del bipartidismo era esto. Acostumbraos, y acostumbradnos, a gobernar con tan pocos y con tanto. Por favor.

Genial estuvo en El País Íñigo Domínguez relatando los últimos instantes del caudillito pontevedrés: “Su último discurso […] fue muy corto, ni tres minutos, y le sirvieron para recuperar in extremis la elegancia que había perdido, desaparecido en las últimas 24 horas, aunque sea de lo más humano hacerse fuerte en un bar”. Es un sentir extendido. María Carbajo lo resumió así en un tuit: “Rajoy se ha metido en un bar a las tres de la tarde y ha salido a las 22h. Qué queréis que os diga, a mí me representa”.

El Mundo, también algo crítico con la herencia que deja el pontevedrés, aunque sin pasarse, pone énfasis en la “sobresaliente oratoria [que] brindó debates vibrantes que ya figuran en la historia del parlamentarismo español”. No puedo por menos que estar de acuerdo. Pocos oradores he conocido capaces de aislar el núcleo irradiador de una idea con igual destreza y poesía: “Cuanto peor mejor para todos y cuanto peor para todos mejor, mejor para mí el suyo beneficio político”. Los anales del parlamentarismo guardarán en sus siglos este brillante diserto que engalanará por siempre el noble arte de la oratoria española. Al césar lo que es del césar.

En resumen, que nos deja huérfanos un presidente honrado y gran orador. Yo no sé si Rajoy es más honrado que buen orador. Espero que sí, pues de lo contrario va a darle más trabajo a nuestros jueces que a nuestros académicos. Descanse, por cierto, en paz.
 


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