MACRON Y LA FRANCIA INVERTEBRADA
GERMÁN
GORRAIZ LÓPEZ
La irrupción de la
pandemia del Covid aunado con el conflicto ucraniano, reveló el preocupante
servilismo de los países occidentales a los dictados de la OMS y de EE.UU., que
se tradujo en la pérdida de poder decisorio de las instituciones europeas y su
total subordinación a los dictados geopolíticos de EE.UU., quedando Francia
como una potencia irrelevante en la nueva cartografía geopolítica de la Guerra
Fría 2.0.
Los cisnes negros de Macron
Ya en el final de su legislatura, Macron se habría despertado con dos inesperados cisnes negros que podrían finiquitar sus días de vino y rosas en el Eliseo. El término cisne negro designa a un “acontecimiento inesperado e impredecible que produce consecuencias a gran escala y que es explicable solamente a posteriori”.
Así, en el
paroxismo de la soberbia del Poder, Macron se valió del artículo 49.3 de la
Constitución que permite aprobar una ley sin someterse a la votación de los
diputados para aprobar la Reforma de la edad mínima de jubilación, pasando de
los 62 años actuales a los 64 años en el horizonte del 2030. Ello sería un
misil en la línea de flotación de la idiosincrasia francesa cuyo imaginario
colectivo habría interiorizado su derecho a una jubilación temprana como premio
a su esfuerzo laboral.
Dicha decisión dejó
traslucir el pánico de Macron a perder la votación al no tener asegurados los
votos republicanos necesarios para lograr la mayoría necesaria para aprobar una
Ley sumamente controvertida que contaba con la oposición de la mayoría de la
opinión pública francesa, amén de la mayoría de diputados y sindicatos.
Tras el fracaso de las 2 mociones de censura
presentadas por la oposición en la
Asamblea francesa y a pesar de la oposición según una amplia mayoría de la
población francesa al retraso de la jubilación y de las incontables movilizaciones
en su contra convocadas por sindicatos y partidos de la oposición, dicho Decreto fue publicado en el Diario
Oficial tras superar el último escollo y recibir la luz verde del Consejo
Constitucional francés y entrará en vigor el próximo septiembre, pero habría provocado una drástica caída de la popularidad del Presidente galo.
La distopía de la banlieue
Una distopía sería
“ una utopía negativa donde la realidad transcurre en términos antagónicos a
los de una sociedad ideal” y se ubican en ambientes cerrados o claustrofóbicos
y la banlieue sería un escenario distópico de naturaleza real (no ficticia).
La radiografía de
los habitantes de la banlieue esbozaría asimismo un escenario distópico, donde
amplias tasas de su población viven bajo el umbral de la pobreza y con tasas de
desempleo muy superiores a la media nacional del 7,5%), tasa que se
incrementaría entre los menores de 25 años. Ello tendría como efectos
colaterales la marginalidad, la economía sumergida y el incremento de los índices de delincuencia,
favorecido por la falta de inversiones en los servicios públicos y el
hacinamiento de parte de la población en bloques de pisos obsoletos construidos
en los años 60.
Por otra parte, los
violentos disturbios de 2005 en la banlieue de las principales urbes francesas
habitados mayoritariamente por inmigrantes y franceses de raza negra, habrían
encendido las alarmas en el establishment francés. Así, en nombre de la
sacro-santa seguridad del Estado, se decidió que el principio de inviolabilidad
( habeas corpus) de las personas), dormiría en adelante en el limbo de las
leyes muertas y quedaría como estigma imborrable en las fuerzas de seguridad
francesas el principio de "presunción de culpabilidad" en lugar del
primigenio de "presunción de inocencia".
Ello tendría su
reflejo en la brutalidad y el desprecio racial que destilan las intervenciones
policiales en la banlieue de las grandes urbes galas y que serían elementos
constituyentes de la llamada "perfección negativa", término empleado
por el novelista Martín Amis para designar "la obscena justificación del
uso de la crueldad extrema, masiva y premeditada por un supuesto Estado
ideal".
Los suburbios de
París y las grandes ciudades de Francia se habrían pues convertido en un cóctel explosivo cuyos
ingredientes serían la deficiente gestión del multiculturalismo; las tensiones
étnicas entre franceses e inmigrantes de diferente raza, cultura y religión; la
insuficiencia del Estado asistencial; tasas de paro desbocado y sangrantes tasas de pobreza.
Ello, aunado con la
brutalidad policial, confirmaría la crisis del vigente modelo francés de
integración al permitir la aparición de una nueva cartografía urbana totalmente
refractaria a los dictados del
establishment francés y que conformaría
la "nueva Francia invertebrada".
Así, la muerte de
Naël, joven de 17 años sin antecedentes policiales a manos de la policía en un
control de tráfico en Nanterre y calificada por Macron como "inexplicable
e inaceptable" , habría sido el detonante de una nueva explosión de
violencia en las banlieues de las grandes urbes francesas, reeditando los
violentos sucesos del 2005 y recordando al mundo la persistencia de la "
Francia invertebrada" como distopía en la Europa del siglo XXI.
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