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viernes, 21 de julio de 2023

EL GOBIERNO DE LOS PEORES HOMBRES

 

EL GOBIERNO DE LOS PEORES HOMBRES

OTI CORONA

A la izquierda, el actor y político Arnold Schwarzenegger; a la derecha, el candidato a la presidencia del Gobierno del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo. Las imágenes son de Europa Press

En un impactante vídeo, Arnold Schwarzenegger cuenta que creció rodeado de hombres a los que su participación activa en la Segunda Guerra Mundial había destrozado emocionalmente. Deshila cómo su padre bebía y agredía a su familia, un maltrato que él había normalizado porque sus vecinos, que también tomaron parte en la contienda, se portaban igual con sus esposas e hijos. En nuestro país existió una generación igualmente traumatizada por la guerra, en este caso la Guerra Civil. Al trauma se unió, además, la llegada de cuatro décadas de una dictadura que potenció la superioridad incuestionable del cabeza de familia y que excusó las conductas abusivas que el actor y político republicano denuncia en su vídeo: el varón se presentaba como un ser superior al que la mujer debía obedecer y apaciguar, y era ella la culpable si él se excedía en el ejercicio del poder.

 

Es probable que el Generalísimo ni siquiera se parase a pensar en la herencia en forma de validación del hombre violento que nos dejaba cuando promulgó su «atado y bien atado». Sin embargo, se trata de uno de los más venenosos tentáculos franquistas. Esa figura paterna, que a su vez sirvió de ejemplo a sus vástagos, fue la de un individuo con potestad para actuar a su antojo en el seno del hogar, para ejercer la autoridad –bien o mal–, arropado por las leyes y las normas sociales.

 

 

Con el tiempo, ese modelo de hombre quedó en entredicho, sobre todo porque las mujeres, a medida que conseguíamos la emancipación económica y el control de nuestras maternidades, nos negamos a compartir nuestras vidas con ellos. Hoy en día el macho ibérico es una caricatura con la que nadie quiere identificarse. Por eso los machistas buscan estrategias para que no se les note demasiado; ninguno admitirá que quiere a la mujer con la pata quebrada y en la cocina, que cree que una chica merece que la violen si se emborracha o que considera adecuado que la esposa reciba un escarmiento del marido de vez en cuando. Pero lo piensan y, para desgracia de las personas decentes –y principalmente de las mujeres– los partidos de derechas se adaptan como un guante a la reivindicación de esa masculinidad tóxica y perniciosa, despojo de los últimos coletazos del franquismo. En el caso de Vox, no es solo que se adapte; es que esos machistas auparon y sostienen el partido con la intención de impregnar nuestra sociedad y nuestras instituciones con su misoginia.

 

Ansían, por supuesto, la supresión del Ministerio de Igualdad y de las leyes feministas, pero sus exigencias se despliegan sobre todas las políticas. Por ejemplo, una medida que se ha empezado a aplicar en ayuntamientos gobernados por el tándem PP-Vox es la eliminación de carriles bici. Cuando el sentido común nos lleva a desear ciudades más verdes –y por tanto más frescas–, ellos se niegan a perder un espacio que consideran eminentemente masculino: el del coche, con su velocidad, sus bocinazos, su potencia y su ocupación de la vía pública. Se burlan de quienes apelan al cambio climático porque, según ellos, eso no existe. Como son más listos que nadie y su hombría les hace invencibles, también negaron el virus y la eficacia de las vacunas que nos sacaron del hoyo. ¿Los científicos? Ni puta idea tienen. El que sabe es Manolo, que se informa en la web creetemismierdaspuntocom. En la misma línea, se pitorrean del bienestar animal y de cualquier iniciativa saludable que incluya reducir el consumo de carne. Hasta ahí podíamos llegar, con lo que les gusta a ellos mandar la foto del chuletón con sus buenos chorreones de sangre roja.

 

Sus demandas no responden a la razón, sino a la burricie del cuñadismo del palillo en la boca y los cojones encima de la mesa. Les va la mano dura. Por eso las políticas de PP y Vox, especialmente durante la campaña electoral, se basan en el acoso, la burla, el engaño y el matonismo. Basta con ver las lonas del odio, siempre contra el débil, que cuelgan aquí y allá, o con observar cómo enturbian el escenario con tantas mentiras por minuto que el diálogo resulta imposible. Nuestra derecha es una imitación pachanguera del trumpismo en la que aún resuenan los ecos de aquellos machotes con los que Franco nos castigó.

 

Por cierto, el mensaje de Schwarzenegger se emitió como una llamada a la calma a raíz del asalto al capitolio después de que Trump, al dar por perdida la presidencia, pusiese en duda la fiabilidad del voto por correo. ¿Les suena? Claro. Feijóo ha calcado la artimaña. Lo peor es que, si las papeletas no lo remedian, vamos de cabeza a un gobierno cuya prioridad será satisfacer a estos hombres. A los peores hombres.

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