LULA SKYWALKER FRENTE A LA DERECHA RADICAL
A
pesar de sus seis millones de votos de ventaja, Lula debe ampliar sus alianzas
y modular su estrategia ante Bolsonaro, que consiguió un resultado sorprendente
BERNARDO GUTIÉRREZ
Un recorte de la imagen de
Lula Skywalker compartida
por Mark Hamill en Twitter.
Tres horas después de comenzar el recuento de votos de las elecciones brasileñas, Fernando Gabeira, voz reconocida del progresismo ecológico, entraba en directo en el programa especial de Globo News. Con un 66,66% del recuento, Bolsonaro, candidato del Partido Liberal (PL), lideraba la carrera: 45,69%, frente al 45,55% de Lula, candidato del Partido dos Trabalhadores (PT). El recuento de los estados favorables a Lula iba con retraso. Los analistas de Globo News, que preveían un vuelco final, ya destacaban el inesperado vigor de Bolsonaro. Gabeira habló preocupado: “La fuerza, no específicamente de Bolsonaro, pero sí de una visión conservadora, es muy sólida. Más de lo que indicaban las encuestas”. Al final de su intervención, con el recuento al 70% se produjo la virada (remontada): Lula 45,74%, Bolsonaro 45,55%.
La noche acabaría
con victoria de Lula: 48,43% de los votos válidos, 57.257.473 votos, récord
histórico en un primer turno, 25 millones de votos más que Fernando Haddad,
candidato petista en 2018. A pesar de que el porcentaje de votos del PT aumentó
en todo Brasil, el resultado de Bolsonaro fue más alto de lo esperado: 43,20%
de los votos, 51.071.106 votos. Su porcentaje cayó tres puntos con respecto a
2018, pero obtuvo 1,7 millones de sufragios más. El PL se convirtió en el mayor
grupo del congreso (98 diputados) y ganó el estado de Río de Janeiro. El
domingo, Datafolha daba a Bolsonaro un 36% de los votos válidos. Algo en la
recta final de la campaña quedó fuera del radar. ¿Indecisos de última hora?,
¿el sentimiento antipetista es tan fuerte que blinda sin más la pésima gestión
de Bolsonaro?, ¿de dónde salen los nuevos votantes de Bolsonaro?, ¿tendrá que
ver con el aumento del censo (9 millones más de votantes que en 2018)? “Supuse
que habría un rechazo a Bolsonaro, por su comportamiento a lo largo de la
pandemia”, se lamentaba Gabeira. En el plató de Globo News salió una posible
explicación: el porcentual de votos blancos y nulos es el menor desde 1994: ha
caído a la mitad, 4,41% en 2022 (8,8% en 2018). En las regiones bolsonaristas
el voto nulo/blanco es mucho menor. [Nota: en Brasil, el voto es obligatorio
para los ciudadanos de entre 18 y 69 años, salvo si son analfabetos]. La
paradójica hipótesis tiene sentido: tras cuatro años en el poder, Jair
Bolsonaro sigue capturando el sentimiento antiestablishment que le aupó en
2018. Luciana Chong, directora de Datafolha, refrenda la teoría: “El día de las
elecciones vimos un movimiento de electores que votaban a Ciro Gomes y Simone
Tebet, blanco y nulo migrando para el presidente Jair Bolsonaro”. Si las
últimas encuestas daban la victoria a Lula en el primer turno, muchos votaron
para evitarlo. La polarización transformó el primer turno en segundo turno. El
voto avergonzado, que antes de las elecciones parecía estar en el lado de Lula,
fue bolsonarista.
Como las encuestas
daban la victoria a Lula en el primer turno, muchos votaron para evitarlo. La
polarización transformó el primer turno en el segundo
Según avanzaba la
noche, el mapa electoral brindaba pistas. Desde Minas Gerais hacia el norte, el
país se vestía de rojo. Al sur de Minas, del verde amarelo de los seguidores de
Bolsonaro. Lula ganó en todos los estados del nordeste, en la Amazonia (gracias
a Pará y Amazonas, sus estados más populosos) y en el decisivo Minas Gerais
(única victoria petista en el sudeste, la región con más habitantes). Bolsonaro
ganó en São Paulo, Río de Janeiro, el centro oeste (epicentro del agronegocio)
y el sur. La mayor distorsión entre las previsiones de las encuestas y el
resultado se produjo en São Paulo, principal colegio electoral. Datafolha
preveía un 42% para Lula y un 35% para Bolsonaro. El resultado se invirtió:
47,71% para Bolsonaro, 40,89% para Lula. El giro de São Paulo, estado con
tradición conservadora, explica parte de la sorpresa. Si se hubieran cumplido
las encuestas, Lula habría ganado holgadamente en el primer turno. El fichaje
estrella de Lula, el conservador Geraldo Alckmin, exgobernador de São Paulo,
fue insuficiente. Buena parte del voto de derechas paulista ha preferido
desplazarse al bolsonarismo que votar a Lula.
Derecha
radicalizada. Hace unos días, el Partido Liberal (PL) de Bolsonaro, denunciaba
en un comunicado el fraude que el Tribunal Superior Eleitoral (TSE) podría
cometer tras las elecciones. Una auditoría interna había encontrado “24
supuestos fallos” del sistema de urnas electrónicas. La denuncia arropaba las
constantes acusaciones del propio Bolsonaro contra el sistema electoral. El TSE
respondió duramente: el comunicado constituye un crimen electoral grave. Con la
ley en la mano, el partido podría sufrir duras represalias. Pero, ¿se atreverá
la justicia a castigar al partido más votado del Congreso?, ¿no reforzaría eso
la narrativa victimista de Bolsonaro? La deriva del Partido Liberal, que ha
sufrido algunas refundaciones, resume el giro de la derecha hacia la derecha
radical. El PL formó parte de la base aliada de los dos gobiernos petistas
entre 2003 y 2011. Cuando Lula asumió la presidencia, el PL era el partido de
José Alencar, su vicepresidente. A día de hoy, Valdemar Costa Neto, peso pesado
del partido, histórico defensor de las urnas electrónicas, está azuzando la
revuelta contra el sistema electoral. Si en 2018, las principales noticias
falsas difundidas por el bolsonarismo tenían que ver con cuestiones de género o
la religión, en 2022 las fake news apuntan directamente contra el sistema
electoral. Todo vale para abonar el campo para la hipotética derrota de
Bolsonaro. Todo sirve para justificar el no reconocimiento del resultado.
Si en 2018, las
principales noticias falsas difundidas por el bolsonarismo tenían que ver con
el género o la religión, en 2022 las fake news apuntan directamente contra el
sistema electoral
La radicalización
del históricamente moderado PL viene de la mano del hundimiento del
centroderecha tradicional. El Partido da Social Democracia Brasileira (PSDB)
del expresidente Fernando Henrique Cardoso, buque insignia del centroderecha,
está en caída libre. No ha tenido candidato presidencial, algo inédito. Ha
perdido el estado de São Paulo por primera vez en veintiocho años. Apenas ha
colocado a cuatro candidatos a gobernador en el segundo turno. En 2018, su
número de diputados cayó de 54 a 29. El domingo se desplomó: 13 diputados. El
espacio que el PSDB deja en el congreso ha sido ocupado por la nueva derecha
radical: el PL de Bolsonaro, Republicados (41 diputados) o Patriotas (4). O por
partidos como Progressista (PP, 47), antiguo aliado de Lula, ahora
bolsonarista. Hasta formaciones como União Brasil (58 diputados) o Podemos
(12), que usan la narrativa de derecha, la clásica, se alimentan de los
radicales imaginarios antipolíticos de Bolsonaro, especialmente el de la
anticorrupción. El exjuez Sérgio Moro, que capitaneó la operación ‘Lava Jato’
contra Lula, es flamante nuevo senador por União Brasil. Deltan Dallagnol, el
procurador General de la República que interfirió ilegalmente en la ‘Lava
Jato’, se ha convertido en diputado por Podemos. Ambos, en el conservador
estado de Paraná, donde Lula pasó 580 días en prisión acusado de corrupción. La
‘Lava Jato’, asegura Dallagnol, ha resucitado como un Ave Fénix. Por otro lado,
el liberal Partido Novo, que nació 2018 aspirando a ser la tercera vía del
centroderecha, se ha estrellado. Con la excepción de la reedición de Romeu Zema
en el gobierno de Minas Gerais, el Partido Novo ha tenido resultados pírricos:
un 0,47% de su candidato presidencial (Félipe D’Ávila) y apenas tres diputados.
Para el ecosistema
petista y las izquierdas brasileñas, la campaña del centroizquierdista Ciro
Gomes, del Partido Democrático Trabalhista (PDT), ha dado votos a Bolsonaro
¿Qué otros
elementos podrían explicar el vigor electoral bolsonarista? Para el ecosistema
petista y las izquierdas brasileñas, la campaña del centroizquierdista Ciro
Gomes, del Partido Democrático Trabalhista (PDT), ha dado votos a Bolsonaro.
Gomes ha sido más duro con Lula que con Bolsonaro. Ha abrazado el anticomunismo
en canales de YouTube bolsonaristas como Jovem Pan News. Se dejó incluso
entrevistar por un influencer que defiende el nazismo. Algunas encuestas
revelan que los electores de Ciro, tras su deriva antipetista, estaban migrando
hacia la derecha. Gomes, que figuró en tercer lugar durante toda la campaña, se
ha hundido en la recta final. Del 8%, ha caído al 3,04%, quedando en un poco
honroso cuarto lugar, detrás de Simone Tebet, del centrista Movimento de la
Democracia Brasileira (MBD). Parte de los cinco puntos que Ciro perdió, como apunta
la directora de Datafolha, han ido a parar a Bolsonaro.
¿Renovación de la
izquierdas? La izquierda no ha crecido en el Congreso, como vaticinaban algunos
estudios, pero mantiene el tipo. De hecho, la Federação Brasil da Esperança que
lidera el PT (incluye al Partido Verde, PV y al Partido Comunista do Brasil,
PcdoB) sí ha crecido: suma 80 diputados (el PT solo consiguió 56 diputados en
2018). La coalición del Partido Socialismo e Liberdade (PSOL) y la Rede ha
tenido un resultado histórico: 14 diputados. No obstante, a otros partidos de
izquierda no les ha ido tan bien. El Partido Socialista Brasileño (PSB), gran
apuesta aliada de Lula, ha caído de 23 a 17 diputados. El PDT de Ciro Gomes se
queda con 17 diputados (tenía 19). Solidariedade suma 4. Juntos acumulan 130
diputados de 513. Sin embargo, en el Congreso brasileño la geografía
izquierda-derecha no es la única posibilidad de alianzas. El acuerdo de Lula
con el joven André Janones, líder de Avante, un partido de centro levemente
progresista, añadiría siete diputados más. Por otro lado, dos partidos grandes
del denominado centrão –como se conoce un conjunto de partidos de centro y
centroderecha– suelen orientar sus votaciones hacia las pautas de la izquierda:
el MDB de Simone Tebet (42 diputados) y el Partido Social Democrático (PSD,
42). La suma total de la posible base congresista del gobierno de Lula
alcanzaría 223 escaños. Para aprobar leyes especiales, como las habituales
Propuestas de Enmienda Constitucional (PEC), el posible gobierno está condenado
a entenderse con partidos del centrão o de la derecha, porque necesita el apoyo
de tres quintos del congreso (308). Lula, en sus dos gobiernos, gobernó
fluidamente con el centrão. Dilma Rousseff tuvo más dificultades.
Si las izquierdas
no han conseguido dar un salto en número de diputados, sí han logrado triunfos
simbólicos. Dos mujeres indígenas entran en el Congreso por el PSOL: Sônia
Guajajará (São Paulo) y Célia Xakriabá (Minas Gerais). Por primera vez, la
Cámara de los Diputados contará con dos mujeres trans: Erika Hilton (PSOL, São
Paulo) y Duda Salabert (PDT, Minas Gerais). También, con nombres de referencia
de la lucha racializada como Taliria Petrone (PSOL, Río de Janeiro), Daiana
Santos (PcdoB, Rio Grande do Sul) o Dandara (PT, Minas Gerais). El Movimento
dos Trabalhadores Rurais Sem Terra (MST) ha conseguido cuatro diputados
nacionales y dos regionales (con el PT). Además, un hipotético gobierno de Lula
contaría en el Congreso con pesos pesados como Guilherme Boulos (PSOL, São
Paulo, el líder del movimiento de los sin techo) o Marina Silva (REDE, São
Paulo, exministra de Lula, ex candidata presidencial), que mueven masas. Dado
que el Senado está controlado por la derecha, los cinco gobiernos regionales de
la izquierda conseguidos en el primer turno (todos en el nordeste) y los que se
ganen en el segundo (hasta un máximo de cinco) completarían los apoyos del
posible nuevo gobierno de Lula. La principal batalla estará en la disputa por
el gobierno de São Paulo, que tendrá un enfrentamiento directo entre Tarcísio
(candidato bolsonarista de Republicanos) y el petista Fernando Haddad.
Alianza para
restaurar la república. El mismo día de las elecciones, Mark Hamill, el actor
que encarnó a Luke Skywalker en la saga de La Guerra de las Galaxias, se mojó a
favor de Lula. Tuiteó la frase “El futuro es tuyo, Brasil” junto a una
ilustración de Lula Skywalker con fondo rojo. La cruzada por la democracia de
Lula dialoga con las motivaciones de la Alianza para Restaurar la República de
los rebeldes de Star Wars. Todo vale para derrotar al imperio. Las alianzas que
sirvan para restituir la salud de la maltrecha república brasileña, bienvenidas
sean. Lula, en la recta final de la campaña, movió fichas. Consiguió apoyos
impensables de banqueros, políticos de derecha y celebrities que nunca se
mojaron. Para un segundo turno, la guerra será galáctica. La asimétrica alianza
de Lula –indígenas, empresarios, afrodescendientes, artistas, diputadas trans,
sin tierra, sin techo, famosos televisivos, incluso el político que tramitó el
impeachment a Dilma Rousseff– se enfrenta al imperio de Bolsonaro. El
presidente ya ha descrito el segundo turno como una guerra ideológica.
Patriotismo o comunismo, familia o perversión, orden o caos, moral o
corrupción. La derecha radical cuenta con el resucitado lavajatismo de Moro
& Dallagnol. Y quiere venganza.
Lula, en la recta
final de la campaña, consiguió apoyos impensables de banqueros, políticos de
derecha y celebrities. Para un segundo turno, la guerra será galáctica
Bolsonaro tiene un
poderoso dream team desmelenado. Nueve políticos que han pasado por su
gobierno, nombres sagrados en el universo mitológico del bolsonarismo, han sido
elegidos el pasado domingo: el actual vicepresidente Hamilton Mourão (senador),
el astronauta Marcos Pontes (senador), el pastor evangelista Magno Malta
(senador), el exjuez Sérgio Moro, la ultraconservadora Damares Alves
(exministra de Mujeres, de la Familia y de Derechos Humanos, senadora), Ricardo
Salles (exministro de Medio Ambiente investigado por tráfico de madera,
diputado), Eduardo Pazuello (el ministro de la Salud que gestionó la pandemia
con tintes negacionistas, diputado), o el nuevo diputado Zé Trovão (el
camionero enfurecido que está en libertad provisional tras cumplir pena por
participar en actos antidemocráticos). La tropa punk right se completa con la
elección de Eduardo Bolsonaro, hijo del presidente, como diputado por São
Paulo. Si pierde el segundo turno –lo más probable–, Bolsonaro sincronizará su
esfera de estrellas oscuras en el consolidado ecosistema de medios alternativos
y redes sociales que oculta el desastre de su gestión.
Lula, que ya ha
disputado tres segundos turnos y ganado dos, ya está negociando. Acelera su
alianza con Simone Tebet y Ciro Gomes. Tebet ya ha insinuado que estará del
lado de Lula. Todo indica que el PDT también. Lula apunta más allá de la
galaxia petista: prepara una carta a los brasileños para atraer el voto
conservador. En São Paulo, verdadero Estado Estrella de la Muerte, Fernando Haddad
y Geraldo Alckmin están buscando el apoyo de Rodrigo Garcia, el candidato del
PSDB que quedó en tercer lugar (actual gobernador). No solo para seducir a sus
votantes, sino para apelar al histórico espíritu conservador del estado que ha
huido al extremo derecho del universo político. Palabra de Lula Skywalker:
mejor conservar lo que queda de las instituciones que destruir para siempre la
república.
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