POR DECORO Y COMPASIÓN
RICARDO GARCÍA LUIS
Narrador
incuestionable –ahí están sus cuentos y novelas-, Víctor Ramírez se vio, un
día, en la necesidad –por decoro y compasión, según él; por dignidad, que al
cabo es lo mismo, según mi opinión- de explicarnos lo que somos los canarios,
por qué estamos en la situación en que nos encontramos, cuáles son las causas
de nuestra situación moral y económico-político-social.
Sólo
había yo leído a otro escritor, grancanario también, que en sus Crónicas de
la Ciudad y de la Noche dibujara nuestra alma, nuestras miserias; me
refiero a Alonso Quesada (con la diferencia de que éste hubo de publicar sus
escritos en prensa catalana y utilizando pseudónimos, además de –como dice el
propio Víctor Ramírez- que sólo pudo Alonso Quesada señalar los síntomas
de nuestra enfermedad, pero no nombrar ésta ni el agente patógeno –colonialismo
puro y duro y el Estado español
respectivamente, según Ramírez).
¿Y qué impelió a nuestra gran narrador
a dedicar tantos años de su ajetreada vida de docente a intentar literariamente
iluminar a tantos empecinados ciegos o ignorantes o acobardados paisanos?
“Señalarnos la situación a que nos ha
llevado la madre patria a continuación de la conquista de las islas, y
ayudarnos a pugnar por la soberanía de las mismas” parece ser su pertinaz
objetivo. “¡Hasta aquí podría haber llegado!” –exclamarían, escandalizados e
indignados, muchos.
La
intolerancia interesada cuando publica, por ejemplo, Que le hubiera gustado
ser canadiense, en cinco partes –12, 15, 16, 17 y 18 de mayo de 1995-, hace
que le lluevan los denuestos más viles y algún apoyo –denuestos y apoyo que el
lector de este volumen puede leer, ya que nuestro autor ha tenido la lúcida
idea de incluirlos en él.
Hemos oído y
leído palabras de jerifaltes conservadores proclamar que todas las ideas pueden
ser defendidas por las pacíficas vías del pensamiento o políticas. Mas, en la
práctica, quienes lo hacen contra sus intereses son anatemizados, demonizados,
poco menos que expulsados a los infiernos.
En casi todos los
medios de comunicación –podemos decir- ha sido Víctor Ramírez censurado... ¡por
sus ideas independentistas y sin importar la calidad de su obra literaria y la
pacífica y razonada exposición de tales ideas! Sí, en un país que se ufana de
decirse democrático se vulnera la libertad de expresión: nuestro
escritor, uno de las grandes intelectuales inquietos de Canarias, no tiene
acceso más que a escasísimos medios de comunicación alternativos, marginales.
Pero le queda la voz al cantor que también es; y
se le puede escuchar en emisoras de radio entonando rancheras y corridos
mexicanos o dando charlas por algunos pocos centros educativos de su Patria
como académico de la Lengua Canaria... pues ¿cómo callar a un rebelde si es la
palabra la que nos hace humanos y que, según se la utilice, así se es?
A veces resulta triste –por la cruda verdad que emanan- leerle
artículos como Sentenciados(*), donde nuestro autor muestra el lado
perverso de algunos compatriotas, como el que le pregunta “cómo aún no me
habían metido mano por mis opiniones periodísticas” o “sería yo de los primeros
que se cargarían”. Pues eso quisieran a alguien que ha tenido agallas para
meter el dedo en la gangrena de este Paraíso Podrido –como tan bien él
ha definido a nuestra Patria Canaria, pero no de manera amarillista sino dando
con rigor clase magistral de los orígenes y consecuencias de nuestras miserias
pasadas, presentes y futuras si no ponemos reme-dio.
En el citado
artículo Sentenciados contesta nuestro escritor con palabras de
Secundino Delgado, quien manifestó: “En vano buscará el español una mordaza
para nuestras bocas y una loza para nuestros corazones”.
Así y todo, siempre he encontrado –hasta en sus
aparentes virulentos escritos- un fondo claro de dolor humano con el que trata
de alzar al sumiso canario de su postración para hacerle tomar consciencia de
su opresiva realidad.
Sí, pienso que
hace muy bien Víctor Ramírez editando todos sus artículos periodísticos en
libros. Aquí, en Canarias, hay poco verdadero progreso, por más que empecinen
en dar este nombre a la destrucción sistemática de nuestro territorio y de
nuestro espíritu. De ahí que el discurso de nuestro escritor siga vigente.
Y por eso sería bueno, salutífero, leer y releer
estas sus reflexiones periodísticas... para cargarnos de energía libertaria,
para mantener erguida la esperanza dignificadora.
* * *
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