LOS MAROTOS SON PARA EL VERANO
GERARDO TECÉ
El verano genera
pequeños universos paralelos a la vida cotidiana. En la imagen, un vecino de
una pequeña aldea observa una prueba de sonido. Probar el sonido. Como si los
sonidos rurales necesitasen a chavales llegados de la capital en furgos para
probarlos, para darles su visto bueno. A ese pájaro me lo bajáis de agudos y al
riachuelo le metéis un poco de rever. Más allá de golpear una sandía
acercándola a la oreja, probar sonido es un comportamiento ilógico, absurdo el
resto del año en los pequeños lugares como este. Pero no en verano. En esta
época todo cabe porque todo cambia. Tanto cambia que cambia el paisaje
llenándose de visitantes exóticos que llegan de las ciudades vacías. Como los
probadores de sonido o los senadores recién nombrados.
Un visitante
exótico destaca este verano por encima del resto. Su nombre es Javier y su
apellido, Maroto. Su profesión, senador por Castilla y León. Una comunidad
autónoma que conoce bien, porque, para ir de Vitoria a Madrid, en algún lado
hay que parar a echar gasolina. Maroto, que se quedó en paro tras marcarse un
España en Eurovisión las pasadas elecciones generales, acaba de cambiar de
empleo y también de dirección postal. Tras montarse un pollo con su forzadísimo
nombramiento, Maroto decidió acabar con las críticas haciéndose castellano
leonés a golpe de empadronamiento exprés y se alquiló una vivienda en
Sotosalbos (Segovia). Puso el dedo en el
mapa y dijo aquí mismo. Un pueblo de 113 habitantes –114 ahora– que no había pisado
en su vida porque en Sotosalbos no tienen gasolinera. “Se me verá mucho por
allí”, ha asegurado Maroto intentando apagar la polémica. Como si ser visto en
un lugar fuera lo que te convierte en miembro de este. Maroto se lanzaba de
este modo peculiar al sueño recurrente de todo animal de ciudad: irse a vivir a
una aldea perdida. Como en Los Asquerosos de Santiago Lorenzo, a Maroto aún no
se le ha visto por el pueblo. Podríamos imaginarlo encerrado, observando a los
parroquianos y a los domingueros desde una ventana mientras prepara en silencio,
para que nadie lo descubra, papeles para llevar al Senado. Pero no es el caso,
ya que el flamante senador por Castilla y León especificó que su llegada a la
aldea sería en septiembre “porque ahora está el verano de por medio”. Vaya
error. Javier Maroto se perderá las típicas verbenas y todos nos lo perderemos
en nuestra imaginación confundiéndose entre los vecinos durante el baile con
preguntas del tipo “y aquí qué es lo típico”. Y recibiendo respuestas del tipo
“pues lo típico es que los forasteros pregunten por lo típico”. Maroto se
pierde la oportunidad de disfrutar de las sillas en las puertas de las casas
las noches de verano segoviano, se pierde las conversaciones que van desde el
estado del huerto de la Eulalia hasta el estado de la nación. Y todos nos
perderemos la imagen de Maroto justificando su nombramiento de senador por
Castilla y León comiendo los frutos que le dé una zarza de Sotosalbos. Y al
Anselmo gritándole que se va a poner malo. Y a la Angustias llamando a la
guardia civil cuando Maroto, sin previo aviso, le hable por la ventana para
decirle qué bonitas son sus flores. Javier Maroto, por querer ser visto en
septiembre en lugar de vivir en agosto, se perderá integrarse con los vecinos
que, quién sabe, igual el día de mañana podrían haberle nombrado pregonero de
las fiestas. ¡Vecinos de Sotolargo! –comenzaría su discurso. ¡Es Sotosalbos!
–respondería la Eulalia desde el huerto sin apartar la cabeza de la zanja. Vaya
error de principiante comete Maroto al empezar su nueva vida sin pisarla. Los
pueblos y los visitantes exóticos son, como las bicicletas, precisamente para
el verano.
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