EL JAZZ EN
CANARIAS
ROBERTO CABRERA
No es fácil abarcar las singularidades ni los retos que dan
cuerpo a la historiografía de la música Jazz en Canarias. Sobre todo si se
trata de un alumbramiento y no una defección.
Una singularidad que presenta precisamente el jazz es la de
estar o haber estado cerca del cine, cerca de la literatura, a unos pasos de la
danza, la escultura, la pintura y las demás artes. Así que la vocación del jazz
como la del arte en general no es la proyección hacia la minoría. En todo caso
hacia la individualidad. Pero no es este último concepto el que centra nuestro
análisis. Sí lo es el "sincretismo" que ha rodeado en todo momento a
esta expresión artística genuinamente s. XX.
Ya es casualidad el hecho histórico del destino de muchas
familias canarias siglos atrás, al hondo Misisipí, cuna del jazz, como colonos
forzados. Justo es significar que por nuestra ignorancia no vamos a alegar que
el Jazz es entonces una música desconocida hasta que llega a Canarias, sobre un
soporte industrial de vinilo. Muchos analistas se equivocaron de forma palmaria
al significar por ejemplo que durante la Edad Media no existió filosofía.
Hay trabajos periodísticos como los de Gilberto Alemán que nos
introducen en acontecimientos singulares del Santa Cruz años 30, otros relatos
orales de visitas al Chicago de Al Capone, cuando los viejos vapores surcaban
el Atlántico a su vuelta del Caribe.
En 1940 la Orquesta Minerva fundada en Fuencaliente (Benahoare)
ejecutaba dixieland y swing, sin que el resto de los canarios nos enterásemos
del sonido de la trompeta de Antonio Matías, superviviente de aquella odisea,
orquesta formada por violín, batería, bajo de tuba, trompeta y trombón. Y la
fotografía que se exhibe aún en un bar a la entrada del pueblo.
Un caso de mayor vergüenza y desconocimiento lo constituye el
desaparecido José Manuel Cabrera, pianista y compositor de más de un centenar
de temas de jazz. Arreglista y concertista en la ciudad de Chicago en los
finales de los 50. Este músico tinerfeño de trágico final, tuvo muchas
dificultades en su trayectoria artística a su regreso a Canarias, buena prueba
de las mezquindades de que son capaces muchos isleños.
En 1964 se funda en Las Palmas (Tamarán) el célebre Club de Jazz
"Half Note".Impresionado por un disco que ronda ya los 35 años, el
escritor gran canario Ángel Sánchez "espiritualizado" por la voz de
Mahalia Jackson entró en contacto junto a otros amigos con Bill Hewet, un
oficial de EEUU retirado en Bélgica, al que posteriormente animarían su idea de
abrir un club de jazz. Los varios miles de ejemplares de discos que cubrían una
pared entera de la casa del ex-militar, quien había sido precisamente
"manager" de la propia Mahalia Jackson, eran el mismo material
fundamentalmente en las emisiones del "Club de Jazz" que él mismo
dirigía en Radio Atlántico. Todo esto ocurrió gracias a la oportuna carta de un
aficionado enviada al programa. Ángel Sánchez podría ahora disfrutar junto al
piano blanco del "Half Note" de Bill Hewet del saxo de Dexter Gordon,
las manos de Montoliú o Lou Benett y otros grandes del Jazz, en sus escapadas a
Las Palmas desde París donde eran dados por "desaparecidos".
Hoy escribimos estas notas por mor del cosmopolitismo de un
paisano. Aquel Club se mantendría hasta llegar los 70, años en que coincide la
apertura de otro local en las cercanías: "El Saxo", que desplazaría
una parte de la clientela. Junto al Sur de la isla que en apogeo concentrará a
la otra: los turistas británicos y europeos, aficionados y mantenedores de esta
expresión. La durabilidad de salas ulteriores habrá de estudiarse en el futuro
atendiendo al equilibrio alterado por esa capitalidad turística. Casos de los
clubes "Quasquías" o "Pool", desaparecido ya el primero, y
que pasarían de largo los 80 alternando el jazz con otros estilos, como el
antiguo "Clown" o "La Calle".
En Tenerife ocurriría lo propio. En la isla surrealista brotaría
en El Puerto de la Cruz la "nota azul", el "Blue Note" un
sótano con apariencia de "salón de reunión" de un crucero, al que se
accedía por una escalinata de singular pasamanos y alfombra, que exhibía en una
pequeña cartelera acristalada el retrato de Otto Artzsman sentado a un Hammond
sonido "Leasly" portando una trompeta en su mano derecha y pisando
los bajos del órgano, junto a fotos de otros músicos predominantemente
baterías. El local tuvo varias decoraciones pero siempre el mismo camarero
escrutador. Se diría que a veces, el propio Otto entre la penumbra azul y el
humo de los cigarrillos, controlaba las consumiciones. Tal vez sea mucho decir
de aquel robusto alemán, con varios discos publicados en el extranjero, de
quien se relataba que había sido llevado en su tierna infancia frente al Führer
como niño prodigio de la trompeta. Como aditamento a este pasado mítico, se
relataba también que su aprendizaje de la embocadura, lo había efectuado en
plan teutón, con el instrumento de metal colgado de una cuerda, y él manos a la
espalda. De forma que no pudiese presionar la boquilla contra el labio, al
hacerla sonar en dificultoso equilibrio. Estas modernas técnicas del metal ya
son comunes en los músicos canarios desde hace una década, afortunadamente.
Todo un cuadro. Asuntos como éstos debieran ser
historiografiados monográficamente, desde luego. Revistas, programas
radiofónicos o televisivos sobre jazz. Películas que dieron a conocer los entre
bastidores de estos artistas del siglo XX. Entre tanto, el mismo fenómeno de
dominancia del Sur de la isla en su eclosión y rápido desarrollo turístico,
hizo que Blue Note bajara la guardia y que otros núcleos polarizaran la
práctica de esta música en vivo. En los 80 "Solera", "Búho"
y "Sabanda" en La Laguna fueron locales que se acercaron al
espectáculo jazzístico. Los músicos locales de la mano de Artzsman, Vecchio o
Bebe Martín, comenzarían a introducirse definitivamente en el jazz. El hecho
incuestionable de que el batería habitual de Otto, fuera el músico tinerfeño
José Ramón perteneciente a conjuntos anteriores como Timanfaya o Los Aguacates,
que según el pianista y musicólogo orotavense Pedro Pérez Delgado, fue un grupo
musical creado en Tenerife que combinaba Jazz con clásico y canción melódica,
según el tipo de escenario, y que sobre el año 1966 estaba formado por seis
componentes: Luis Mañero Medina: violín, xilofón y bajo. Pedro Antonio Pérez
Delgado: piano y órgano. Rafael Temes Rial: guitarra, contrabajo y voz solista
de temas en inglés. Ernesto Beteta Garmendia: flauta, saxos y órgano. José
Ramón González Rivero: instrumentos de percusión y Marisol Suárez Cruz:
cantante solista, y que sirvió de botón
de muestra a otros instrumentistas isleños que fueron incorporándose a las
bandas de aquellos otros extranjeros; donde destacó Bargas, batería, u otros
músicos africanos pertenecientes a grupos soul como Black Fire, afincados en
las islas y que impartieron sus conocimientos personales al tiempo que los
músicos provenientes de otras didácticas formaban sus combos impulsados por las
secuelas de las músicas progresivas de los 70, guitarristas y baterías que se
mostraban curiosos, que fueron ensamblándose con los que salían de las nuevas
academias.
La escasa predisposición de la burguesía insular a apoyar aquel
fenómeno en alza, hizo que en pocos años desaparecieran no sólo las academias
sino también los lugares en vivo y, mientras, siguieron escaseando las
partituras, los libros, como artículos de lujo, los instrumentos a sobreprecio
y los medios de siempre. Capeándose el temporal con las primeras ayudas del
estrenado gobierno autonómico que trataron de impulsar con precarios métodos,
giras, espectáculos, grabaciones y viajes de participación o ayudas para
asistencia a Stages o Cursos en Barcelona o Berklee. Creación de Festivales de
corte Internacional o Universitario. Estas actividades arrojaron unos frutos
incuestionables, pero con cierta endeblez si se compara al impulso adquirido
por las orquestas de música de baile al lograr su incorporación al mundo del
espectáculo de la música afrolatina, o la clásica.
Hoy hay diversidad en las funciones que ejercen apoyo a la
práctica musical por parte de instituciones privadas, eventuales mecenas
comerciales, llámense Heineken, Caja de Ahorro, CCPC o entidades públicas. Pero
el resto de la música jazz "en vivo" pasa ineludiblemente por la
existencia de Salas que definan su práctica y entre estas, las que quedan son
muy pocas y ya hoy comparten la oferta de jazz con otras músicas. Caso de
"El Búho" etc. Del mismo modo los músicos se enfrentan a otros no
menos difíciles tiempos. Caso de querer confirmar una "tradición" que
se alimente no solo de individualidades esporádicas. Los músicos en su
profesionalización, evitando el divismo deben preocuparse en no suplir las
dificultades con "ensayos en vivo" o permutaciones enésimas de los
músicos disponibles en la combinatoria de "artistas" y combos para
rellenar los melifluos espacios que justifican una actividad artística
municipal. Transformando la competitividad por la colaboración. Guardando el
necesario intimismo que arroje realidades en el campo de la composición y que
ésta pueda ser difundida e interpretada por otros.
Lo mismo ocurre con el público, quien después de su experiencia
en festivales de esta naturaleza, debe exigir mayor nivel en los Conciertos que
cubran las vertientes de lo clásico, jazz latino que ha ganado su presencia
anual, y un apartado de Nuevas direcciones: afro, new age, étnica. Al tiempo
que se genera una atmósfera durable en actuaciones en vivo en pequeñas salas,
efectuando el pertinente balance de lo arriesgado y lo conseguido. Pudiendo
planificarse la actividad jazzística en las islas con espectáculos medianamente
estables y que por ello sean ofrecidos a quienes nos visitan. Ni el músico ni
el oyente pueden conformarse con rozarse una vez al año con gentes de otras
latitudes musicales. El "aislamiento" puede propiciarnos
descubrimientos alucinantes, pero en la misma medida el
"cosmopolitismo". Tampoco puede permitirse desconocer los festivales
internacionales en las otras islas, como ahora ocurre sin ninguna lógica, por
falta de cobertura informativa etc.
Desde los tiempos del hondo Misisipí hasta Minerva, diosa romana
de la sabiduría, el eco en la piel de aquellos braceros canarios antiguos,
junto a los africanos negros en Cuba o Puerto Rico, adonde fueron deportados en
su momento, llega empaquetado ahora en formato Fox Trot, Reggae, Calypso, Chá
Chá donde se cuelan los elementos posibles guiados por el contrapunto, y el
swing. Los repertorios de las orquestas de baile recibieron estos influjos como
reverberación de un fenómeno del otro lado del Atlántico. Como la influencia
negra en los grupos ingleses por las audiciones de rithm and blues emitido
desde los barcos aliados desde la costa de Inglaterra: Tekila, Dance On, Nivram
y muchísimos más temas de Shadows, mítico grupo inglés, entraron asimismo en
los repertorios de los grupos locales de los 60 en Canarias, despertando la
inquietud hacia esta forma artística.
Durante los 50 había ocurrido lo propio y compositores de música
popular como el tinerfeño Santamaría, mostraban en privado las excelencias de
los acordes jazzísticos. Quienes invierten en nombre de los aficionados, deben
ubicarse en las temperaturas de las demandas. Y hoy, que los músicos de jazz
locales tienen sus trabajos editados en el mercado, deben ser escuchados con la
misma sensibilidad, si no mayor, en emisiones, espacios televisivos,
reportajes, para que esta música sea funcionalmente rentable al estado
emocional y anímico de las islas. En Canarias no están los gánsteres de Kansas
City, los que un día subieron el jazz por encima de la espuma de sus jarras de
bourbon al pódium del be bop ulterior gracias a "Bird". Miles que
estuvo dos veces en Canarias tocó en una de ellas acompañado por las mágicas
brisas de Anaga. Cosa que él mismo celebró. Esperemos que aquel haya sido y no
el de ahora, el presagio definitivo.
Las bandas de música locales, disponían entre su repertorio de
partituras de música de jazz. Temas tales como Florida Hotel, Swing en Las
Palmas, Chicago Express y todo tipo de rarezas, que en alguna esporádica
ocasión fueron interpretadas por grupos de swing. Tradición que se intentó
rescatar a principios de los 80 en Santa Cruz de La Palma, con momentáneo
éxito. Los músicos de "salsa" se congratulan de escuchar el piano
"latino" pensando en Pappo Luca, Chucho Valdés, Michel Camilo. Todos
ellos han logrado fusionar elementos de sus raíces, enriqueciendo el fenómeno
de esta música confraternizadora que es el jazz, cuyo fondo de pozo tan oscuro
como negro es su primera sombra.
Un arma como la que tuvo que empuñar como destino José Manuel
Cabrera para independizarse y establecerse en Barcelona donde cursó estudios en
Bandas Militares hasta que abandonara Cataluña rumbo a América dejando atrás su
graduación de suboficial, y entregarse en el continente a su pasión, la
dirección de orquestas y la composición de música , actuando en grandes clubs
en toda Latinoamérica, la que recorrió este nativo de la calle Hércules de
Ycod, son avatares que desgraciadamente no son únicos, como es el caso de
Ignacio Rodríguez, sin igual concertista de guitarra que iniciara su brillante
carrera en el difícil Palau de Barcelona hacia 1940, trampolín en aquel
entonces para la vida profesional, que en este caso también discurrió en
Latinoamérica donde fue defraudado por "La voz de Su Amo", productora
que le intentó arruinar sus royalties. Uno de los escogidos del magisterio de
Tárrega. Desapercibido igualmente para los canarios.
Los grupos que iniciaron este despegue fueron a principios de
los 80 , paralelamente a las actuaciones de Luis Vecchio y su grupo Bebe Martín
de Otto Artzman, si no contamos acercamientos al jazz como el protagonizado por
Expression a mediados de los 70 o las largas improvisaciones salvajes de esta
etapa que coinciden con la edición del jazz blues fusión de Mayall o la
difusión que alcanzó Coltrane en los 70 y que dejó su huella en el movimiento
progressive, "Gato Gótico", "Marquesina", "Cebolla
Jazz Band", "Amalgama Jazz" (entre otros).
Y los clubs primeros que acogiera entre nuevas aportaciones
serían: Solera, Sabanda, Búho, Añepa, Bluenote, Walden, Monitor ó Cafetín
Musiquero, Missouri... La edición del jazz blues fusión de Mayall o la difusión
que alcanzó Coltrane en los 70 y que dejó su huella, así como el álbum Bitches Brew de Miles Davis, clave para este
crossover musical.
Se inició un proceso de creación de lugares de expresión
progresivamente para este tipo de música, y festivales que hoy son sólo
recuerdos: concierto de Epifanía, celebrado dos años consecutivos en la Laguna
(Pza. Adelantado, Pza. Constitución), desaparecido. O el festival de Jazz
Universitario, que a pesar del éxito de sus ediciones, ya en años posteriores
no se ha celebrado.
Una muestra de jazz durante cuatro ediciones en el Centro de
Enseñanza "Andrés Bello", se mantuvo aunque sin ningún apoyo, con la
celebración en el Centro de la fiesta habitual de Bebe Martin presentando a los
alumnos de su escuela en Musicanarias. Cierre de salas como las recientes de
"Morapio" o "Garbo", cuyas programaciones no llegaron a
convencer a la clientela. Este es un bosquejo que precisará como tantos
asuntos, de revisiones y enmiendas necesarias para establecer el alcance de
esta amalgamante y gozosa tradición.
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