INVESTIR A SÁNCHEZ Y PASAR
A LA OPOSICIÓN
JUAN CARLOS ESCUDIER
Como del pleno
sobre inmigración de ayer en el Congreso lo menos importante era la
inmigración, lo que reclamaba la atención de nuestros próceres era el bronceado
de Albert Rivera tras su tocata y fuga de agosto, el debut en la tribuna de
Álvarez de Toledo como clon femenino y rubio de Aznar y comprobar el estado de
los puentes entre PSOE y Podemos por si en algún momento de aquí a finales de
septiembre alguien se atreve a cruzar el río de la investidura. Sobre esta
última cuestión, los ingenieros de Caminos no pueden ser más pesimistas.
Encastilladas las
partes en un acuerdo programático –el PSOE- o en una coalición como la que se
rechazó en julio y que ahora se invoca –Podemos-, la posibilidad que se abre
paso para evitar la repetición de elecciones es que los de Iglesias se avengan
a dar el sí a Sánchez sin que medie pacto alguno, lo que lejos de ser una
bendición para los socialistas sería el más envenenado de los caramelos que se
puede dar a ese niño grande que está en funciones como presidente.
Facilitar la
investidura y pasar desde ese mismo momento a la oposición tendría para Podemos
varias ventajas. La primera sería la de acometer su aplazada refundación,
incluida la renovación de su dirigencia, sin la amenaza de unas elecciones que
pueden jibarizar su representación y acentuar el caos interno o dar entrada a
nuevos competidores en su espacio político. La segunda sería desmentir aquello
de que la izquierda vuelve a impedir que un candidato socialista alcance la
presidencia, argumento que, a buen seguro, sería profusamente repetido en una
eventual campaña. Finalmente, desnudaría la supuesta querencia de los
socialistas a dar el intermitente a la izquierda y girar a la derecha y permitiría
recuperar parte del terreno perdido en lo que al electorado se refiere durante
el tiempo que el Gobierno se mantuviera en pie. Entre atarse las manos con un
acuerdo de legislatura y tenerlas libres para repartir mandobles, mejor tener
la cachiporra al lado.
Sería interesante
comprobar cuál sería entonces la estrategia de Sánchez y la del vendedor de
crecepelo que dirige su gabinete ante el único movimiento que no esperan. Desde
luego, tendrían muy complicado explicar al jefe del Estado que, pese a contar
con los apoyos necesarios para formar Gobierno, prefieren volver a las urnas
por puro interés partidista. Más complicado aún sería gobernar con 123 escaños,
expuestos al pim pam pum de la oposición de derechas y de la izquierda y
obligados a negociar hasta la extenuación cualquiera de sus medidas sin
garantía alguna de sacarlas adelante. En medio de esa inestabilidad, sólo se
abrirían dos posibles caminos: adelantar las elecciones y demostrar su
incapacidad para gobernar en solitario o negociar sobre la marcha una coalición
con Podemos, ya que esperar un cambio de viento que haga girar la veleta de
Rivera es como tener tos y rascarse la barriga.
Veremos a ver qué
da de sí esa oferta programática irrechazable con sus 300 medidas que Sánchez
quiere presentar el próximo martes, que es la última de las formas de marear la
perdiz que los socialistas han encontrado para dejar pasar el tiempo. Los
animalistas deberían actuar sin demora porque el bicho no se merece un trato
semejante.
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