LA ONU ALERTA: SALVAR LA TIERRA EXIGE PONER A DIETA AL SER HUMANO
Los
expertos del IPCC proponen una alimentación con más vegetales y carne ‘baja en
emisiones’, así como transformar el sistema alimentario, para afrontar la
crisis climática
La Vanguardia, 8 / 08 / 2019
Los expertos consultados por la ONU proponen poner al
planeta (y al ser humano) a dieta. Más alimentos basados en plantas. Y consumo
de carne asociada a bajas emisiones de CO2. Es su receta. Los intentos de
querer resolver la crisis climática centrando los esfuerzos
exclusivamente en cortar las emisiones de gases sólo en las centrales
eléctricas, los coches y la industria están, por sí solos, condenados al
fracaso. Es imposible mantener unos niveles de temperatura seguros si no hay también
una transformación del modelo de producción de alimentos y en la
gestión de los suelos y las tierras del planeta. Así lo indica el
informe Suelos y cambio climático aprobado en Ginebra por el
Panel Intergubernamental de Expertos en Cambio Climático (IPCC) de la ONU.
El ser humano actualmente usa casi un tercio de las
tierras disponibles para proveerse de alimentos, semillas, fibras, madera,
energía y cubrir las necesidades derivadas del crecimiento de la población.
Pero, al mismo tiempo, la agricultura, la silvicultura
y otras actividades vinculadas a los usos del suelo aportan ya
un 23% del conjunto de los gases de efecto invernadero que calientan
el planeta.
Además, si se contabilizaran también las emisiones
relacionadas con el conjunto del sistema productivo de alimentos
(transformación, transporte, residuos…), algunas estimaciones apuntan a que la
aportación de este ámbito podría alcanzar hasta el 37% de la
contribución neta de las emisiones totales.
Desde 1961 el suministro de aceites vegetales y carne
se ha más que duplicado y la tasa de calorías por cápita ha aumentado un
tercio.
En paralelo, entre un 25-30% de los alimentos
producidos se pierden o se convierten en desperdicios. Y, en el reverso de la
moneda, unos 2.000 millones de adultos son obesos o tienen sobrepeso (aunque
821 millones están desnutridos).
Y mientras tanto, los impactos intensivos de la
agricultura y el sistema de producción de alimentos (que ha hecho incrementar
la población hasta los 7.700 millones de personas) han agravado la erosión de
los suelos y reducido la cantidad de materia orgánica presente en el terreno.
La destrucción de los bosques, las enormes emisiones
del ganado y las prácticas agrícolas intensivas son la peor respuesta frente a
la crisis climática, que puede empeorar aún más los impactos en las tierras.
Los suelos y las plantas tienen una capacidad limitada
para asumir el CO2 procedente de las actividades humanas. Tienen un punto de
saturación. Y a veces dejan de cumplir esa función cuando se trata de tierras
desnudas, áridas, erosionadas, sin cubierta vegetal.
Sumidero
de CO2
Los suelos, la cubierta vegetal y los bosques han sido
capaces de sacar de la atmósfera más CO2 del que ellos mismos arrojaron entre
el 2007 y 2016. Son un sumidero de 11,2 millones de gigatoneladas de CO2 al año
(con un balance final de 6 Gt CO2 anuales, que han quedado fijadas y
neutralizadas).
Pero este comportamiento de la naturaleza frente a los
cambios que causa el hombre solo supone el 29% de las emisiones de CO2 totales
arrojadas a la atmósfera dadas las actividades humanas.
El servicio ambiental que prestan los suelos queda
empañado por las emisiones de los óxidos de nitrógeno y del metano, fruto de la
ineficiente fertilización y los múltiples cambios de uso de las tierras.
La deforestación, la degradación de la turberas, la
erosión de las tierras o la desertización impiden que puedan desplegar mejor
esa función y extraer más CO2 de la atmósfera.
Producción
y consumo
Entre las respuestas para adaptarse al cambio
climático, el informe del IPCC destaca el potencial que tienen las opciones
relacionadas con el modelo de producción y consumo.
Las prácticas como la mejora orgánica de los
suelos, el control de la erosión, la gestión eficiente de la fertilización o el
uso de variedades mejoradas genéticamente -para tolerar el calor o la
sequía-son opciones recomendadas. También se ofrece un amplio listado de
recetas para reducir emisiones en el sector de la ganadería.
Otro
modo de alimentación
Pero el ser humano debe poner mucho más de su parte. El
informe aboga por el fomento de las dietas equilibradas, los alimentos basados
en plantas, como grandes granos, legumbres, frutas, vegetales, así como
por “alimentos de origen animal” pero asociados a sistemas productivos
“resilientes, sustentables y bajos en emisiones de gases de efecto
invernadero”.
Este modelo alimentario “presenta mayor oportunidad
para la adaptación y la mitigación (frente al cambio climático) mientras que a
la vez genera significativos beneficios para la salud humana”.
Los cambios en la dieta pueden evitar que para el 2050
varios millones de kilómetros cuadrados de tierras deban destinarse a la
producción alimentaria.
Así, para mitad de siglo el planeta, se daría un
ahorro de emisiones que totalizarán entre 0,7 y 8 gigatoneladas de CO2
equivalente con relación a las tendencias normales.
Pérdidas
de alimentos en cosechas y desperdicios
La situación se paliaría también si disminuyeran las
pérdidas de alimentos (en las cosechas, el transporte...) y los desperdicios
alimentarios,otro factor que puede hacer reducir las emisiones de gases
invernadero. Además, así se restaría presión para arrebatar nuevas áreas de
tierras destinadas a la producción de alimentos.
Entre el año 2010 y el 2016, las pérdidas mundiales de
alimentos y desperdicios contribuyeron entre el 8% y el 10% del total de las
emisiones de gases invernadero generadas por el hombre. Actualmente, entre el
25% y el 30% del total de alimentos producidos se pierden o se desperdician.
Mejoras técnicas en los coches, en el almacenamiento en las granjas, el
transporte, el envasado, en la venta o en la educación pueden hacer una gran
contribución para reducir estas pérdidas.
Disminuir estas pérdidas en las cosechas y disminuir
la generación de desperdicios alimentarios pueden ser también una manera de
afrontar esta desmesura.
Mejorar
la gestión
El informe recomienda cambios para lograr una
producción alimentaria perdurable, mejorar la gestión forestal, manejar el
carbono orgánico en los suelos, conservar y restaurar los ecosistemas y los
suelos degradados y reducir la deforestación.
Se considera urgente actuar para proteger las turberas
(pues al desnudarse estos suelos para abrir espacios a las plantaciones se
liberan grandes cantidades de metano); y también las zonas húmedas, los pastizales,
los manglares y los bosques.
En general, se apuesta por soluciones que no supongan
más demandas e hipotecas de nuevas tierras.
El papel
de los bosques
Fomentar las políticas agroforestales para captar el
carbono de la atmósfera (o sea, mediante reforestación, aforestación,
aprovechamiento de los productos madereros o gestión del carbono sobre suelos
minerales) puede ser una buena solución, pero no es la panace. No garantiza per
se que el secuestro del CO2 de la atmósfera quede retenido de manera indefinida
en el tiempo.
Cuando el bosque madura o la vegetación y las reservas
de carbono del suelo alcanzan una saturación, la eliminación del CO2 de la
atmósfera declina, mientras que los stocks de carbono sí pueden ser mantenidos.
De todas maneras, la acumulación de carbono en la
vegetación o en los suelos siempre tiene el riesgo de sufrir futuras pérdidas
de CO2 (de manera que suelos y bosques dejan de ser un sumidero que lo
neutralizan para actuar como una fuente de emisión neta); esto puede pasar si se
producen incendios, sequías o inundaciones, o por un mal manejo futuro de los
suelos.
Efecto
de la crisis climática
El informe señala, en suma, que la crisis climática
está dañando la capacidad de la Tierra para sostener a la humanidad. Los
riesgos en cascada se vuelven además cada vez más severos a medida que aumentan
las temperaturas globales.
El cambio climático da como resultado sequías, erosión
del suelo e incendios forestales, al tiempo que disminuye los rendimientos de
ciertos cultivos y descongela el permafrost cerca de los polos.
Un mayor calentamiento conducirá a condiciones
climáticas más adversas, lo que puede tener un efecto sobre la disponibilidad
de agua, las migraciones y los conflictos.
“Somos
un país vulnerable”
El informe científico ha sido elaborado por 103
científicos de 52 países, entre ellos tres investigadores españoles. “Una vez
más la comunidad científica internacional lanza un claro mensaje de urgencia:
es necesario garantizar, en el corto plazo, un uso sostenible de la tierra. Nuestro
país no puede ser ajeno a este ineludible proceso de transformación, dado que
somos un país vulnerable al cambio climático y a sus fenómenos asociados”,
explica la ministra para la Transición Ecológica en funciones, Teresa Ribera.
“El mensaje de la ciencia ha de traducirse en medidas
en todos los ámbitos de la administración pública y en todos los sectores
vinculados al uso del suelo. Apostar por una gestión realmente sostenible de la
tierra es fundamental para afrontar desafíos queafectan particularmente a
España, como puede ser el riesgo de desertificación, la erosión o la pérdida de
biodiversidad”, añade la ministra. “Además, este tipo de acciones reportan
beneficios sociales y económicos en el corto plazo, favoreciendo el desarrollo
sostenible y fijando población en los medios rurales”, expone.
Este es el segundo informe especial que el IPCC
elabora en su actual ciclo de evaluación global, que es el sexto desde que se
constituyó.
El primero de ellos, presentado en Corea del Sur el
pasado mes de octubre, analizó los impactos del calentamiento global
de 1,5 ºC con respecto a los niveles preindustriales y las
trayectorias correspondientes.
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