SUS PIES...
DUNIA SANCHEZ
Sus pies,
descalzos. Desnudos ante las calles que ha de recorrer sin la orientación de la
brisa de una mañana cálida, impregnada de un verano que surge con su panza
gris, triste. Tropieza una y otra vez
con la misma persona, con la misma imagen rutinaria de las jornadas. Una cierta
timidez le prohíbe extender la mano abierta para pedirle algo. Sus ojos,
ocultos, son la presencia del vacío, de lo asqueada de la existencia. Un olor a
suciedad la cubre, un olor que aleja cualquiera que pase al lado de ella. El se
aproxima, le produce cierta repugnancia calmada por la inconsciencia de la
vida. El se aproxima, le produce cierta provocación que intenta diluir de su
estómago. El se aproxima a ese cuerpo sentado en la esquina, ya quieto, en la
espera de algo. Qué te ha pasado?, le pregunta.
Ella no responde. Tantas
estaciones te he visto, en la misma postura, con tus ojos mirando las sombras
del devenir de los días. Por qué esta vida tuya?, le pregunta. Balanceo de la miseria, de los corrompidos
sueños, de los rajados destinos. Déjame mirarte, si quieres. Los rayos del
verano te esparcieran en la ida, una ida cercana. Hace mucho calor. Déjame
ayudarte. Dime, si quieres decirme, qué haces aquí. Vente conmigo, comerás
algo. Ella con su cabeza gacha, con sus ojos ocultos, rodeada de la nada, de
una sordera adrede no se mueve, solo, respira. Solo escucha su respiración. El
la deja, se aleja en el sentido de un sin sabor, de una consternación, de un
odio que intenta que no se reproduzca en su mirada. Mira el cielo, la mira a
ella por un instante más y cae. Las nubes se rompen y el astro rey abunda en
latigazos ante cada paso. Se pone sus gafas de sol y sigue su camino. Sus pies,
descalzos. Ella se levante, se yerta como guiada por la miseria que la recorre.
No está angustiada. No está triste. No está bajo el techo de esta ciudad. Lo
mira ya en su lejanía, en sus pasos lentos, decaídos. Mira el cielo, ya es hora
de marcharse en la oscuridad de sus ojos, ya es hora de vagar por otras calles,
de extender su mano a la espera de algo. Tiene una fuente cercana y se
introduce en ella vestida, deja que el agua corra por todo su cuerpo. Un
policía la acecha, viene y como obra de espíritus flotantes en la nada
desaparece. Se transforma en mujer de agua. Mujer que no deja de emanar al mismo
lugar sin inquietudes, en un círculo que ella solo conoce.
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