VOTANTES GILIPOLLAS Y PORTADA DE 'EL JUEVES'
PASCUAL SERRANO
Se ha organizado
una dura polémica en torno a dos recientes portadas de la revista satírica El
Jueves. Se trata de las portadas postelectorales, las publicadas los dos
miércoles siguientes a las elecciones generales. La primera, bajo el titular
"No escarmentamos. Mayoría absoluta de gilipollas", presenta a un
hombre con una banderita del PP y una mujer con otra del PSOE. La segunda
vuelve a recoger la misma escena, ahora los dos personajes, en la misma
postura, pero más deteriorados físicamente y desaliñados, ambos con banderita
del PP y bajo el titular "Al final sí que hubo sorpasso, sorpasso en
gilipollez". Las reacciones y comentarios en las redes han sido masivas,
tanto en su defensa como en su crítica. Desde el Huffington Post ( 22 de diciembre)
hasta una reciente columna del humorista Juan Carlos Ortega en El Periódico de
Catalunya ( Gilipollas, 3 de julio) criticaron la revista. Ortega fue
posteriormente entrevistado en la Cadena Ser para que expusiese sus opiniones.
Como es de
imaginar, el motivo de la indignación era "llamar gilipollas" a
millones de votantes. Afirman que es una falta de respeto a los ciudadanos y un
gesto de prepotencia e intolerancia por parte de los humoristas de El Jueves.
Independiente del talento o gracia que puedan tener determinados enfoques,
temas o chistes, lo que es indiscutible es que nuestra sociedad se ha vuelto
mucho más recatada y mojigata con respecto a una determinada crítica. Hoy es
impensable encontrar en los kioscos al Maki Navaja de Ivá pegando un tiro a un
policía o llamando "moro mierda" a un inmigrante.
Otro de los
"intocables" en nuestro actual pensamiento social es la ciudadanía.
Mucho me temo que el manido "empoderamiento" que tanto proclamamos se
está limitando a eso, a considerarla inmaculada y libre de toda sospecha y
denuncia, aunque luego sea burlada y saqueada por gobernantes y grandes
empresas. En cambio, se permite y se aplaude el escarnio de políticos a cambio
de que terminemos encajando su corrupción y robo.
Digamos que el
humor se ha convertido en un válvula de escape al servicio de la reacción: te
puedes reír del político mientras te roba, no te puedes reír del ciudadano
aunque la cague. Nuestros humoristas pueden llamar todos los días y a todas
horas gilipollas o ladrones al presidente del gobierno, a cualquier ministro o
a cualquier político sin que nadie se moleste. Parece como si gran parte de la
ciudadanía y periodistas se sintiesen cómodos riéndose de Mariano Rajoy
juzgándolo corto de luces, a cambio de mantenerlo al frente del gobierno pero encantados
de considerarse más inteligentes que su presidente.
¿Por qué es lícito
y generalizado creerse más listo que Rajoy y, en cambio, es un signo de
soberbia e irrespeto sentirse menos gilipollas que quienes lo votan a él y al
partido que les ningunea las vacunas, mete a sus hijos en barracones, amnistía
fiscalmente a los ricos, destina sus impuestos a los bancos, liquida el fondo
de las pensiones y termina siendo embargado por operar con dinero negro y
considerado organización criminal por los jueces? Ay de quienes se les ocurre
llamar gilipollas a los ciudadanos que ponen a esos políticos en el gobierno.
Si en algo coincide la derecha y la izquierda bienpensante es en estimar al
votante/ciudadano como algo sagrado a quien no hay que ofender. Lógico, aspiran
a su aplauso y a su voto. En cambio, intelectuales y humoristas deberían ser
valientes y no sentirse intimidados por los votantes.
La honestidad -y el
valor- intelectual consiste -siempre ha consistido- en no tener miedo a
molestar. Es de hipócritas llamar a gobernantes ladrones, corruptos,
sinvergüenzas y gilipollas, y no atreverse a la más mínima crítica a quienes
les aúpan al poder. El problema de una sociedad democrática gobernada por
corruptos no procede mayormente del nivel de inmoralidad de media docena -o un
centenar- de gobernantes, sino del millonario apoyo de cómplices. Ya lo decía
Martin Luther King, "no me preocupa el grito de los violentos, de los
corruptos, de los deshonestos, de los sin ética. Lo que más me preocupa es el
silencio de los buenos". Un silencio que, en este caso, es algo más, es
connivencia porque es un voto. Hoy no dudaríamos en utilizar todo tipo de duros
calificativos contra los alemanes que llevaron al poder a Hitler, ¿alguien
diría que es un falta de respeto y consideración a millones de alemanes que
ejercieron libremente su voto democrático?
En el cuento El
traje nuevo del emperador, de Andersen, se recrea una sociedad en la que nadie
se atreve a decirle al rey que está desnudo. Ahora todos le dicen al rey que
está desnudo (sin que ello afecte a su comportamiento ni reinado), y nadie se
atreve a decirle al pueblo que está eligiendo a un rey desnudo. La democracia
debería servir para que un pueblo decente elija a gobernantes decentes, no para
que el gobernante indecente se mantenga a costa de la indecencia de gran parte
de un pueblo.
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