EL ESCRITOR QUE NO AMA A LOS ANIMALES
Debe
ser guay que tu carta ética te permita ir por ahí sintiéndote superior al
resto, amo y señor de las cerca de ocho millones de especies con las que
compartimos planeta
JOSÉ LUIS GALLEGO
Celebración del torneo del Toro de la Vega en
Tordesillas 2013
El creacionismo,
esa vieja fábula que señala al ser humano como la especie elegida y la sitúa en
un plano superior al resto, crea monstruos. Entre los más horribles aquellos
que toleran o incluso justifican el maltrato animal arguyendo que son seres
inferiores.
Debe ser súper guay
que tu carta ética te permita ir por ahí sintiéndote superior al resto, amo y
señor de las cerca de ocho millones de especies con las que compartimos
planeta. Ya sean toros o delfines, perros o gatos, flores o árboles: ellos
están ahí para nuestro solaz porque, total, ni sienten ni padecen. Este tipo de
gente es la que le hace a uno renegar de su especie.
Pero los peores son
los creacionistas creadores. En España son muchos los que defienden el maltrato
animal desde la creación literaria. Ya se sabe que la ética no siempre acompaña
a la estética. Javier Marías, ese magnífico autor que llama bichos a los
animales salvajes, chuchos a los perros y fanáticos a quienes defendemos sus
derechos, es uno de sus más ilustres representantes.
La semana pasada
este creacionista de elegida tecla recurría a su brillante retórica para
perpetrar otro de sus ataques a quienes amamos a los animales y defendemos sus
derechos. Y lo hacía como en él suele ser habitual, sin ahorrar calificativos
de mal gusto. Algo que me habilita para seguir su estilo.
Porque ocurre que,
por mucho que un genio sepa encadenar sandeces con exquisito talento literario,
no dejan de ser exquisitas sandeces. No pretendo dar réplica al fondo de ese
artículo porque ya lo hizo aquí con notable tino Javier Morales a cuyos pies me
pongo.
Además lo cierto es
que las últimas palabras de Marías no me han sorprendido en absoluto. Hay una
cierta tendencia a dar la matraca en quienes desprecian al resto de la
multiplicidad. En su caso no deja de repetir el mantra taurino de que los toros
existen porque existen las corridas. Le debió parecer ingenioso la primera vez
que lo escuchó y ha entrado en bucle: “si los taurinos fueran torturadores de animales
los enemigos de las corridas resultarían ser exterminadores de animales. Y,
francamente, entre los primeros y los segundos, prefiero con mucho a aquéllos,
que al menos les causan una muerte en combate tras permitirles una vida”.
Combate. Permitirles. No hay más preguntas señoría.
Seguiré esperando
los libros de Javier Marías porque amo como escribe a pesar de quien lo escribe
(me ocurre lo mismo con Vila-Matas). Pero debo confesar un cierto hastío, una
cierta desgana ante tantas estupideces creacionistas por bien creadas que
estén.
Aunque diga que él
no, que él para nada, lo cierto es que el autor de Todas las almas representa
como pocos al escritor que no ama a los animales. La palabra hace a quien la
escribe como el hábito hace al monje, y a este genio le sale el Torquemada que
lleva dentro cada vez que alguien decide afearle su desprecio hacia el resto de
lo vivo.
Una pena, una
auténtica condena para todos los que admiramos su obra.
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