POR QUÉ HILLARY CLINTON ES MUCHO PEOR QUE TRUMP
DIANA JOHNSTONE
Diana Johnstone es
quizá una de las comentaristas de la política europea y estadounidense más
reputadas en la izquierda. Colaboradora, entre otros, de Counterpunch,
Johnstone, que se hizo conocida en Europa por sus críticas a la política
occidental durante las guerras en los Balcanes, acaba de sacar un libro sobre
Hillary Clinton titulado La reina del caos. La entrevistó para lamarea.com
Àngel Ferrero.
Los medios
estadounidenses han centrado su atención estas primarias en Donald Trump. Pero
en su opinión, Hillary Clinton también debería ser motivo de preocupación. La
ha descrito como ‘la reina del caos’. ¿Por qué?
Trump consigue
titulares porque es una novedad, un showman que dice cosas chocantes. Es visto
como un intruso en un espectáculo electoral diseñado para transformar a Clinton
en la “primera mujer presidenta de América”. ¿Por qué la llamo reina del caos?
En primer lugar, por Libia. Hillary Cinton fue en gran medida responsable de la
guerra que hundió a Libia en el caos, un caos que se extiende hacia el resto de
África e incluso Europa. Ha defendido más guerra al Oriente Medio.
Mi opinión no es
que Hillary Clinton “también debería” ser motivo de preocupación. Ella es el
principal motivo de preocupación. Clinton promete apoyar más a Israel contra
los palestinos. Está totalmente comprometida con la alianza de facto entre
Arabia Saudí e Israel que tiene como objetivo derrocar a Assad, fragmentar
Siria y destruir la alianza chií entre Irán, Assad y Hezbolá. Esto aumenta el
riesgo de confrontación militar con Rusia y Oriente Medio. Al mismo tiempo,
Hillary Clinton defiende una política beligerante hacia Rusia en su frontera
con Ucrania. Los medios de comunicación de masas en Occidente se niegan a darse
que cuenta que muchos observadores serios, como por ejemplo John Pilger y Ralph
Nader, temen que Hillary Clinton nos conduzca, sin advertirlo, a la Tercera
Guerra Mundial.
Trump no se ajusta
a ese molde. Con sus comentarios groseros, Trump se desvía radicalmente del
patrón de lugares comunes que oímos de los políticos estadounidenses. Pero los
medios de comunicación establecidos han sido lentos en reconocer que el pueblo
estadounidense está completamente cansado de políticos que se ajustan al
patrón. Ese patrón está personificado por Hillary Clinton. Los medios de
comunicación europeos han presentado en su mayoría a Hillary Clinton como la
alternativa sensata y moderada al bárbaro de Trump. Sin embargo, Trump, el
“bárbaro”, está a favor de reconstruir la infraestructura del país en vez de
gastar el dinero en guerras en el extranjero. Es un empresario, no un ideólogo.
Trump ha afirmado
claramente su intención de poner fin a la peligrosa demonización de Putin para
desarrollar relaciones comerciales con Rusia, lo que sería positivo para
Estados Unidos, para Europa y para la paz mundial. Extrañamente, antes de
decidir presentarse como republicano, para consternación de los líderes del
Partido Republicano, Trump era conocido como demócrata, y estaba a favor de
políticas sociales relativamente progresistas, a la izquierda de los actuales
republicanos o incluso Hillary Clinton.
Trump es
impredecible. Su reciente discurso en AIPAC, el principal lobby pro-israelí,
fue excesivamente hostil hacia Irán, y en 2011 cayó en la propaganda que
condujo a la guerra contra Libia, incluso si ahora, retrospectivamente, la
critica. Es un lobo solitario y nadie sabe quiénes son sus asesores políticos,
pero hay esperanza de que arroje fuera de la política a los neoconservadores e
intervencionistas liberales que han dominado la política exterior
estadounidense los últimos quince años.
Los asesores de
Clinton destacan su experiencia, en particular como secretaria de Estado.
Muchos se ha escrito sobre esta experiencia y no siempre de manera positiva.
¿Cuál fue su papel en Libia, Siria o Honduras?
Hay dos cosas que
decir sobre la famosa experiencia de Hillary Clinton. La primera es observar
que su experiencia no es el motivo de su candidatura, sino, más bien, la
candidatura es el motivo de su experiencia. En otras palabras, Hillary no es
candidata debido a que su maravillosa experiencia haya inspirado a la gente a
escogerla como aspirante a la presidencia. Es más correcto decir que ha
acumulado ese currículo justamente para cualificarse como presidente.
Durante unos veinte
años, la máquina clintonita que domina el Partido Demócrata ha planeado que
Hillary se convierta en “la primera mujer presidenta de EEUU” y su carrera se
ha diseñado con ese fin: primero senadora de Nueva York, después secretaria de
Estado.
Lo segundo
concierne al contenido y la calidad de esa famosa experiencia. Se ha empecinado
en demostrar que es dura, que tiene potencial para ser presidenta. En el Senado
votó a favor de la guerra de Irak. Desarrolló una relación muy cercana con el
intervencionista más agresivo de sus colegas, el senador republicano por
Arizona John McCain. Se unió a los chovinistas religiosos republicanos para
apoyar medidas como hacer que quemar la bandera estadounidense fuese un crimen
federal. Como secretaria de Estado, trabajó con “neoconservadores” y
esencialmente adoptó una política neoconservadora utilizando el poder de
Estados Unidos para rediseñar el mundo.
Respecto a
Honduras, su primera importante tarea como secretaria de Estado fue
proporcionar cobertura diplomática para el golpe militar de derechas que
derrocó al presidente Manuel Zelaya. Desde entonces Honduras se ha convertido
en la capital con más asesinatos del mundo. En cuanto a Libia, persuadió al
presidente Obama para derrocar el régimen de Gaddafi utilizando la doctrina de
“responsabilidad para proteger” (R2P) como pretexto, basándose en falsas
informaciones. Bloqueó activamente los esfuerzos de gobiernos latinoamericanos
y africanos para mediar, e incluso previno los esfuerzos de la inteligencia
militar estadounidense para negociar un compromiso que permitiese a Gaddafi
ceder el poder pacíficamente.
Continuó esa misma
línea agresiva con Siria, presionando al presidente Obama para que incrementase
el apoyo a los rebeldes anti-Assad e incluso para imponer una “zona de
exclusión aérea” basada en el modelo libio, arriesgándose a una guerra con
Rusia. Si se examina atentamente, su “experiencia” más que cualificarla para el
puesto de presidente, la descalifica.
Como secretaria de
Estado, Clinton anunció en 2012 un “pivote” a Asia oriental en la política
exterior estadounidense. ¿Qué tipo de política podríamos esperar de Clinton
hacia China?
Básicamente este
“pivote” significa un desplazamiento del poder militar estadounidense, en
particular naval, desde Europa y Oriente medio al Pacífico occidental.
Supuestamente, porque debido a su creciente poder económico China ha de ser una
“amenaza” potencial en términos militares. El “pivote” implica la creación de
alianzas antichinas entre otros Estados de la región, lo que con toda
probablidad incrementará las tensiones, y rodeando a China con una política
militar agresiva se la empuja efectivamente a una carrera armamentística.
Hillary Clinton apuesta por esta política y si llegase a la presidencia la
intensificaría.
Clinton dijo en
2008 que Vladímir Putin no “tiene alma”. Robert Kagan y otros
“intervencionistas liberales” que jugaron un papel destacado en la crisis en
Ucrania la apoyan. ¿Su política hacia Rusia sería de una mayor confrontación
que la del resto de candidatos?
Su política sería
claramente de una mayor confrontación hacia Rusia que las de Donald Trump. El
contrincante republicano de Trump, Ted Cruz, es un fanático evangélico de
extrema derecha que sería tan malo como Clinton, o quizá peor. Comparte la misma
creencia semirreligiosa de Clinton en el rol “excepcional” de Estados Unidos
para modelar el mundo a su imagen. Por otra parte, Bernie Sanders se opuso a la
guerra de Iraq. No ha hablado demasiado de política internacional, pero su
carácter razonable sugiere que sería más juicioso que cualquiera de los demás.
Los asesores de
Clinton tratan de destacar su intento de reformar el sistema sanitario
estadounidense. ¿Fue ese intento de reforma realmente un avance y tan
importante como dicen que fue?
En enero de 1993,
pocos días después de asumir la presidencia, Bill Clinton mostró su intención
de promocionar la carrera política de su esposa nombrándola presidenta de una
comisión especial para la reforma del sistema nacional de sanidad. El objetivo
era llevar a cabo un plan de cobertura sanitaria basado en lo que se denominó
“competitividad gestionada” entre compañías privadas. El director de esa
comisión, Ira Magaziner, un asesor muy próximo a Clinton, fue quien diseñó el
plan. El papel de Hillary era vender políticamente el plan, especialmente al
Congreso. Y en eso fracasó por completo. El “plan Clinton”, de unas 1.342
páginas, fue considerado demasiado complicado de entender y a mediados de 1994
perdió prácticamente todo el apoyo político. Finalmente se extinguió en el
Congreso.
Respondiendo a la
pregunta, el plan básicamente no era suyo, sino de Ira Magaziner. Como había de
depender de las aseguradoras privadas, orientadas al beneficio, como ocurre con
el Obama Care, ciertamente no era un avance, como sí que lo es el sistema
universal que defiende Bernie Sanders.
La campaña de
Clinton ha recibido notoriamente dinero de varios hedge funds. ¿Cómo cree que
podría determinar su política económica si consigue llegar a la presidencia?
Cuando los Clinton
abandonaron la Casa Blanca en enero de 2001, Hillary Clinton lamentó estar “no
sólo sin blanca, sino en deuda”. Eso cambió muy pronto. Hablando figuradamente,
los Clintons se trasladaron de la Casa Blanca a Wall Street, de la presidencia
al mundo de las finanzas. Los banqueros de Wall Street compraron una segunda
mansión para los Clinton en el Estado de Nueva York (que se sumó a la que
tienen en Washington DC) prestándoles primero el dinero y luego pagándoles
millones de dólares por ofrecer conferencias.
Sus amistades en el
sector bancario les permitieron crear una fundación familiar ahora valorada en
dos mil millones de dólares. Los fondos de la campaña proceden de fondos de
inversión amigos que colaboran de buen grado. Su hija, Chelsea, trabajó para un
fondo de inversión antes de casarse con Marc Mezvinsky, quien creó su propio
fondo de inversión después de trabajar para Goldman Sachs.
En pocas palabras,
los Clinton se sumergieron por completo en el mundo de las finanzas, que se
convirtió en parte de su familia. Es difícil imaginar que Hillary se mostrase
tan desagradecida como para llevar a cabo políticas contrarias a los intereses
de su familia adoptiva.
Se dice que la
política de identidad es otro de los pilares de su campaña. Quienes apoyan a
Clinton afirman que votándola se romperá el techo de cristal y que por primera
vez en la historia una mujer entrará en la Casa Blanca. Desde varios medios has
protestado contra esta interpretación.
Una razón
fundamental para que se diese la alianza de Wall Street con los Clinton es que
los autoproclamados “nuevos demócratas” encabezados por Bill Clinton lograron
cambiar la ideología del Partido Demócrata de la igualdad social a la igualdad
de oportunidades. En vez de luchar por las políticas tradicionales del New Deal
que tenían como objetivo incrementar los estándares de vida de la mayoría, los
Clinton luchan por los derechos de las mujeres y las minorías a “tener éxito”
individualmente, a “romper techos de cristal”, avanzar en sus carreras y
enriquecerse. Esta “política de la identidad” quebró la solidaridad de la clase
trabajadora haciendo que la gente se centrase en la identidad étnica, racial o
sexual. Es una forma de política del “divide y vencerás”.
Hillary Clinton
busca persuadir a las mujeres de que su ambición es la de todas ellas, y que
votándola están votando por ellas mismas y su éxito futuro. Este argumento
parece funcionar mejor entre las mujeres de su generación, que se identificaron
con Hillary y simpatizaron con el apoyo leal a su marido, a pesar de sus
flirteos. Sin embargo, la mayoría de las jóvenes estadounidenses no se han
dejado llevar por este argumento y buscan motivos más sólidos a la hora de votar.
Las mujeres deberían trabajar juntas por las causas de las mujeres, como el
mismo salario por el mismo trabajo, o la disponibilidad de centros infantiles
para las mujeres trabajadoras. Pero Hillary es una persona, no una causa. No
hay ninguna prueba de que las mujeres en general se hayan beneficiado en el
pasado de tener a una reina o una presidenta. Es más, aunque la elección de
Barack Obama hizo felices a los afroamericanos por motivos simbólicos, la
situación de la población afroamericana ha ido empeorando.
Mujeres jóvenes,
como Tulsi Gabbard o Rosario Dawson, consideran que poner fin a un régimen de
guerras y cambios de régimen y proporcionar a todo el mundo una buena educación
y sanidad son criterios mucho más significativos a la hora de escoger un
candidato.
¿Por qué las
minorías siguen apoyando a Clinton en vez de a Sanders?
Está cambiando.
Hillary Clinton ganó el voto negro en las primarias demócratas en los Estados
del sur profundo. Fue a comienzos de la campaña, antes de que Bernie fuese conocido.
En el sur profundo, muchos afroamericanos estaban desencantados porque muchos
de ellos estaban en prisión o habían estado en prisión, y la mayoría de
votantes son mujeres mayores que asisten regularmente a la iglesia, donde
escuchan a los predicadores pro-Clinton, no lo que se dice en Internet.
En el norte las
cosas son diferentes, y el mensaje de Sanders está consiguiendo extenderse. Lo
apoyan la mayor parte de intelectuales afroamericanos y de afromericanos del
mundo del entretenimiento. Ésta es la primera elección presidencial donde
Internet juega un papel clave. Especialmente la gente joven, que no confía en
los medios de comunicación establecidos. Es suficiente leer los comentarios de
los lectores estadounidenses en Internet para darse cuenta de que Hillary
Clinton está considerada ampliamente como una mentirosa, una hipócrita, una
belicista y un instrumento de Wall Street.
¿Cómo ves la
campaña de Bernie Sanders? Es visto como la esperanza de la izquierda, pero
tras la presidencia de Obama también hay cierto escepticismo. Algunos
comentaristas han señalado su apoyo a intervenciones militares estadounidenses
en el pasado.
A diferencia de
Obama, quien prometió un “cambio” vago, Bernie Sanders es muy concreto a la
hora de hablar de los cambios que se tienen que hacer en política doméstica. E
insiste en que él solo no puede hacerlo. Su insistencia en que se precisa una
revolución política para conseguir sus metas está realmente inspirando el
movimiento de masas que necesitaría. Es lo suficientemente experimentado y
tozudo como para evitar que el partido le secuestre, como ocurrió con Obama.
En cuanto a la
política exterior, Sanders se opuso firmemente y de manera razonada a la guerra
de 2003 en Irak, pero como la mayor parte de la izquierda, se dejó llevar por
los argumentos en favor de las “guerras humanitarias”, como la desastrosa
destrucción de Libia.
Pero este tipo de
desastres han comenzado a educar a la gente, y puede que hayan servido de
lección al propio Sanders. La gente puede aprender. Puede oír, entre quienes le
apoyan, a antibelicistas como la congresista Tulsi Gabbard de Hawai, que
presentó su dimisión en el Comité Nacional Demócrata para apoyar a Sanders. Hay
una contradicción obvia entre el gasto militar y el programa de Sanders para reconstruir
EEUU. Sanders ofrece una mayor esperanza porque viene con un movimiento nuevo,
joven y entusiasta, mientras que Hillary viene con el complejo
militar-industrial y Trump viene consigo mismo.
Actualmente vive en
Francia. ¿Cómo ve la situación en el país? ¿Qué explica el ascenso del Frente
Nacional, en paralelo a otras fuerzas de la nueva derecha (o
nacional-conservadoras)?
Los partidos
establecidos siguen las mismas políticas impopulares en Europa y en EEUU y eso,
naturalmente, lleva a la gente a buscar algo diferente. El control local de los
servicios sociales se sacrifica a la necesidad de “atraer inversores”, en otras
palabras, a dar al capital financiero la libertad de modelar sociedades
dependiendo de sus opciones de inversión. La excusa es que, atrayendo
inversores, se crearán empleos, pero esto no ocurre. Puesto que la clave de
estas políticas es romper las barreras nacionales para permitir al capital
financiero ganar acceso, es normal que la gente acuda a los llamados partidos
“nacionalistas” que aseguran querer restaurar la soberanía nacional. Como en
Europa sobreviven los fantasmas del nazismo, “soberanía nacional” se confunde
con “nacionalismo”, y “nacionalismo” se equipara con guerra. Estas suposiciones
hacen que el debate en la izquierda sea imposible y termine favoreciendo a los
partidos de derecha, que no sufren de este odio al Estado nacional.
En vez de actuar
con horror a la derecha, la izquierda necesita ver las cuestiones que afectan
realmente a la gente con claridad.
En el pasado ha
criticado a la izquierda (o a una parte considerable de ella) por apoyar las
llamadas “intervenciones humanitarias”. ¿Qué opina de la ‘nueva izquierda’ o
‘nueva nueva izquierda’ en países como Grecia o España?
La propaganda
neoliberal dominante justifica la intervención militar por motivos
humanitarios, para “proteger” a la gente de “dictadores”. Esta propaganda ha
tenido mucho éxito, especialmente en la izquierda, donde con frecuencia se
acepta como una versión contemporánea del “internacionalismo” de la vieja
izquierda, cuando en realidad es todo lo opuesto: no se trata de las Brigadas
Internacionales y su idealismo, combatiendo por una causa progresista, sino del
Ejército estadounidense bombardeando países en nombre de alguna minoría que
puede acabar demostrándose como un grupo mafioso o terroristas islámicos.
Honestamente, creo
que este libro es una aportación a la crítica de la política intervencionista
liberal, y lamento que no esté disponible en español, aunque hay ediciones en
inglés, francés, italiano, portugués, alemán y sueco.
Ángel Ferrero - La
marea
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