domingo, 3 de julio de 2016

EL MIEDO DE LOS VERDUGOS

EL MIEDO DE LOS VERDUGOS

ANÍBAL MALVAR
Lo ha resumido todo el furibundo Salvador Sostres hoy mismo en ABC: “Este miedo es la inteligencia de España”. El miedo como síntoma de inteligencia. No ladran, luego no cabalgamos, amigo Sancho. Se ha hablado mucho de si el miedo ha sido el que ha movido al votante español a confiar una vez más sus gallinas al espadachín enmascarado Mariano Rajoy. El Zorro de la política española. “Pablo Iglesias ha atribuido el mal resultado de Unidos Podemos al miedo al cambio. Lo ha dicho como perdonándonos la vida, pero tiene toda la razón. Pablo Iglesias da miedo. Alberto Garzón da miedo. Sus partidos, juntos o por separado, dan miedo. Y este miedo es la inteligencia de España”, ha escrito el famoso vate.

Y para espeluznarnos todavía más, apoya su tesis con una lección de Historia versión cuñao de esas que ya salen pensadas desde el franquismo: “Nos dais miedo porque hemos visto morir de hambre y de cosas peores a tantos y tantos incautos que confiaron en vuestros correligionarios. Sois la lección más triste de la Historia y no queremos ser los próximos. Claro que nos dais miedo. Y claro que sabemos que lo más valioso del domingo no fue que ganáramos unas elecciones, sino que milagrosamente, salvamos el cuello”.

“De lo que tengo miedo es de tu miedo”, escribió Shakespeare quizá pensando en Sostres. El miedo es el motor de las dictaduras, no de las democracias, tengo entendido. Que la derecha asuma su miedo así, en primera persona grandilocuente –“salvamos el cuello”–, sería una victoria histórica de la izquierda española si no fuera una pose. Un recurso literario. Postureo catastrofista. Al posfranquismo español siempre le ha ido muy bien con los fantasmas de la conspiración judeomasónica y tal. En su relato, los verdugos (ellos) se trasmudan en víctimas reactivas. Y lo hacen con tan escaso pudor que solo les falta firmar el artículo con el carnet del PP entre los dientes: “Lo más valioso del domingo no fue que ganáramos unas elecciones”. Hasta Paco Marhuenda disimula mejor sus filiaciones.

Precisamente en el periódico de nuestro comisario honorífico, La Razón, encontrábamos este viernes al FAES José María Marco dando otra visión de la victoria marianista. Algo se mueve en la derecha española: “Si el PP hace el esfuerzo de construir un discurso consistente –y no limitarse a la moderación y al sentido común– el voto de Ciudadanos volverá al PP”. Y regresamos al miedo. Marco nos desvela que hasta los populares están aterrados con la relajación intelectual de Rajoy, incapaz de afrontar ningún problema por miedo a descubrir que el problema es él.
 En su editorial del mismo día, el periódico de Planeta arroja sobre la ciudadanía la hoja de ruta que recomienda al nuevo gobierno para “abordar con garantías las grandes reformas que necesita el país, la lucha contra el desempleo y los complejos asuntos exteriores”. Si no supiéramos en qué país vivimos, quizá nos asombraría un periódico capaz de radiografiar España sin tener en cuenta la corrupción, y ni siquiera citarla. Pero tienen razón, en vista de unos resultados electorales que me resume muy bien por mail una colega alemana: “Los españoles votáis corrupto porque sois unos corruptos”. Le contesté con un patriotero “y tú más”, pero sé que lleva toda la razón. Las gallinas han tenido miedo a echarle huevos al asunto y han votado a la zorra para que siga civilizando el gallinero.


El otro día escuché a Marhuenda en una televisión advirtiendo de que si había tercera ronda electoral Mariano Rajoy ascendía a los cielos de la mayoría absoluta. Los demás tertulianos se rieron, como si fuera ocurrencia o boutade. Yo, lo juro, me asusté.

Marhuenda, contra todo pronóstico, fue el único español que vaticinó los resultados del 26-J con precisión. Marhuenda siempre acierta, porque Marhuenda se parece a España y España se parece a Marhuenda.

El orgullo gay

Ya se ha sugerido arriba que hasta la derecha le está demandando a Rajoy más discurso, menos como dios manda y más moderación. Ahora que ya han ganado las elecciones, se sueltan un poco el pelo. El siempre inteligente David Gistau encendía esta semana el debate sobre la conveniencia o no de que los dirigentes del PP –en concreto Cristina Cifuentes— quieran ahora subirse a la carroza del orgullo gay. “España es un país admirado por haber sido el precursor en occidente de este derecho y que encima el Orgullo es la fiesta patronal del año. Es entonces cuando el PP, oportunista, quiere salir de su cripta y pide permiso para hacerse perdonar y aparecer en la lista de invitados. Pero les dicen nanay, y no me extraña”. Cada vez que leo a Gistau, redescubro que hay vida inteligente en la derecha española. Y no solo ese miedo suyo que tanto miedo nos da a los demás.

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