CRÍMENES ATROCES EN MÉXICO
GILBERTO
LÓPEZ Y RIVAS
No es sorpresa que
haya pasado prácticamente desapercibido para los grandes medios de comunicación
el sustentado y significativo informe, hecho público este año: Atrocidades
innegables: confrontando crímenes de lesa humanidad en México, de la
organización Open Society Justice Initiative, tomando en cuenta que, como
reproductores del sistema capitalista de dominación ideológico-política, estos
mercenarios mediáticos forman parte orgánica de los instrumentos de desviación
de poder e impunidad que caracterizan al Estado mexicano.
Crímenes atroces en
México
Este informe, que
se nutrió principalmente con el trabajo de Justice Initiative, expertos
mexicanos y extranjeros, y la colaboración de cinco reconocidos organismos de
derechos humanos, se enfoca en los nueve años que van de 2006 a 2015, aunque
incluye una breve descripción de periodos anteriores “en los que el gobierno
[mexicano] estuvo también implicado en crímenes atroces, para los cuales hasta
ahora no ha rendido cuentas. Se incluye entonces el periodo de la llamada
guerra sucia emprendida por el gobierno contra estudiantes de izquierda y
disidentes, de 1960 a 1980, con el fin de situar el reciente aumento de la
violencia en un contexto histórico y político más amplio”.
El concepto de
crímenes atroces, utilizado en el texto, se fundamenta en la definición de la
Organización de Naciones Unidas (ONU), en la que se incluyen los crímenes de
genocidio, lesa humanidad y guerra, especificando que, en este caso, el término
se utiliza “para referirse a formas particulares de crímenes violentos que han
afectado a varios cientos de miles de civiles y pueden constituir crímenes de
lesa humanidad. Las personas afectadas no sólo incluyen a los ciudadanos
mexicanos, sino también a inmigrantes de Centroamérica, que viajan por rutas
peligrosas en el país, y cada vez con más frecuencia son víctimas de la cruel
violencia de los cárteles. Específicamente, el informe examina tres tipos de
crímenes atroces: asesinatos, desapariciones, tortura y otros tipos de
maltrato”. En cuanto a crímenes de lesa humanidad, se concluye que la situación
de México satisface su definición legal establecida en el Estatuto de Roma, de
la Corte Penal Internacional, así como la jurisprudencia de esta Corte y de
otros tribunales internacionales, esto es, como una serie de actos diversos que
sean parte de un ataque generalizado o sistemático contra una población civil y
con conocimiento de dicho ataque. Se enumeran 11 actos subyacentes, incluidos
asesinato, tortura y desapariciones forzadas. Además, el Estatuto define un
ataque como “una línea de conducta que implique la comisión múltiple de actos
[…] contra una población civil, de conformidad con la política de un Estado o
de una organización para cometer ese ataque. Esto significa que los crímenes de
lesa humanidad pueden ser perpetrados tanto por fuerzas gubernamentales como
por grupos armados organizados”. En esta materia, el documento arroja algunas
cifras: “Entre diciembre de 2006 y finales de 2015, más de 150 mil personas
fueron asesinadas intencionalmente en México (…) Las estadísticas oficiales
sobre asesinatos subestiman el verdadero saldo: decenas de miles de
desapariciones siguen sin resolverse y existen cientos de fosas comunes
clandestinas que no han sido suficientemente investigadas”. En cuanto a
desapariciones forzadas, se sostiene que “nadie sabe cuántas personas han
desaparecido en México desde diciembre de 2006.
La cifra de 26 mil
citada a menudo es engañosa y en gran parte arbitraria; constituye una
contabilidad defectuosa del gobierno sobre personas desaparecidas (…) Asimismo,
los fiscales a menudo han reclasificado de modo inapropiado los casos que
involucran a autores del Estado (desapariciones forzadas) como ‘secuestros’,
precisamente en un momento en que estos crímenes han alcanzado niveles
alarmantes (…) Del cálculo aproximado de un total de 580 mil secuestros, desde
finales de 2006 hasta 2014, no hay manera de saber cuántos podrían clasificarse
como otras formas de desaparición criminal, incluidas las desapariciones
forzadas”. En lo referente a la tortura, las cifras que aporta la Comisión
Nacional de los Derechos Humanos y los casos documentados por organizaciones de
la sociedad civil “sugieren que se trata de prácticas generalizadas, que
incluyen el uso rutinario de torturas y malos tratos por parte de la policía,
las fuerzas armadas y los fiscales, a fin de obtener confesiones y testimonios
bajo coerción que ellos mismos y muchos jueces mexicanos aceptan como evidencia
(…) [No obstante,] en los casos de tortura entre enero de 2007 hasta abril de
2015 sólo se produjeron seis condenas”. Los autores de la investigación
plantean una interrogante cardinal: ¿Por qué razón ha habido tan poca justicia
ante los crímenes atroces ocurridos en México?
'La respuesta que
proporciona el documento se confirma fehacientemente para el caso más reciente
de la masacre de Nochixtlán, que se suma a la de Ayotzinapa y Tlataya: “En lo
fundamental responde a factores políticos. Comienza con la retórica de negación
y desviación que ha caracterizado a los gobiernos de Calderón y Peña Nieto. Los
funcionarios de mayor jerarquía sistemáticamente niegan o minimizan la escala y
la naturaleza de los asesinatos, las torturas y las desapariciones, y hacen
aseveraciones generalizadas y sin fundamento, considerando a las víctimas de
estos delitos como criminales. En lugar de reconocer el problema, funcionarios
de alta jerarquía han optado por la rutina de atacar a los emisarios de
Naciones Unidas y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, las
organizaciones de la sociedad civil y otros que han denunciado estos crímenes
atroces. En algunos casos, en respuesta a las presiones de la opinión pública,
funcionarios han hecho promesas que en su mayoría nunca cumplen. El hecho de
restar importancia a los crímenes atroces ha sido un componente central de la
historia de impunidad de México (…) Los mismos líderes políticos que niegan y
minimizan los crímenes atroces han sido los responsables de investigarlos…”
El valor
extraordinario del documento va más allá de este esfuerzo de síntesis, que deja
fuera otros datos, análisis y recomendaciones producto de tres años de trabajo
de investigación, más de 100 entrevistas y un acervo documental y testimonial
que, sin duda, identifican y comprueban las atrocidades innegables del Estado
mexicano.
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