MARCHANDO SIN FRENO HACIA LAS TERCERAS ELECCIONES
CARLOS ELORDI
A la luz de los
datos disponibles en este momento lo más lógico es pensar que los españoles que
quieran hacerlo tendrán que hacerlo por tercera vez. La situación está
totalmente bloqueada y las iniciativas que podrían desbloquearla no pueden
surgir sin que previamente se hayan producido cambios que hoy por hoy se
antojan imposibles. Eso quiere decir, en sustancia, que la ya larga crisis
política española está llegando al fondo. Un sistema político que no es capaz
de parir un gobierno es un sistema acabado. Y aunque aparentemente hoy no pase
nada, eso es muy grave y puede ser terrible en un futuro no muy lejano.
Aunque no deja de
ser útil para que los ciudadanos reafirmen su posición política, o la
modifiquen, buscar culpables de ese bloqueo no ayuda mucho a superarlo. Porque
lo que de verdad falla es el sistema, la base de la que emanan las reglas que
limitan la acción de los políticos. El nuestro fue concebido y desarrollado
durante la Transición, hace ya casi tres décadas, en una situación muy distinta
de la actual. Su expresión fue el bipartidismo, que se creyó que era la mejor
solución para que España transitara de la dictadura a la democracia sin
impedimentos que paralizaran ese proceso. Todas las piezas del entramado
político están pensadas en esa clave, incluida la colocación de los
nacionalismos.
El problema es que
el bipartidismo se ha acabado. Sin embargo, los dos partidos que antes lo
protagonizaban siguen imbuidos de la lógica anterior. No saben salir de ella,
además de que no quieren. El objetivo fundamental del PP es ganar al PSOE, el
de este batir al PP. Llevan más de 30 años trabajando únicamente con ese
objetivo. Por mucho que se empeñen los bienpensantes de uno y otro campo, por
mucho que la anhelen los poderes económicos y las cancillerías extranjeras, una
fórmula del tipo de la “gran coalición” alemana es imposible en España. El PSOE
no puede entrar en un gobierno del PP, ni viceversa. Sería como negarse a sí
mismos. Ninguna concesión, por importante que fuera, puede salvar ese
obstáculo.
Cualquier matiz que
rebajara la intensidad de ese empeño, hasta la abstención de unos cuantos
diputados del PSOE para que Rajoy resultara investido, padece las mismas
limitaciones. Es impensable que Pedro Sánchez se avenga a una solución de ese
tipo. Los mismos socialistas que hoy, bajo manga o abiertamente, le están
pidiendo que de ese paso, lo usarían en su contra, cuando un sector,
seguramente conspicuo, del partido se indignara porque el PSOE hubiera dado el
poder a Rajoy y pidiera su cabeza.
¿Allanaría algo el
camino que Rajoy renunciara a su liderazgo y que el PP propusiera otro
candidato a la presidencia del gobierno? Puede que sí, porque en ese caso,
Ciudadanos podría dar su brazo a torcer y votar “sí”. Pero no tiene mucho
sentido pensar en esa posibilidad. Rajoy no va a dimitir en ningún caso y
probablemente hasta piense que unas terceras elecciones le proporcionarían aún
más escaños, le harían aún más fuerte.
Y si no consigue la
cabeza del líder del PP, Ciudadanos no va a renunciar a su postura actual, la
de la abstención en la segunda vuelta. Porque en ello le va la supervivencia
política. El partido de Albert Rivera ha entrado en la escena política para ser
una opción con perfiles propios, entre otros el de rivalizar con el PP. Rajoy,
que no puede aceptar que el bipartidismo está muerto, o que trata por todos los
medios de revivirlo, ve a Ciudadanos como un peón que ahora se puede usar para
más tarde hacerlo desaparecer en las urnas. Se equivoca.
Podemos,
discretamente retirado de la primera fila de la trifulca en las últimas
semanas, es la expresión más nítida de que hoy el juego político español es a
cuatro. Su consigna electoral de batir al PP, que en sí misma conllevaba algo
de la vieja cultura bipartidista, no ha triunfado. Tocado o muy tocado, el PSOE
sigue ahí, soñando además con recuperar en unas nuevas elecciones muchos de los
votos que se le han ido al partido de Pablo Iglesias. Pero, mirando al
presente, ¿puede hacer algo Podemos que ayude a superar el actual bloqueo
político?
Sólo una cosa:
firmar un acuerdo con el PSOE y con Ciudadanos para investir presidente a Pedro
Sánchez. Dado que la opción de un gobierno de izquierdas con apoyo de los
nacionalistas catalanes y vascos es rechazada de plano por el PSOE, sobre el
papel quedaría únicamente la posibilidad de ese acuerdo. ¿Están dispuestos los
socialistas y Ciudadanos a ofrecer a Podemos algo más, o bastante más, de la
nada que le ofrecieron en la anterior legislatura? ¿Le compensaría a Podemos
ceder esta vez? No hay dato alguno que permita aventurarse a contestar a esas
preguntas. Quién sabe si dentro de algunas semanas llegará algo nuevo al
respecto. Pero hoy por hoy ese camino no existe.
El sentido común
hace pensar que hasta que se desvele el misterio de si habrá o no terceras
elecciones no habrá cataclismos internos en ningún partido, y concretamente en
el PSOE, que cambien significativamente el panorama actual. Lo contrario podría
ser un suicidio electoral. Pedro Sánchez puede aguantar aún algunos meses.
En definitiva que
sólo un milagro, que no una triquiñuela imposible, puede evitar la vuelta a las
urnas. Todos los líderes se comportan como si lo hubieran asumido. En el aire
queda otra pregunta: ¿valdrá para algo esa tercera convocatoria o las osas
volverá a estar igual, o parecidas, tras de haberse celebrado? Y también una
comparación inquietante: más de uno ha recordado que hace poco Bélgica estuvo
quinientos y pico días sin poder formar gobierno. Como para decir que no hay
que asustarse. Pues bien, después de aquello vinieron los atentados de París y
de Bruselas y el fracaso absoluto de la policía belga, por no hablar del
desastre que el país vive en otros capítulos. Y más de un analista respetable
concluyó que Bélgica es un “estado fallido”.
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