QUERIDA...
DUNIA
SÁNCHEZ
Querida pero que piensas, estás censurada bajo el exterminio de
aquellos que huyen bajo el infernal oleaje. Ya lo sé. Es duro, todo es una
mezcla de cobardía y rechazo por esos que nos gobiernan ¿Qué hacer? Nuestras
manos se anudan a cadenas oxidadas que nos desgarra hasta inflarnos de
impotencia y dolor. Por qué de esto, ahora estoy aquí sentada frente a una
pantalla tecleando y tecleando este sentir momentáneo, esta repugnancia hacía
nosotros mismo. Me pierdo, te pierdes, nos perdemos bajo la oscuridad absoluta.
Una oscuridad que nos sumerge en las aguas infinitas de la nada. Me cuentas tus
penas, tus tropiezos. No estás de acuerdo en la cuerda floja que nos movemos en
esta vida. Pero, qué hacer. No llores…No, no por favor. Aún tu carta está
húmeda, triste. Avísame cuando llegues, iré con un abrazo perseguido por el
aroma de unos vientos de buen querer. Pero…pero, no sufras más. No te
sacrifiques en la ronda de ojos muertos que te acosan, que se incrustan en tu
razón y te tira. Te tira muy fuerte, demasiado. Ay querida…un suspiro se expande entre estas
paredes. No soporto tu sufrir, mi sufrir, nuestro sufrir. Hojas que se encogen
en el lamento humano. Sí, esto es un lamento. Ahora me despido, abrazos para
ti, para mí, para nosotros.
Así he terminado
hoy esta carta. Tenía que contestarle. Triste mano que se alza ante este
teclado, ante está pantalla. Me la imagino en su corrosión, herida,
desgraciada. Hoy se alza una gris jornada, algunas gotas caen. No sé que
ponerme para salir y llevarle estás palabras de todo corazón. Que los dioses la
aguarden. Piedad…Sí, pido piedad por ella. Un océano se asoma desde mi ventana.
Un océano plano, herrumbroso, cobarde. Yo lo miro como si la mirase a ella. No más, ya me voy. Sí,
iré al buzón más próximo y expulsaré de mí esta agresión de la vida. Espero
volver a verla.
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