ACEPTO QUE ME ENGAÑEN
GUILLERMO DE JORGE
Recuerdo de mi infancia, una difuminada
y escueta visión sobre aquellos cuentos chinos que nuestros ancestros nos
contaban. El hombre del sobre, que diga, del saco, era una de las pruebas más
fehacientes –discúlpeme, querido lector, por esta torpeza a la hora de
escribir-.
Debo de reconocer que se me queda la
cara de hombre desorientado, incapaz de atisbar un mínimo de cordura ante tanta
tontuna manifiesta, por unos y por otros, al otro lado del sentido común o
“incomún”, cuando observo cómo los diversos medios afines intentan enfocar los
diferentes asuntos que nos conciernen en otros que poco interesan, o que, a lo
sumo, no sirven para nada, excepto para desviar la atención de lo que realmente
importa –Y, “ende ahí” la verdadera cuestión-.
Quizás, mi duda existencial como
individuo que carece de juicio suficiente para dar lecciones de moral a estas
alturas, está en que no me creo nada de lo que oigo, veo o dicen. Sí, mi
querido lector, así es. Mientras que muchos intentan hacernos creer que el gran
error del hombre de nuestro tiempo es si recibió o no dinero en un sobre o en
una bolsa de basura tipo XXL de un megacentro comercial, me asalta la duda de si
realmente es esa cuestión la que realmente necesitamos saber o, incluso, para
algunos, creer. Y es que quiero que entienda, querido lector, que mi duda no es
en vano. Y menos, si ante mí tienen la posibilidad de, otra vez más, engañarnos
o de lo que es peor: de aceptar que nos engañen con el arquetipo de la
recurrida frase: “…qué dirán de nosotros ahí fuera”; o para los más
innovadores: “…qué pensarán de nosotros”.
-supongo que, a estas alturas, es
imposible mantener argumentos más suspicaces que éstos-. Y es que, en muchas
ocasiones, no hace falta estar mucho tiempo con alguien para saber cuáles son
los miedos que les embargan o, en ocasiones, que les remuerden para así
controlarlos.
Y
es porque quizás, aparte de que el verdadero problema esté en si en esta
sociedad ha existido alguien que haya recibido dinero en un sobre o en una caja
de madera, es que el indudable quebranto sería si no es un delito flagrante y un
atentado contra el orden establecido o contra los derechos de la ciudadanía que
existan instituciones, fundaciones, empresas o corporaciones que sean capaces
de tener cajas A, B o cajas Z y que puedan
financiarse ilegalmente o que puedan recibir dinero negro para la compra de
favores o para la prevaricación. Porque de ser así estaríamos ante el
fallecimiento inequívoco de esta sociedad que durante décadas se ha jactado de
ser una de las democracias más modernas y más ejemplarizantes del Planeta –y
cuando hablo de planeta me refiero al planeta y alrededores marcianos-. Porque
estaríamos hablando de que las estructuras de este sistema social estarían
completamente enfermas y que serían incapaces de desarrollar las funciones
encomendadas por el pueblo. Cosa que, sin duda alguna, sería el problema
angular de la sociedad actual. Y todo esto sería sólo un mal vendaje, para
seguir aún más hundiéndonos en lo que posiblemente sería el fin de esta
sociedad.
Guillermo
de Jorge
@guillermodejorg
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