lunes, 12 de abril de 2021

SEMBRAR LA SOSPECHA

 

SEMBRAR LA SOSPECHA

( Una lectura de El delator de

Juan Manuel García Ramos)

CECILIA DOMÍNGUEZ LUIS

Siempre he pensado que todo escritor de novela, sobre todo si es narrativa no-ficción, al margen de la necesaria documentación y de su mayor o menor capacidad narrativa, tiene que tener unos límites; y estos límites son los que marcan su propia ética, con lo que no debería caber en su novela las mentiras, las verdades a medias, o la opacidad, que pueden levantar- y de hecho lo hacen-sospechas contra determinados “personajes”, que no lo son tanto.

Si a esto se le añade errores de fechas y de personas, ya está todo armado.

Creo que está claro que me refiero al libro El delator de Juan Manuel García Ramos.

Empecemos por orden de páginas, para una mejor comprensión, porque el orden narrativo no se presta a ello.

En primer lugar, afirma el autor, y es cierto, que a Domingo Pérez Minik- el delator, claro, no hace falta ser una lumbrera para adivinar a quién se refiere- se le otorga el Premio Nacional de Teatro en 1965, sin aclarar que, por aquellas fechas (la década de los 60) y para “congraciarse con Europa”, en España se había iniciado una tímida apertura y se conceden ciertos premio y concesiones a la literatura, el cine y el teatro. Por cierto, a Buero Vallejo- el dramaturgo que compartió prisión con Miguel Hernández- se le concede este mismo premio en 1948 .

Otra media verdad: En 1952 la Editorial Goya de Tenerife publica la primera parte de la Antología de la poesía Canaria (no hubo una segunda), dedicada a los poetas de Tenerife, y según cuenta este libro dice: “De esta manera tan cínica como equivocada en cuanto la edad del fallecido...”  Pues ni equivocada (López Torres nació en mayo 1910 y lo asesinaron en febrero 1937- echen ustedes la cuenta), ni cínica ya que no fue Domingo Perez Minik sino la censura quien le obligó a poner “murió prematuramente”, como también esa misma censura y en ese mismo libro quitó el verso del poema Con la mano en la sangre de Pedro García Cabrera: Fabricarán cañones que habrán de bendecir los obispos.

Sin embargo, calla que, en La facción Surrealista de Tenerife, el mismo Pérez Minik, al hablar de Domingo López Torres dice, claramente, que fue asesinado. (No interesaba)

Cuando habla de Pedro García Cabrera, lo hace de tal forma que parece que, después de hablar en contra de los regionalistas (de forma colérica según el autor) escribe Vuelta a la isla (esto lo repite en otro capítulo). No aclara, como es natural, que el poeta escribe este libro en 1968 y lo hace por encargo, debido a sus necesidades económicas. Por cierto ¿qué será eso del socialismo “doméstico” de Pedro?

Otro error irrefutable: Domingo López Torres no pudo enterarse de la fuga de Villa Cisneros ya que al poeta lo asesinan en febrero y la fuga del campo de concentración fue el 14 de marzo. ¿Dónde se documentó?

Sobre Emeterio Gutiérrez Albelo: este no era falangista se hizo, por miedo, en 1937, igual que Agustín Espinosa. Ese mismo miedo que obligó al silencio de muchos antifranquistas por una cuestión de supervivencia, de ellos mismos y de sus familias, para poder trabajar como carpinteros, médicos, abogados, mecánicos o catedráticos de Universidad; lo que no acabó con su antifranquismo.

No hacía falta un delator. De todos eran conocidos los artículos revolucionarios, antifascitas y en favor de la lucha obrera que escribió López Torres en su propia revista, Índice, y en Gaceta de Arte. Eso mismo que según El delator, Eduardo Westerdahl le dijo a un tal J.A. (presunto sobrino de López Torres) y, por supuesto, en un «tono muy frío».

Las contradicciones no cesan: si en una parte el supuesto J.A. «siempre creyó que ese radicalismo del pensamiento de su tío pudo ser lo que lo sentenció a muerte». Luego se permite poner en el pensamiento de López Torres – es una novela, claro- que quien lo había señalado era «alguien que conocía su trayectoria periodística, su vocación de agitador desde las páginas de los periódicos y revistas. Alguien culto» ( o sea que los periódicos solo lo leían entre ellos), para, más adelante poner - también en el pensamiento del poeta-, que no se explicaba por qué estaba en esa terrible situación, cuando él no era dirigente político (fue concejal interino), ni el agitador cenetista conocido...

¿En qué quedamos?

Quedamos en que sí, pero no, es decir, la duda está sembrada.

En algo le doy la razón, aunque sin el condicional, cuando dice - ¿con cinismo?- Es «injusto (yo añadiría y cobarde), no sólo una acusación, sino también una mera sospecha, sin darles  la oportunidad de su defensa, pero esa oportunidad no cabe ya, desgraciadamente.».

Pero el escritor de esta “novela” sí tuvo tiempo. Domingo Pérez MInik murió en 1989, cuando  Juan Manuel García Ramos tenía 39 años y había escrito y publicado dos novelas. ¿Cómo es que no se le ocurrió preguntarle? Seguramente no era el momento.

A propósito, al final de El Delator se habla de una presunta carta manuscrita de Domingo López Torres. Pienso que, si dicha carta existe, debería hacerse pública. Con ello se aclararían muchas cosas...O no.


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