SEMBRAR LA SOSPECHA
( Una lectura de El
delator de
Juan Manuel García
Ramos)
CECILIA DOMÍNGUEZ LUIS
Siempre he pensado que todo escritor de novela,
sobre todo si es narrativa no-ficción, al margen de la necesaria documentación
y de su mayor o menor capacidad narrativa, tiene que tener unos límites; y
estos límites son los que marcan su propia ética, con lo que no debería caber
en su novela las mentiras, las verdades a medias, o la opacidad, que pueden
levantar- y de hecho lo hacen-sospechas contra determinados “personajes”, que
no lo son tanto.
Si a esto se le añade errores de fechas y de
personas, ya está todo armado.
Creo que está claro que me refiero al libro El
delator de Juan Manuel García Ramos.
Empecemos por orden de páginas, para una mejor comprensión, porque el orden narrativo no se presta a ello.
En primer lugar, afirma el autor, y es cierto,
que a Domingo Pérez Minik- el delator, claro, no hace falta ser una lumbrera
para adivinar a quién se refiere- se le otorga el Premio Nacional de Teatro en
1965, sin aclarar que, por aquellas fechas (la década de los 60) y para
“congraciarse con Europa”, en España se había iniciado una tímida apertura y se
conceden ciertos premio y concesiones a la literatura, el cine y el teatro. Por
cierto, a Buero Vallejo- el dramaturgo que compartió prisión con Miguel
Hernández- se le concede este mismo premio en 1948 .
Otra media verdad: En 1952 la Editorial Goya de
Tenerife publica la primera parte de la Antología de la poesía Canaria (no hubo
una segunda), dedicada a los poetas de Tenerife, y según cuenta este libro
dice: “De esta manera tan cínica como equivocada en cuanto la edad del
fallecido...” Pues ni equivocada (López
Torres nació en mayo 1910 y lo asesinaron en febrero 1937- echen ustedes la
cuenta), ni cínica ya que no fue Domingo Perez Minik sino la censura quien le
obligó a poner “murió prematuramente”, como también esa misma censura y en ese
mismo libro quitó el verso del poema Con la mano en la sangre de Pedro
García Cabrera: Fabricarán cañones que habrán de bendecir los obispos.
Sin embargo, calla que, en La facción
Surrealista de Tenerife, el mismo Pérez Minik, al hablar de Domingo López
Torres dice, claramente, que fue asesinado. (No interesaba)
Cuando habla de Pedro García Cabrera, lo hace de
tal forma que parece que, después de hablar en contra de los regionalistas (de
forma colérica según el autor) escribe Vuelta a la isla (esto lo repite
en otro capítulo). No aclara, como es natural, que el poeta escribe este libro
en 1968 y lo hace por encargo, debido a sus necesidades económicas. Por cierto
¿qué será eso del socialismo “doméstico” de Pedro?
Otro error irrefutable: Domingo López Torres no
pudo enterarse de la fuga de Villa Cisneros ya que al poeta lo asesinan en
febrero y la fuga del campo de concentración fue el 14 de marzo. ¿Dónde se
documentó?
Sobre Emeterio Gutiérrez Albelo: este no era
falangista se hizo, por miedo, en 1937, igual que Agustín Espinosa. Ese mismo
miedo que obligó al silencio de muchos antifranquistas por una cuestión de
supervivencia, de ellos mismos y de sus familias, para poder trabajar como
carpinteros, médicos, abogados, mecánicos o catedráticos de Universidad; lo que
no acabó con su antifranquismo.
No hacía falta un delator. De todos eran
conocidos los artículos revolucionarios, antifascitas y en favor de la lucha
obrera que escribió López Torres en su propia revista, Índice, y en Gaceta
de Arte. Eso mismo que según El delator, Eduardo Westerdahl le dijo
a un tal J.A. (presunto sobrino de López Torres) y, por supuesto, en un «tono muy frío».
Las contradicciones no cesan: si en una parte el supuesto J.A.
«siempre creyó que ese radicalismo del pensamiento de su tío pudo ser lo que lo
sentenció a muerte». Luego se permite poner en el pensamiento de López Torres –
es una novela, claro- que quien lo había señalado era «alguien que conocía su
trayectoria periodística, su vocación de agitador desde las páginas de los
periódicos y revistas. Alguien culto» ( o sea que los periódicos solo lo leían
entre ellos), para, más adelante poner - también en el pensamiento del poeta-,
que no se explicaba por qué estaba en esa terrible situación, cuando él no era
dirigente político (fue concejal interino), ni el agitador cenetista
conocido...
¿En qué quedamos?
Quedamos en que sí, pero no, es decir, la duda está sembrada.
Pero el escritor de esta “novela” sí tuvo tiempo. Domingo Pérez
MInik murió en 1989, cuando Juan Manuel
García Ramos tenía 39 años y había escrito y publicado dos novelas. ¿Cómo es
que no se le ocurrió preguntarle? Seguramente no era el momento.
A propósito, al final de El Delator se habla de una presunta
carta manuscrita de Domingo López Torres. Pienso que, si dicha carta existe,
debería hacerse pública. Con ello se aclararían muchas cosas...O no.
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