LA MALA EDUCACIÓN
ANÍBAL MALVAR
Uno de los síntomas que revelan que la educación privatizada es peor que la pública, es el comportamiento que lucen las bancadas de la derecha en parlamentos, en plenos de ayuntamiento, en canutazos radiofónicos o televisivos. Recuerdo a José María Aznar introduciendo un bolígrafo en el escote de una periodista que le había hecho una pregunta incómoda. El "que se jodan" en sesión plenaria de Andrea Fabra el día en que la mayoría absoluta de Mariano Rajoy aprobó la cruel reforma laboral que aun hoy sufrimos. El intento de agresión a puñetazos de Rafael Hernando contra Alfredo Pérez Rubalcaba en los pasillos del Congreso. El desprecio arrogante de Manuel Fraga ante periodistas, rivales políticos e incluso colaboradores. Podría seguir hasta que las teclas del ordenador se me borraran. No quiero decir con esto que todas las izquierdas se comporten como exquisitos lores ingleses a la hora del té. Ni que no haya hombres y mujeres conservadores de trato delicioso. Pero se observa una hooliganización creciente de las bancadas azules que a menudo provoca vergüenza ajena.
Esta tendencia
tiene su reflejo también en la prensa conservadora. Hoy mismo, el columnista de
El Mundo Santiago González escribe que "nos gobierna un mentiroso, un
psicópata y un necio". Y no es la primera vez que emplea esta terna
adjetival hacia Pedro Sánchez. Presume González de haber dicho exactamente lo
mismo hace un año.
Y supongo que
recordáis aquel editorial de El País, que siempre presumió de cogérsela con
papel de fumar, en el que se exigía la dimisión de Pedro Sánchez como
secretario general del PSOE, año 2016,
con el argumento de que "ha resultado no ser un dirigente cabal, sino un
insensato sin escrúpulos".
Decía ayer ABC en
su editorial que "el votante mayoritario de la derecha es moderado".
Y uno piensa en aquella multitud en Génova, exultante, enfervorizada al grito
de "Pujol, enano, habla castellano", mientras Aznar se reía en el
balcón de Génova.
Sería iterativo volver
a describir aquí los excesos adjetivales que ha tenido que sufrir Pablo
Iglesias desde que es figura pública. O las mujeres de Podemos en general,
siendo objeto constante de poco sutiles descalificaciones machistas, toreras y
rancias. Herederas de aquellas soflamas radiofónicas de Queipo de Llano,
durante la Guerra Civil, llamando a sus soldados a la violación masiva de rojas
para que se enteraran de lo que significa ser hombre: "Nuestros valientes
legionarios y regulares han demostrado a los rojos cobardes lo que significa
ser hombres de verdad. Y de paso también a sus mujeres. Esto está totalmente
justificado porque estas comunistas y anarquistas practican el amor libre.
Ahora por lo menos sabrán lo que son hombres y no milicianos maricones. No se
van a librar, por mucho que berreen y pataleen".
Esta semana hemos
vivido a través de nuestros viejos periódicos un aguacero de insultos y bromas
despectivas de escaso calado intelectual contra Iglesias por reclamar la
compensación económica a la que tiene derecho por el tiempo que pasó en el
consejo de ministros. "Iglesias pide una indemnización de 5.316 euros
mensuales como ex vicepresidente", titulaba el torcuatiano diario ABC. La
noticia tendría interés si viniera acompañada de una relación de ex ministros y
ex vicepresidentes que han renunciado a esa compensación. Pero no creo que haya
muchos. Como tampoco habrá muchos que la hayan cobrado, pues nuestros ex
ministros suelen ser fichados a los cuatro días por bancos, eléctricas o
bufetes de abogados, y la compensación no es compatible con otro sueldo. De
hecho, si no sucede un cataclismo el 4 de mayo, Iglesias saldrá diputado
autonómico y esa pasta se quedará en el limbo.
El bulo y la
manipulación periodística son la forma más eficaz de incitación al odio. Lo
malo es que solo existe un arma contra ellos sin caer en la censura: la
inteligencia de los lectores. Y ya se sabe que la inteligencia nunca ha sido
virtud capaz de imponerse a la fuerza bruta. Como la del escorpión, es nuestra
naturaleza.
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